2. Not all wounds fade away

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Los recuerdos y la vida son los aspectos que sobran a existencias eternas, que cargan con el alma de aquello nombrado una nación.

Memorias, arrepentimiento y nostalgia son las consecuencias de siglos y siglos de vivir sin un final. Arthur Kirkland, quien carga el alma de la misma Inglaterra, suele ver sus memorias de manera distante, para poder dejar sus arrepentimientos.

Todas las naciones lidiaban con sus memorias de muy diferentes formas. Algunas motivan a su gente a escribirlas, otras prefieren dejarlas atrás.

Sin embargo, Inglaterra tiene varias memorias que por orgullo no admitiría que le son preciosas, como era esa época en que era una nación en sus inicios, en algo similar a su infancia; esas décadas en que Francia también era joven, una nación pequeña y que pasaba las tardes con él.

Ambos se peleaban, pero creía que en realidad fueron felices. Inglaterra reconoce que fue su decisión y codicia lo que rompió su relación, o lo que estaba naciendo entre ellos.

A veces cuando veía el rostro de Francia, recordaba la rabia y tristeza tras la muerte de Jeanne, un recuerdo que chocaba con los tiempos donde podrían decir, fueron inocentes.

Cuando Francia en ese breve tiempo le sonreía, solía cerrar un poco sus ojos, mientras recostaba su cabeza en sus brazos cruzados que descansaban sobre sus rodillas dobladas.

Solía hablar con amabilidad y ternura a Inglaterra. La guerra comenzó entre ellos, y las cosas cambiaron, inevitable por supuesto.

Quería cambiar las cosas, recuperar lo perdido mucho, mucho tiempo atrás, sabía que era la única forma, las heridas no se iban, después de todo eran existencias que nunca podrían olvidar, pero si podían intentar formar algo de lo que quedó.

Los intentos eran torpes, y en los últimos días había buscado excusas para tener algo del tiempo e Francia, e intentar crear momentos agradables con él. Algunas de esas reuniones, eran por cosas tan banales como comer dulces británicos y comprobar que su cocina no era tan mala.

— ¿Arthur? —Francis llamó extrañado, y algo indignado por ser ignorado por Inglaterra, quien fue él que lo invitó con esa excusa tan extraña—. Si vas a ignorarme, prefiero tomar esa cerveza americana de Alfred con su espantoso sabor, Cher.

—Ni que tu vino fuera tan bueno, rana —contestó irritado con la nada agradable actitud de Francis.

Las cosas para ganar la simpatía de Francia y dejar los conflictos atrás, no iba nada bien; culpa de ambos en realidad.

Los intentos de Inglaterra para crear las excusas y ocasiones para con el afán de acercarse a Francia tenían resultados muy diversos: algunas exitosas, otras ganaban alguna discusión entre ambos.

Francis miró un poco harto el rostro enfurruñado de Arthur. La situación en Europa era por demás complicada, y los desplantes de Inglaterra estaban consumiendo mucha de su energía, no sólo personalmente, sino con ciertos comportamientos durante las reuniones con otras naciones.

Arthur por supuesto, no era del todo consciente de lo agresivo que llegaba a ser con Francia, a veces demandante—especialmente cuando Escocia, viejo aliado de Francia estaba cerca—. El estrés y la carga política eran suficiente para aumentar la tensión.

¿Cómo pudo perderse todo el cariño que se tenían cuando niños? ¿No quedaba nada? Eran las interrogantes de Arthur; se habían hecho mucho daño, era consciente, ni siquiera el olvidaba la muerte de Jeanne, una joven inocente, mártir de la guerra.

¿Su esfuerzo era inútil? Sabía que ser sincero podría ser la clave, pero sus labios se veían sellados con la idea de exponer sus sentimientos.

Lost, In You [Hetalia] [UkFr]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora