Epílogo. And then, I was with you

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La verdad es que no sabía cuánto llevaba en esa esquina de la habitación, intentando refugiarse del mundo, del dolor que se había vuelto su fiel acompañante. Debió parecerle inusual que los movieran de las celdas a las casa de Alemania y Prusia, pero no preguntó, estaba demasiado débil y roto para que le importara ya.

En el tiempo que llevaba en esa casa, los interrogatorios se detuvieron sin explicación alguna, y la verdad, tan entumido como estaba del constante dolor, como de tener su tierra ocupada, no pensó en explicarse porque habían ocurrido tantos cambios. Lo único que le importaba, es que esa guerra terminara, una posibilidad en la que comenzaba a perder esperanzas.

A veces, para no caer totalmente en la oscuridad de su miedo o en la idea de rendirse, le gustaba continuar pensando en cómo sería el momento en que vinieran a rescatarlo, se empecinaba en creer que vendrían por él, aunque se le hacía cada vez más difícil. Para darse un poco de consuelo, o no olvidar quien era, le gustaba sumergirse en memorias pasadas, lejos de la muerte y la guerra.

Le gustaba pensar en los campos vírgenes de civilización donde se conocieron Arthur y él. Recordaba las praderas en las que caminaban, y el árbol que elegían para encontrarse, aún sin renegaran de ello; todas esas memorias fueron las que lo salvaron de caer en la desesperación, o de perderse a sí mismo.

Se refugiaba en el pasado cuando eran niños, pequeñas naciones, recordando lo simple y feliz que la vida era. No se dejó olvidar la idea, la fe, en que alguien vendría por ellos, que los sacarían pronto: fueron años muy difíciles, en que se esforzó en mantener esas ilusiones que les daban fuerza.

Cuando vio por esa puerta entrar a Arthur, no pudo evitar que el miedo y el deseo de ser libre se antepusieran, haciéndolo incapaz de reconocer amigos o enemigos. Pero su cuerpo recordaba mejor, porque este se dejó abrazar por esa nación que conocía muy bien, se dejó envolver por la calidez de Arthur, entonces no pudo contener sus lágrimas.

Arthur lo consoló, lo meció en sus brazos como estuviera tratando con un niño perdido y asustado, aunque en su condición no estaba muy lejos de serlo. Se aferró al uniforme de Inglaterra, se sintió feliz de escuchar a su hijo, así que no detuvo el torrente de emociones, no cuando al fin tenía la oportunidad de sentirlas a viva piel. No le importó que los soldados lo vieran tan vulnerable, no cuando estuvo a punto de perder toda esperanza.

Sus sollozos se tornaron en un llanto imparable.

No quería ser débil, pero suponía que en ese momento estaba bien.

Ya todo estaba bien.

Cuando lo abrazó Arthur y se dio cuenta que ya todo había acabado, entonces se permitió sacar todo lo que se había tragado en su encierro.

Y creía que todo cambiaría, que incluso lo que les ataba al pasado ya no importaría, se dijo que todo podía ser diferente.

Porque todo estaría bien.

Lost, In You [Hetalia] [UkFr]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora