xvii.

1.9K 129 13
                                    

-Joder. ¿Pero te das cuenta del estado en el que te encuentras?- Raúl habló atrás de mí, y yo me rehusaba a girar la cabeza. Quería desaparecer en ese momento. ¿Por qué? ¿Por qué de todos los bares que hay en Barcelona, Raúl tenía que venir a este? ¿Por qué hoy? ¿Por qué a mí?

-Nos vamos de aquí. Ahora.- él volvió a hablar, y sentí su mano tomando bruscamente mi brazo. Yo no me moví, mi mirada estaba perdida, fija en el vaso que unos minutos antes estaba lleno.- Anastasia, nos vamos. Ya.- repitió, y yo sacudí mi cabeza, rendida, cansada, lastimada.

-Suéltame.- dije con una voz apenas audible.

-No. Vámonos ya.- respondió a modo de regaño, y sacó unos cuantos billetes de su cartera, dejándolos en la barra para pagar por mis tragos.- ¿Me escuchas? Nos vamos. No te voy a dejar aquí.- su voz ahora sonaba preocupada. Yo simplemente estaba confundida, no podía acabar de asimilar que Raúl estaba ahí, y llevé mi mano a mi pelo, aferrándome a éste mientras mi mirada recorría el lugar en un intento de entender la situación.- Ana, por favor.- Raúl básicamente rogaba, y yo finalmente accedí, asintiendo levemente con la cabeza y levantándome del banco en el que me encontraba. 

Inconscientemente me aferraba a su brazo mientras caminaba. Algo en él me hacía sentir segura, y ni siquiera tenía sentido considerando lo que me había hecho, pero de alguna manera sabía que nada malo pasaría si estaba junto a él. 

Salimos del bar y Raúl me encaminó hacia el estacionamiento, yo miraba al suelo, y luego a Raúl. Él no me miraba a mí, miraba hacia el frente, y aún en mi confusión intenté descifrar su mirada vaga,  pero era imposible. Nunca me había sido imposible descifrarlo, y el hecho de que esa vez no pude hacerlo, me rompió el corazón y las ganas de llorar me inundaron. ¿Qué tal si él ya no era la misma persona? ¿Qué tal si no era el hombre del que me enamoré? ¿Qué tal si nunca lo fue? Tal vez todo ese tiempo que pasé a su lado había sido una mera ilusión, algo que inventé porque necesitaba sentir "amor verdadero". Mis pensamientos llenaban mi cabeza y mientras nos acercábamos a su auto, un pensamiento específico rompió mi alma: Tal vez lo que vivimos fue una ilusión, pero se sintió como amor, y para mí eso era suficiente. ¿Qué tal si nunca volvía a encontrar una ilusión tan bella? O peor aún, ¿qué tal si la encontraba, pero no era con Raúl?

Raúl me abrió la puerta del auto y yo lo miré confundida, ¿realmente esperaba que me subiera a su auto como si nada hubiera pasado? ¿cómo si no me hubiera roto el corazón? 

Su mirada me rogó que me subiera, y yo consideré no hacerlo por varios segundos. Consideré gritarle, pegarle, o simplemente huir de ahí, correr y no volver. Pero nunca fui muy fuerte cuando de Raúl se trataba, así que me rendí ante esa mirada y lentamente subí a su auto, él cerró la puerta y caminó a su lado del auto, subiendo en total silencio. Ninguno de los dos habló por minutos enteros, que se sintieron como horas.

-Bien. ¿Me quieres decir qué estabas haciendo sola en ese bar? ¿A las 4 de la tarde en un Jueves?- él finalmente habló. 

Yo quise responder a su pregunta, pero la verdad es que no sabía qué decir. ¿Qué hacía en un bar? No lo sabía. Sólo sabía que necesitaba deshacerme de ese dolor que llevaba días sintiendo, ese dolor que me destruía por dentro. Mi respuesta a sus preguntas fue un simple "no lo sé". 

-No lo sabes. ¿Con quién has venido? ¿Rebeca? ¿Ingrid?- las preguntas siguieron, ¿pero qué era esto? ¿Un interrogatorio? No respondí.- No quieres hablar. Lo entiendo.- dijo, rendido, y su mirada se posó en el tablero del auto. Yo sabía que en cualquier momento iba a explotar, iba a llorar y le iba a reclamar, así que me intenté calmar y respiré profundamente. 

-¿Por qué?- fue lo único que pude decir, mi ojos cansados lo veían fijamente. Él frunció el ceño.

-¿Por qué qué? ¿Por qué te he traído a mi auto?- preguntó, y yo sacudí la cabeza, pero él no lo pudo ver.- Bueno, estás en un estado terrible. Tenía que hacer algo para ayudarte, no te podía dejar...- no lo dejé terminar la oración. 

-¿Por qué me hiciste lo que me hiciste?- él suspiró tristemente y no dijo nada. Yo proseguí.- ¿Por qué a mí? ¿Por qué ella?- no era consciente de mis preguntas, éstas sólo escapaban mi boca y no podía parar.- ¿Por qué la elegiste a ella y no a mí?- las lágrimas ya bajaban por mis mejillas, y algo en mí me hacía saber que me veía ridícula preguntando tales cosas. Me veía débil. No me importó, yo quería respuestas que sólo él me podía dar.- ¿Es que nunca te importé? ¿Por qué me mentiste?- dejé de hablar unos segundos, y fruncí el ceño, frustrada y enojada con Raúl.- ¿Por qué me rompiste?- pregunté en seco. Su cara parecía expresar tristeza, pero yo a ese hombre, en ese momento, no le creía nada. Tal vez nunca debí haberle creído.- Tú me mentiste. Tú entraste a mi vida y me hiciste creer que me querías, que querías esto.- nos señalé a ambos.- Y yo, yo te creí Raúl. Cada vez que sonreías y me decías todas esas cosas lindas, te creía. Nunca dudé de tu palabra.- en este punto, yo ya no estaba triste. Yo estaba molesta. Molesta porque él se había tomado el derecho de romperme el corazón.- De todas las personas que he conocido, nunca pensé que tú ibas a ser él que me iba a hacer más daño. ¿Y sabes qué es lo peor? Nunca recibí una disculpa. ¡Joder! ¿Tanto te costaba buscarme para decir que lo sientes? Tal vez si te hubieras disculpado yo no me sentiría tan rota.- dejé de hablar, intentando asimilar todas las palabras que mi boca había pronunciado. Mi mirada dejó de expresar enojo, y creo que por fin entendí qué era lo que sentía. Me sentía derrotada, decepcionada y frágil. Me sentía realmente triste.- Yo no merecía eso, Raúl. Tú sabes que yo no me merecía lo que me hiciste y ciertamente no merezco sentirme de la manera en la que me siento.- me dispuse a salir del auto, y Raúl agarró mi brazo. 

-Lo siento, Anastasia.- dijo con una voz débil. 

-Está bien.- respondí, lágrimas todavía rodando por mis mejillas.- Pero eso no cambia nada.- dije, y bajé del auto, caminando perdidamente de vuelta a la plaza. 

Mientras me alejaba de Raúl, lo entendí. Me pasé días intentado explicarme por qué me había engañado, pero en el auto con Raúl, lo supe. No necesitaba una explicación. Él hizo lo que hizo porque quiso. Y yo en ese momento entendí que tenía que ponerme a mí misma primero, y que a veces las cosas no salen de acuerdo a lo planeado. No todo en esta vida tiene una explicación, y no todas las cosas pasan por una razón. Y a veces nos toca seguir adelante, incluso si no hemos llenado aún ese vacío de dudas que tenemos. No podemos aferrarnos a algo que no podemos cambiar, y yo no me podía seguir aferrando a la idea de que algo pudo haber ido distinto en nuestra relación, y que pudimos haber sido felices, porque no valía la pena seguirlo haciendo. Tenía que dejar de buscar explicaciones en dónde no las habían.

La única explicación que tenía era la siguiente: Yo quise a un chico con todo mi corazón, y él no sentía lo mismo, y eso me rompió el corazón. Triste, sí. Pero no insufrible. Nunca insufrible. 

Nunca insufrible. 

Never dreamed of this. [AuronPlay]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora