12. The things that cannot be said

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París, finales de 1950

Francia entornó sus ojos azules en la expresión huraña de Inglaterra, quien desvió la mirada tras no soportar el intenso examen del galo. Pensó que definitivamente venir sin un plan para ver a Francis no fue tan buena idea.

¿Por qué había venido Arthur? No tenían ningún asunto que tratar en esos días, además que estaba ahogado en trabajo y papeles organizando su gobierno destituido. Sin mencionar que la tensión entre Alfred e Iván también les estaba pasando factura a ellos.

—¿Cómo estás? —Inglaterra quiso creer que su sonrisa no parecía una mueca incomoda, aunque no era muy positivo en eso.

Francia se sintió un poco ofendido con la súbita amabilidad de Arthur, considerando lo de Yalta y la forzosa manera en que manejo su gobierno esos primeros años. Aún estaba enfadado, y su disgusto no menguaba; hacía poco se enteró de que Matthew estaba también metido en asuntos que no le beneficiaban, ni le correspondían en esa insufrible "Guerra Fría".

—¿Qué pretendes simulando que te preocupas? Tú siempre me has odiado —declaró sin dudarlo. En ese momento, Arthur sintió su cuerpo tensarse y su mano temblar un poco derramando el té que le ofreció Francia—. Pero estoy bien, sorprendentemente sin ti, Monsieur.

No esperaba una respuesta así de amarga de Francia, no con ese enojo tan evidente.

France, sólo escuche que tu jefe ha comenzado a tratar asuntos con Alemania, y no estoy seguro de que sea bueno para ti —respondió él bajando su mirada, con un tono mordaz que ni él pudo controlar.

—Oh, ya sabía que venias por algo de tu interés —suspiró, decidiendo dejar su enojo de lado al que no le veía realmente uso; no tenía ánimo de discutir con su rival—. Mi jefe y yo veremos qué es lo mejor para nuestra nación. Y te puedo asegurar que las cosas han cambiado. ¿Qué tal sigues tú? ¿Metiéndote en los asuntos de Alfred?

Esa declaración le dolió, al punto que no tuvo el orgullo de esa conversación, no el valor de probar que su preocupación por Francia era honesta.

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No iba a negar que le gustaba la atención y los detalles; pero viniendo de Inglaterra, y esa forma casi de acosador encubierto con que le daba sus atenciones, le estaba comenzando a poner de nervios. ¿Tal vez buscaba dejarlo mal y burlarse de él después?

Una mañana, durante uno de esos raros desayunos en los que se veían atrapados—por situación de que sus horarios llegaran a coincidir—, terminó por no soportar más toda atmosfera inquietante, y perdió la paciencia.

—¡Es suficiente, Angleterre! —gritó mirándolo a los ojos. Arthur que saltó casi de su silla por la inesperada situación, frunció su ceño sin una buena razón de que estaba pasando—. ¿Qué pretendes? Con todas las cosas que dejas en el cuarto, y tu extraño, muy extraño, interés en conversaciones normales conmigo. Mon dieu, ¿Qué planeas?

—No pla-planeo nada, Francia —Se maldijo por tartamudear, y esperaba que su sonrojo no fuera evidente—. No estoy haciendo nada, es tu costumbre de agrandar tu ego —masculló con su taza de té cubriendo sus labios.

Bien, esa no había sido la mejor respuesta, y Arthur estaba consciente de que eso fue un claro retroceso. ¿Por qué en ese momento volvió a su negación? Odiaba a Francia por tomarlo por sorpresa.

Francia ladeo la cabeza claramente inconforme con las excusas de Arthur. Suponía que realmente no habían segundas intenciones con los gestos del británico, quizás, sólo quizás, su antiguo rival si estaba preocupado. ¿Podía ser que genuinamente quisiera cuidarlo?

Podría vengarse un poco por alterar sus nervios.

—Vaya, supongo que es inevitable cuando desean tanto, tu compañía, non? —dijo con una sonrisa, y recogiendo sus platos del desayuno dispuesto a limpiar.

Arthur casi se ahoga en su té.

No obstante, su día no siguió el curso planeado, o tranquilo que le hubiera gustado.

—¿Alfred? —¿Qué estaba pasando?

Hey, Iggy! —saludó sin contener su entusiasmo, entrando a la casa de Inglaterra sin esperar que este le dejara pasar. Agradecía que no estuviera Francia.

What the bloody hell, Alfred!? —cuestionó molesto.

Dude, vine a ver como estabas, ¿esta Francia? —dijo el americano, echando un vistazo a la sala del británico.

Lad! —exclamó exasperado—. Primero explícate, y de paso recuerda algo de modales.

—Bien, bien —aceptó levantando las manos para calmar al Reino Unido—. Debes enojarte menos, Iggy.

—¡Alfred!

Fine, fine. Calm down, dude —negó con la cabeza desaprobando la impaciencia de Arthur—. Hace unos días....

Alfred relató el cómo llegó—sin pedir permiso—a la casa de Matthew para visitarlo. Al seguir el sonido de la voz de Canadá, lo encontró teniendo una extraña conversación sobre Francia. Por supuesto tenía que investigar para confirmar que todo estuviera bien. Después de aturdir a su hermano con suficientes preguntas y e insistencia, su hermano termino por decirle lo que estaba pasando.

Alfred escuchó sorprendido sobre los sentimientos de Arthur, su problema, y la desastrosa cena que Inglaterra tuvo con Francia.

—Y vine a salvarte —finalizó confiado el americano, con esa típica sonrisa de él que mostraba todos sus dientes—. Había visto citas desastrosas, pero sí que te metiste en una situación complicada, dude.

—Intenta hacer algo, y le digo a Matthew quien fue él que se comió el pastel de cumpleaños que le envió Francia —Se cruzó de brazos y miró con determinación a su antigua colonia.

Alfred sabía que no bromeaba.

Ok —bufó con expresión encaprichada, e imito la pose de Arthur—, ya entendí que no quieres que te molesten. ¿Al menos puedo quedarme mañana? Mi jefe me encargó unos recados.

—Sólo no molestes a Francia —murmuró, y miró rápidamente a Alfred al darse cuenta de lo que había dicho—. ¡No!, quiero decir, ¡No me generes problemas, Alfred!

Estados Unidos observó en silencio a la nación europea largos segundos. Al final terminó por reírse con ganas, dándole una palmada al británico con suficiente fuerza para lograr que este tuviera que dar un paso al frente para no caerse.

Great! Supongo que puedo reportarle a Mattie que te estas esforzando. —Siguió riendo con las manos en su cadera, y un Arthur muy avergonzado reclamándole.

Pero comenzaba a ser más fácil ser honesto, admitir sus emociones. Sentía que su miedo de decirle todo lo que sentía a Francia podría irse pronto.

Lost, In You [Hetalia] [UkFr]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora