xvi.

1.9K 126 18
                                    

-Ya, suficiente. Arriba.- dijo Ingrid, tomándome de la mano y levantándome de la cama.
-Déjame dormir. Tengo sueño, estoy cansada, coño.- respondí, intentando tirar mi cuerpo en la cama.
-Pero llevas cansada toda la semana, tía. Esto no es saludable, Anastasia.- cruzó los brazos.- Por favor. Hazlo por mí. Mañana tengo que asistir a un evento con Ismael y te necesito para arreglarme.

Yo rodé los ojos y me senté en la cama. Miré a mi amiga fijamente y suspiré.

-Venga, vamos. Está bien.- Ingrid dio un pequeño brinco y corrió al armario, sacando ropa y tirándola a la cama.- ¡Eh! ¿Qué haces?- le dije.
-Pues dime tú, ¿qué te parece que estoy haciendo? Ni de coña vas a salir a la calle vestida así. Si pareciera que acabaras de salir de un coma, por dios.- rió y tomó un vestido de primavera blanco del armario.- Esto. Ponte esto y nos vamos. Ismael llegará al departamento en cualquier momento y necesitamos hacer unas compras antes de que llegue.

Tomé el vestido y suspiré profundamente. Hacía años que no me ponía ese vestido, nunca me había gustado, pero Ingrid se veía tan emocionada que decidí tomarlo de sus manos.

-Está bien. Me cambio y nos vamos. ¿Podrías avisarle a mis padres que vamos a salir? Están preocupados por mí.- le dije, antes de encaminarme al baño de la habitación.
-Pero si ellos me han llamado para sacarte de aquí, boba. Ya saben que vamos a salir, tú de eso ni te preocupes.- dijo y se sentó en la cama.

Rodeé los ojos y entré en el baño, cambiándome rápidamente. Me miré al espejo antes de salir, y me perdí en mis pensamientos por un momento. "Puto Raúl", murmuré al pensar en todas las veces que me dijo que me amaba, antes de arruinarlo todo y tirarlo por la borda. Cerré los ojos unos segundos, y al abrirlos nuevamente, intenté sonreír a mi reflejo. Me agarré el cabello en una coleta ligeramente alta, y salí del baño, sonriéndole a mi amiga que se encontraba ahí, todavía sentada.

-Pero si mírate. Así me agradas más, cuando no pareces un vagabundo.- dijo Ingrid nada más me vio, y tomó su bolso.- Bueno, vámonos ya, que tenemos algunas cositas que hacer, te explico en el auto.- salió de la habitación, y yo salí detrás de ella, en total silencio.

Después de caminar por el comedor, y despedirme rápidamente de mis padres con una sonrisa en mi rostro, salimos de la casa y nos subimos a su coche. Ingrid comenzó a manejar con tranquilidad de vuelta a la ciudad, y yo me intenté detener a mí misma de hacer la pregunta que, al final, terminaría por hacer.

-Y, ¿has sabido algo de Raúl?- rompí el silencio con esa pregunta que, a decir verdad, ni Ingrid quería responder, ni yo quería escuchar la respuesta.

-Asco. No.- respondió cortantemente, y al ver que no decía nada, continuó hablando.- Le he prohibido a Ismael decir nada sobre el tema, o sobre Raúl en general. No sé si hayan hablado últimamente pero si es así, no quiero saberlo. Estoy más que enojada con Raúl, como tú deberías estarlo.
-Lo estoy. Créeme que lo estoy. Es sólo que quería saber si se encontraba bien.- suspiré y miré por la ventana.
-A mí me va importando poco como se encuentra ese idiota. Que se encuentre cómo se tenga que encontrar, que busque consuelo en otras personas.- se notaba que Ingrid estaba molesta, se percibía en su tono de voz.- Bueno, ya. Dejemos de hablar de personas irrelevantes.- así terminó el tema.

El resto del camino, ninguna dijo nada. En cualquier otro momento, no hubiera dicho que era un silencio incómodo. Sin embargo, últimamente no me gustaba el silencio, sin importar en dónde, o con quién estuviera. El silencio me hacía pensar en él, y Dios sabe que era lo último que necesitaba.

Llegando a Barcelona, Ingrid me explicó que al otro día, ella e Isma tenían que ir a una premiere de una película. Por ello, teníamos que comprar un par de zapatos y algunos accesorios para ella. Llegamos a un mall, ella estacionó el auto y nos bajamos de él. Caminamos por la plaza unos minutos, cuando a Ingrid, una zapatería le llamó la atención.

-Venga, vamos a ver los zapatos. He visto unos muy lindos en las estanterías, quiero probármelos.- ha dicho Ingrid, mientras me jalaba del brazo en dirección a la zapatería.
-¿Tengo que ir yo?- rodeé los ojos y miré a mi alrededor.
-Pues claro, para eso te he traído.
-No, me has traído para distraerme y divertirme un poco. Y la verdad es que los zapatos no se me hacen del todo divertidos.- respondí, parando en seco.- Quiero ir a dar una vuelta, sola. Despejar mi mente, ya sabes.- la miré, como si le rogara por su permiso para irme por ahí. Ella suspiró y asintió.
-Vale. Está bien, diviértete un poco. Nos vemos justo aquí en dos horas, ¿te parece?

No espero a que le respondiera, y entró a la zapatería. Yo reí ante ese acto, y empecé a vagar por el lugar, mirando a las tiendas y a las personas dentro de ellas. Después de un rato, algo finalmente llamó mi atención.
Un bar.
Sonreí y caminé hacia el establecimiento. Entré en éste y me senté, pidiendo al bartender un trago de su bebida más fuerte. "Pues qué más da ya. Dicen que el alcohol te hace olvidar tus problemas. Además, no tomaré demasiado, solo lo necesario.", me dije a mí misma.
Lamentablemente, rara vez me escucho. Así que un trago se volvieron dos. Y esos dos, se volvieron tres. Realmente perdí la noción del tiempo, y antes de darme cuenta, ya estaba muy mal. Cabello suelto, maquillaje ligeramente corrido. Venga, el look completo.

-Pero dime que no, Daniel. Todos los putos hombres son iguales. Te dicen que te aman, pero te apuñalan por la espalda. Putos hombres.- recuerdo decirle eso al bartender, que solamente me miraba con un gesto de preocupación.- Yo no hice nada más que darle lo mejor de mí. Y así me pagó. Besándose con una puta zorra.- sentí como una lágrima caía por mi mejilla, pero rápidamente la limpié.- Si tan sólo me lo hubiera dicho. Si me hubiera dicho, "no te amo", todo hubiera sido distinto y no estaría llorando aquí por él. Qué ridícula que soy, pensando que sentía lo mismo por mí.- ahí sí comencé a llorar, enojada, frustrada, y más que nada, lastimada.- ¿Qué necesidad había para jugar conmigo de esa manera? ¿Qué ganaba con hacerme tanto daño? ¡Carajo, si yo lo amaba!

Entonces lo escuché. Su voz tan familiar, que aún después de tanto, me seguía debilitando. Su voz, que de alguna manera siempre lograba tranquilizarme. Su voz, que quería despreciar—odiar—pero que no podía. Porque esa voz, era la única que podría escuchar todos los días.

"¿Anastasia?"

Never dreamed of this. [AuronPlay]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora