112. Primer contacto

4.1K 573 152
                                    

(Recuerden que habrá varias escenas pasadas antes de volver al momento anterior y llegar al final)

* * *

Magnus había despertado horas después de que la operación terminara.

Estaba solo.

Sus manos fueron a su vientre, todavía hinchado después de la cesárea, pero ya no abultado. Ya no había vida dentro de él.

Intentó incorporarse, pero hubo un latido punzante que se lo impidió. Hizo una mueca y cerró los ojos un momento. Tenía que salir, tenía que ver a sus hijos.

Sabía que no era posible, que iba contra las reglas, que había una ley que lo impedía, pero ¿cómo decirle eso al corazón de un padre?, ¿cómo explicarle a sus hijos que el latido del corazón que los acompañó durante casi nueve meses ya no estaba y no lo estaría a menos que pasaran una prueba absurda?

Magnus sintió ese dolor físico en su vientre subir hasta su pecho y convertirse en uno completamente diferente, le costó respirar y el pitido a su lado fue lo que lo sacó del ataque de pánico que comenzaba.

La puerta de la habitación se abrió y Magnus supuso que sería alguna enfermera atraída por el ruido de las máquinas, hasta que ella hablo: —Hola, cariño –sonaba triste y cansada y cuando Magnus se encontró con su mirada, pudo ver que era así como estaba.

Sintió un peso más instalarse en su pecho. —¿Cat? –preguntó al instante, porque, ¿qué otra cosa podía imaginarse?, en su mente ya comenzaban a formarse los peores escenarios.

Recordaba vagamente a Etta diciéndole que Cat y la bebé estaban bien, que seguían vivas, pero, ¿y si le había mentido sólo para tranquilizarlo?, él en realidad nunca las había visto, no podía estar seguro.

La máquina a la cual estaba todavía conectado hizo evidente lo acelerado de su corazón.

Etta, con ojos hinchados y ojeras bajo ellos, se acercó rápidamente. Su bata blanca flotando con cada paso, su cabello un poco revuelto, no tan ordenado como usualmente estaba. —Cálmate, Mags, no te hace bien, vas a retrasar tu recuperación. Por favor, respira. Inhala y exhala, lentamente, lento, Magnus –sus manos cálidas y suaves estuvieron sobre sus hombros antes de bajar sobre su espalda y trazar círculos calmantes–. Todo está bien, por favor, no te alteres. Podrían obligarme a sedarte hasta que estés mejor...

Los ojos de Magnus se abrieron demasiado. Con pánico. No podían hacer eso.

Ella debió leerlo en su mirada porque sonrió tristemente, una de sus manos volvió a sus hombros y presionó suavemente. —No quiero hacerlo, por eso tú vas a ayudarme, pon de tu parte e intenta estar tranquilo. Sé que no es fácil, creéme que lo sé. Yo misma siento que voy a salir de mi piel en cualquier momento, pero esto no nos ayuda. Necesitamos tener la cabeza fría...

—¿D-de q-qué ha-blas? –Magnus tembló y no era por el frío. Algo estaba mal y él lo sabía, lo sentía. Todo estaba mal en este maldito mundo.

Etta tenía el ceño fruncido, algo raro en ella que siempre sonreía amablemente, a pesar de lo horrible de su pasado.

—Te diré más tarde, ahora tal vez quieras ir al baño y tomar una ducha o vaciar tu vejiga...

Magnus la miró raro e hizo una mueca. Estaba cansado, quería ver a sus hijos o a Alec, pero no salir de la cama sólo para ir al baño.

Etta lo ignoró. Tenían que salir de los lugares donde había cámaras de seguridad o donde cualquier persona podía entrar en cualquier momento y escucharlos. Ella lo ayudó a salir, a pesar de sus quejas, ignorando sus preguntas. Fue hasta que se cerró la puerta del baño y lo ayudó a sentarse sobre la tapa del váter que sacó su móvil, pasó su dedo hasta encontrar las fotografías que había tomado de los bebés en los cuneros y se lo tendió a Magnus.

Magnus se sostenía con una mano temblorosa y con ayuda de Etta, tomó el aparato con su mano temblando y sus ojos se llenaron de lágrimas cuando vio la imagen: eran Max y Rafa, todavía enrojecidos y arrugados, y para él eran hermosos, sus cabellos oscuros y rebeldes como los de Alec, y sus manitas estaban juntas.

Magnus miró hacia arriba, buscando a Etta, preguntando, y ella negó con una sonrisa, sonreía por primera vez. —No, no fui yo. Ellos solos se encontraron. Creo que es algo bueno que sean dos, te extrañan obviamente, te necesitan, estuvieron contigo más de ocho meses, eres lo único que conocen, fuiste su mundo, su primer acercamiento al mundo, pero también se tuvieron a ellos. Son fuertes, míralos. Van a resistir, van a aguantar hasta que puedan estar contigo y Alexander...

Magnus sintió sus labios temblar, se limpió las lágrimas porque no quería perderse la imagen ni un sólo momento, la acarició con sus dedos como si con ello pudiera tocarlos. —¿Tú crees...?

No terminó y aun así ella entendió. Resopló. —Por supuesto. No hay forma de que no aprueben, Alexander sigue allá afuera, Magnus, negándose a moverse hasta que pueda verte, hasta que puedan volver a estar juntos los cuatro.

—Quiero...

—Yo sé, cariño, pero no les harán ninguna prueba hasta que tú estés bien. Fue una operación complicada, lo sabes. Serán días de recuperación seguramente.

—Pero... Mis hijos, Alexander...

—Vamos un paso a la vez. Ya sabes que ellos están bien. Necesito que estés tranquilo para acelerar tu recuperación y que no llames la atención, tal vez así logre sacarte un momento de aquí y llevarte a verlos...

—¿Lo harías? –Magnus se iluminó con la sola idea.

Etta asintió.

—¿Y Alexander?

En eso sí no podía ayudarlo. No a verlo. Es decir, podría sacar a Magnus de la habitación con algún pretexto, que tomara aire tal vez, y pasar frente a los cuneros, pero nunca podría dejar que tuvieran un encuentro sin que se dieran cuenta.

Para Magnus su silencio fue suficiente, pero justo en ese momento el móvil vibró en su mano. Magnus saltó e hizo una mueca cuando hubo una fuerte punzada en su vientre por el movimiento brusco. —Es Joseph –dijo, con un gemido adolorido.

—¿Por qué no respondes?

Magnus la miró mal. Estaba adolorido y cansado, quería a sus hijos y a Alec, no atender las llamadas de un desconocido que ni siquiera eran para él.

Pero Etta hizo una seña, pidiéndole hacerlo.

—¿Hola? –hizo una mueca y esperó a que la otra persona preguntara "¿Quién es?" ya que no contestaba la dueña, pero la voz que llegó provocó un sollozo en Magnus.

—Dios, no llores, Magnus –Alec rogó, aunque él mismo sonaba como si lo estuviera haciendo–. Mi amor, me has dado el mejor regalo. Magnus, te amo tanto, te necesito...









* ~ * ~ *

Ese fue su primer contacto después de la operación 😭, ¿quieren saber qué más pasó?

Tomaré en cuenta sus peticiones para algunas escenas antes del final, las que han pedido que son a futuro muy probablemente no las haga porque, como les comenté a algunos de ustedes, todavía estoy pensando si haré segunda parte de Encadenados 🙈, es muy probable que sí 😅

Encadenados (Malec Mpreg)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora