capitulo 1

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-¿Qué hora es?.

Aquella voz fue casi audible en la penumbra de la habitación. Alfred sintió aquellas piernas largas y femeninas moverse sobre las suyas de forma sensual, y la boca de ella besarlo con deseo en el cuello, su cuerpo caliente hizo que se estremeciera y su pecho rozo sus pezones ya endurecidos.

-Hora de amarte, mi vida...

Escuchó el susurro de ella con aquella voz suave, ronca y sensual que lo dejó inmóvil sobre las sabanas. Aquellos suaves dedos acariciaron sus rizos mientras sus labios seguían siendo investigados. Alfred colocó sus manos en la base de la columna de ella y sus dedos se deslizaron casi sin querer hasta sus glúteos. Ella levantó la cabeza sonriendo con sensualidad y se irguió sobre él haciendo que Alfred sintiera que explotaría de deseo en cualquier momento. Llevó sus dedos hasta los pezones de ella sin poder aguantarlo más y comenzó a acariciarlos pacientemente, ella sonrió de nuevo arqueándose y gimiendo con suavidad. Su cuerpo se veía perfecto bajo la luz de la luna que se filtraba por la ventana de aquella habitación, un cuerpo que él había ansiado tocar desde hacía tanto...otro gemido lo hizo tensarse y la vio mirándolo con los ojos entornados.

-Hazme el amor, Alfred...te necesito...-La sintió sentarse sobre su miembro completamente endurecido y siseó sin dejar de acariciarle los pezones. Ella se mordió el labio inferior soltando una risita y comenzó a mecerse lenta y pacientemente.-Oh, Alfred, Alfred, Alfred...

-¡Alfred!.-Alfred abrió los ojos de golpe dándose cuenta de que estaba babeando la almohada.-Joder, tío...-Carcajeó Rafael.-Lamento interrumpir tu sueño pero recuerda que el partido es hoy.-Alfred frunció el ceño al ver a su amigo levantarse de su cama.

Él estaba durmiendo en un colchón junto a la cama, se habían ido de marcha la noche anterior y ya que tenían partido de futbol ese sábado habían decidido que él se quedaría en su casa.

-¿Qué hora es?.-Preguntó y las imágenes del sueño regresaron a su cabeza, otra vez había soñado con ella...

-Las diez y media.-Miró a su amigo divertido de pie junto a él.-Joder, ¿Qué estabas soñando?.-Dijo mirando la entrepierna de Alfred que se veía algo crecida aun debajo de la manta. Alfred suspiró colocándose una almohada en la cara.

-Mejor no preguntes.-Rafael rió y le dio una patada antes de caminar hacia la puerta.-Venga, no tardes chico cachondo, que mamá ya debió preparar el desayuno.-Alfred se puso tenso.

-Si, vale...

-Creo que deberías ir a la ducha tú primero.-Dijo riendo y saliendo de la habitación. Alfred frunció el ceño y quitándose la almohada de la cara se sentó con lo ojos cerrados.

¿Por qué le pasaba esto?, era algo que por mas que intentara no podía...no podía hacer que no ocurriera mas, cada vez eran mas frecuente sus sueños con ella y estaba a punto de volverse loco.

¿Cuántos años tenia yendo a la casa de su mejor amigo? Desde siempre, ahora ambos tenían veinte años y era toda una vida juntos, ¿Por qué coño le pasaba esto ahora?, no debía pasarle, ella era completamente prohibida, ella estaba en otro nivel, en otra liga, ella era como una montaña completamente inalcanzable con la que un explorador inexperto como él no podía ni siquiera soñar...ella era...ella era la madre de su mejor amigo.

-Ah, bien...veo que os habéis despertado.-Alfred se sobresaltó colocándose la almohada sobre aquel bulto debajo de las sabanas, mirando a Amaia que lo veía sonriente desde la puerta. Ay no...-¿Dónde esta Rafa?.-Preguntó con su tono amable de siempre, pero Alfred solo podía escuchar esa misma voz diciendo su nombre en jadeos...-¿Alfred?.-Alfred se dio cuenta de que le estaba mirando los pechos que se veían apretados en una camiseta de andar por casa.-Tienes mala cara, cielo, ¿estás bien?.

Permiteme SeñoraWhere stories live. Discover now