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Manuel

Llegamos a Mar del Plata después de unas horas de viaje con todos mis compañeros, más Fabricio y Olimpia, está última se había sentado con su padre pero no tuvo ningún tema de conversación por lo que pude observar, estuvo con el celular y los auriculares todo el viaje.

—Esta re rara—comentó mí amigo dejando la mochila en la cama—¿Por qué no vas a hablar con ella?

Posé la mochila arriba de la cama y empecé a sacar las cosas para acomodarlas y finalmente lo miré.

—No sé—me encogí de hombros—Creo que la terminaría de enojar más si voy a hablar con ella.

—¿Pero que decís nene? ¿Te estás escuchando?—replicó el morocho con una ceja alzada—Como si a Olimpia no le encantara que fueras a hablar con ella, ponete las pilas bobo.

—Después voy—contesté rodando los ojos y me tiré en la cama.

—No, ahora vas—pidió el menor y me tironeó del pie—Aca no hay segundas oportunidades, es ahora o nunca.

Chaquee la lengua y blaquee los ojos nuevamente para después levantarme y agarrar el celular de la mesita de luz haciendo reír a Mateo ya que siempre le hacía caso y se salía con la suya. Cuando pase por su lado me dio un par de golpecitos en el hombro para animarme.

—Dale, vos podes bro.

Me acomodé la gorra y salí de la pieza para ir hasta la de Olimpia, que para mí suerte no era compartida y estaba lejos de Fabricio.

Una vez llegué a su habitación, toqué la puerta despacio y está no tardó en abrirse. Una Olimpia con el ceño bastante fruncido apareció en mí campo de visión, acto seguido se apoyó en el puerta esperando alguna explicación, por la cual yo estaba ahí.

—¿Puedo pasar?—cuestioné, está sin acotar nada, se hizo a una lado para dejarme pasar.

Nada más entrar en su pieza, vi que era más grande que las demás. Estaba compuesta por una cama de matrimonio enorme al igual que su armario, un baño, una terraza chica pero con unas vistas impresionantes.

Me giré para mirarla, estaba de brazos cruzados todavía esperando a que yo dijera algo, me rasqué la nuca un poco nervioso por la intensidad con la que me miraba la castaña.

—¿Podemos hablar?—objeté un poco nervioso, su mirada me causaba eso además de que su semblante era bastante serio.

—¿De?—cuestiono, caminando hacia la cama y sentándose allí para después agarrar la lima y empezar a limarse las uñas.

—De vos—determiné después de unos segundos de silencio, está alzó la vista y me volvió a mirar directamente a los ojos.

—¿De mí?—repitió un poco confundida y volvió a centrarse en lo que estaba haciendo—Yo creo que de quién tendríamos que hablar es de vos.

—¿Y por qué de mí?—formule un poco aturdido y a la vez nervioso.

Esta soltó un suspiro y dejó la lima a un lado de la cama para después sentarse como un indio prestándome toda la atención del mundo.

—¿Vos estás conociendo o tenés algo con otra chica?

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We

perpetuo ; replikDonde viven las historias. Descúbrelo ahora