xv.

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-Anastasia, hija, sal a desayunar. Ha pasado ya una semana. Por favor.- escuché la voz de mi madre al otro lado de la puerta. Se encontraba preocupada, lo podía notar por su tono de voz. Lo que dice es cierto, ha pasado ya una semana desde que llegué a la casa de mis padres, con lágrimas en los ojos, rogando que me dejaran quedarme la noche. Cuando me vieron en la puerta, no hicieron pregunta alguna y aceptaron.

Les dije que estaría aquí una noche, pero no ha sido así. Aun no he podido volver a mi departamento en Barcelona. Siento que volver al departamento sería, de alguna manera, volver a Raúl y no quiero hacerlo.
He hecho todo lo posible por dejarle fuera de mis pensamientos, pero él simplemente no se va. A veces me sorprendo a mí misma observando fijamente el móvil, esperando ver un mensaje de él, a pesar de que lo he bloqueado de todas mis redes sociales y no tiene manera alguna de comunicarse conmigo.
No he borrado nuestras fotos aún, pues todavía no consigo el valor necesario para verlas siquiera. Siempre que me encuentro recordando a Raúl, no puedo evitar llorar. Lloro por horas, hasta que logro quedarme dormida.

Mis padres están claramente preocupados por esta situación. No quieren molestarme, lo sé, pero he escuchado sus murmuros al otro lado de la puerta. No saben qué hacer, no tienen ni idea de porqué me encuentro así, pero no han querido preguntar nada aún.

-¿Hija? Por favor, sal. Tienes que tomar un poco de sol, Ana. Estar encerrada tanto tiempo terminará por hacerte daño.- mi madre alzó su tono de voz, esperando una respuesta de mi parte. Tomé un breve respiro.

-Me encuentro bien, madre. Saldré a desayunar cuando tenga apetito. Ahora mismo quiero dormir.- le respondí desde la cama, y estiré mi brazo para tomar mi móvil de la mesa de noche que se encuentra a mi derecha. Lo encendí y me encontré con varios mensajes de mis amigos.

"¿Cómo estás?"
"Te extraño"
"Olvídate de él."
"Por favor responde"

Después de una semana de no responder mensajes, decidí abrirlos de una vez por todas y anunciarle a mis amigos que me encuentro bien y que no se deberían de preocupar por mí. Sus respuestas no tardaron en llegar. Me pidieron saber dónde me encuentro y con quién estoy. Esta vez, decidí ignorar los mensajes otra vez.

Un impulso en mí hizo que buscara a Raúl entre mis contactos. Ahí estaba su número. Con las manos temblorosas, lo desbloqueé. En cuanto lo hice, aventé el móvil a una esquina de la cama y cerré los ojos, queriendo aguantar las lágrimas.

Dentro de mí, esperaba que mi móvil se llenara de notificaciones. Mensajes de Raúl. Llamadas. Joder, inclusive correos.
Pero nada.
Raúl no me había enviado nada.
Por un momento, la furia inundó mis emociones. Quería decirle que era un idiota. Que era el más grande gilipollas. Quería preguntarle si en realidad era tan fácil olvidarme. Quería decirle que lo odiaba, que no quería volver a saber nada de él.
Pero nunca he sido capaz permanecer enojada con él. Pensé en su sonrisa, y en como me gustaba perderme en sus ojos. En los chistes que hacía, y en sus brazos alrededor de mi diminuto cuerpo. Pensé en sus besos y en la manera en la que pronunciaba "te amo".

Apagué el móvil, sollozando. Me levanté de la cama con el móvil en la mano y lo metí en mi bolso. Me prometí a mí misma no volver a encenderlo. Ya me compraré otro después.
Regresé a la cama con ganas de dormir para siempre. Perderme en mis sueños y no volver.

Porque volver implica pensar en Raúl. Y yo ahora sé que él ya no piensa en mí.

Never dreamed of this. [AuronPlay]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora