Final. The happiness we hold

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Si le preguntaran a Matthew, él confesaría que simplemente le era increíble que eso pasara, que por fin su padre estuviera con la persona que siempre quiso, que ambos se perdonaron y entendiendo que el aferrarse al pasado simplemente alargó una conclusión que ansiaban.

Y si le preguntaran a Inglaterra o Francia, a pesar de ser lo opuesto el uno del otro, ambos llegaron a la misma conclusión: que protegerían al punto al que llegaron, porque en el siglo siguiente no sabrían el devenir del curso del mundo; aunque eran positivos; si pudieron pasar siglos de guerras, diferencias—y terquedad de ambos—: ¿Por qué no podrían pasar las crisis futuras?

Por su parte, Arthur reconoció sus errores, al menos consigo mismo. Incluso le mandó un presente de agradecimiento a Kiku por sus consejos. También quiso disculparse por las cosas que permitió en la guerra fría, o a quienes involucró por venganza personal contra Alemania; lo que quedaba por ese lado, era apreciar la amistad de Japón, y, quizás, reconocer el lado bueno de Ludwig.

Nunca reconocería que las maneras poco ortodoxas de Alfred fueron efectivas; principalmente no agradecería a su antigua colonia porque lo metió en el pequeño problema de lidiar con los rumores, verdaderos—en parte—, sobre su relación con Francis. No hubo mucho revuelo en realidad, algunos simplemente se encogieron de hombros, otros pensaron que primero se pelearían a puño limpio antes de comportarse cuando estaban juntos.

Lo que quizás hizo que las otras naciones no opinaran nada, es que seguían peleándose como siempre por cosas absurdas, o sin importancia en las reuniones; lo que en realidad era bueno, porque Alfred se hubiera preocupado si el cambio era muy drástico en el comportamiento de Arthur y Francis.

En cuanto a los cambios fuera de la mirada pública, eran pequeños, y bien recibidos. El que más le sorprendió a Francia, fue que Inglaterra podía pensar en detalles considerados románticos.

—¿Flores? —frunció el ceño el galo cuando salió de la cocina en su casa en París al escuchar que tocaban la puerta.

—¿Tienes algún problema con ello? —Inglaterra arrugó la nariz sintiéndose expuesto afuera de la casa de Francis con un ramo de rosas—. Como tú te ofreciste en invitarme a cenar, pues yo... ¡Sólo tómalas! —Estiró sus brazos con el presente, sonrojado y no pudiendo evitar gritar por lo apenado que estaba.

—Non, no es ningún problema —negó riendo Francis con la reacción de Arthur—. Es que...es una sorpresa, y no tendría problema si se repite.

Cuando estaban solos se notaban las diferencias. Francis no podría describir lo importante que fue cuando Inglaterra se disculpó por sus palabras en el pasado, y lo acompañó a presentar sus respetos a la Santa en el río Sena en la fecha en que siempre iba a recordarla.

También ambos hablaron de lo que pasó en aquella primera—y desastrosa—cena que tuvieron juntos fuera de asuntos profesionales. Arthur explicó vagamente las razones de su actitud en ese momento, y en el pasado. Francis pensó que con eso podría dejar en el olvido ese día.

Cambiar la forma en que se comportan el uno con el otro fue extremadamente fácil para Francis, siendo el romántico y pasional hombre que era—no por nada se había ganada su fama—, el mostrarse cariñoso y atento no le requirió gran esfuerzo; no así con Arthur, pero iba abriéndose poco a poco con él; Francia apreciaba el esfuerzo. El galo no tenía problema en ser paciente, si eso garantiza que podría ver ese Arthur oculto que se develó con ese arrebatador beso.

Que Francis no anticipará que esa parte agresiva del británico se mostraría sin necesidad de insistencia de su parte. A veces a Francia se le olvidaba las costumbres y actitudes de Arthur cuando fue pirata.

Lost, In You [Hetalia] [UkFr]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora