Encadenados (Malec Mpreg)

45. Besos de chocolate

Mira lo que has hecho que he caído preso, en tu cuerpo y en tu mente. Y en un agujero de tu corazón, en todo estás presente. Y la libertad, te juro no la quiero, si estoy contigo. Déjame atado a este amor 🎶

* * *

Magnus se congeló, sus ojos muy abiertos mientras Alec bajaba su rostro hasta el suyo, sus labios contra los suyos.

Se quedaron un instante simplemente con los labios juntos, sin moverse, hasta que Alec hizo el primer movimiento, un roce torpe de labios contra labios, sus manos acariciando suavemente el rostro de su encadenado.

Entonces Magnus, con un pequeño suspiro, separó sus labios, dejando entrar a Alec. Giró un poco su cuerpo, acomodándose bajo el de él. Sintiendo el momento exacto en que Alec también se amoldó contra él, sonrió contra sus labios cuando separó sus piernas y, aunque Alec se acomodó entre ellas, usó una de sus manos para ponerla sobre el vientre de Magnus, como si no quisiera dejar caer todo su peso, como si pudiera lastimarlo.

Magnus subió sus manos hacia el rostro de su encadenado, amando todo, el calor y el peso del cuerpo de Alexander sobre el suyo, la suavidad de sus caricias, y lo torpe y perfecto de su beso.

Demasiado pronto, en opinión de Magnus, el beso se terminó. Alec separó sus labios, con un sonido que hizo a Magnus reír y abrir los ojos que había cerrado en cuanto sus labios se tocaron.

Los ojos de Alec brillaban, como sus labios enrojecidos y húmedos. Magnus esperó, tratando de volver a respirar, para ver cuál sería su reacción ahora que ya no estaba perdido en la bruma del beso.

Alec se movió de encima de él, hasta quedar de lado, frente a frente, su mano resbalando de su vientre a su cadera. Con la otra acarició sus labios y luego, inesperadamente, sonrió. —Sabes a chocolate.

Magnus sonrió antes de apretarse contra él, en un abrazo.

Se habían besado y, al menos por ahora, Alec no parecería arrepentido.