Amaia se preguntó si todo eso no había sido producto de las hormonas de esa mañana. ¿Cómo había sido capaz de mirar a Alfred de esa forma?, en realidad le había sido inevitable. Aunque estaba igual de alto que su hijo, no parecían tener la misma edad, Alfred se veía mucho mas mayor, y bastante...
-¿Amaia?.-Amaia miró a Ángel que la veía interrogante.-¿Vamos o no?.-La tomó por la cintura besándola en la mejilla. -¿O prefieres hacer otra cosa?. –Dijo sensual separándose para mirarla.-Mira que hace tiempo que me tienes abandonado...-Sus labios le dejaron un beso prometedor en el cuello. Amaia cerró los ojos estremeciéndose y abrazó a Ángel, su Ángel como le decía ella. Ángel era amigo de su editor, lo había conocido en una fiesta de navidad que había hecho la editorial para la que Amaia trabajaba. No había sido amor a primera vista, pero si al menos atracción a primera vista, Ángel era alto y su cabello era de un oscuro tan brillante que Amaia a veces pensaba que tenía el cabello más bonito que el de ella. Su sonrisa era amplia y bastante contagiosa, y lo más importante, tenia treinta y seis años, un años mas que ella, no era un niño de veinte...pensó frunciendo el ceño. Tenia que sacarse de la cabeza la imagen de los brazos y la espalda de Alfred, no estaba bien, ella no era una pervertida.
-Es mejor que vamos, no quiero que Rafa se moleste.
-No creo que se de cuenta de que llegamos un poquito tarde...-La empujó hasta que la espalda de Amaia quedo contra la pared. Luego tomó sus labios desesperadamente y ella rió tomándolo por la nuca.-No tardaremos mucho...-Le susurró metiendo la mano debajo de la camiseta de Amaia. Ella agradeció ese contacto contra su piel y gimió en el cuello de él.
Ángel la besó de nuevo y colocó las piernas de Amaia alrededor de su cintura juntando su cadera con la de ella, Amaia sintió su excitación allí palpitante y su cuerpo ardió de deseo. Sus manos acariciaron los músculos de la espalda de él y él llevó sus labios de nuevo al cuello de Amaia, quien cerró los ojos sonriendo a medias, pero cuando de su boca estuvo a punto de salir algo que no debía ni siquiera pensar, se paralizó. Ángel lo notó y levantó la cabeza mirándola.
-¿Amor?.
-Es mejor...es mejor que nos vamos.-Ángel frunció el ceño.
-¿Qué pasa?.-Amaia lo apartó regresando sus pies al suelo.
¡¿Cómo es que había estado a punto de soltar el nombre de Alfred allí en pleno apogeo?. ¿Qué coño te pasa, Amaia?.
-Nada, no quiero llegar tarde, venga.-Pasó a su lado sin mirarlo cogiendo su bolso y yendo hacia la puerta, Ángel la miró sin entender y con las ganas con las que lo había dejado su novia.
Alto, rico y con cara de empanado. Alfred se colocaba las zapatillas para salir a calentar al campo sin poder sacarse esa imagen de la cabeza. El tal Ángel estaba vestido esa mañana con ropa muy fina y con esa cara de...ató las agujetas aun cabreado y se dijo que tenia que dejar de pensar en eso, Amaia tenia todo el derecho del mundo de tener un novio, era una mujer sola que había sacrificado su vida por su hijo, y ahora que este estaba crecidito era la hora de que ella retomara su vida...pero no con ese tío tan...tan...
-¡Eh, venga!.-Alguien lo llamó desde dentro del campo y Alfred levantó la vista corriendo hacia allí.
El novio de Amaia no era su problema, o al menos eso necesitaba pensar. Cuando tuvo el balón en sus pies, supo que al menos ahora tenía con quien desquitarse. No podía estar toda su vida así, necesitaba sacarse esa maldita obsesión con Amaia de la cabeza, pero cada vez que lo intentaba, una nueva mirada de ella, una nueva sonrisa...lo hacia caer. ¿Cómo es que había terminado tan enamorado de ella?, no lo sabia, tenia la sensación de que había pasado desde siempre.
-Alfred, aquí...-Rafael le gritó desde una gran distancia y Alfred acomodó el balón cogiendo distancia para hacerlo llegar hasta donde estaba su amigo. Pero entonces sus sentidos como siempre lo alertaron, la vio por el rabillo del ojo, estaba allí, muy cerca, observándolo. Giró la vista inevitablemente y entonces la vio. Ella sonrió saludándolo y Alfred sonrió a medias levantando también la mano. Eso...eso justamente era lo que hacia que él no pudiese dejar de desearla, de...de...el balón viajó hacia donde estaba Rafael luego de recibir una gran patada por parte de Alfred.
Esto tenía que acabarse.
-¿Alfred?.-Alfred se sobresaltó al escuchar aquella voz. ¿Se estaba volviendo loco realmente?, ¿su mente le estaba haciendo aquello?.-Alfred, cielo...-Vio que Amaia se asomaba desde la puerta de su habitación y se dio cuenta de que ella realmente lo llamaba, que no se estaba volviendo loco...al menos no del todo.
-¿Si?.-Amaia lo veía asomada desde la puerta. Ese día habían ido allí a estudiar para un examen, y no solo había ido él, estaban también otros chicos del grupo, estaban todos en el salón pero él había ido a la habitación de Rafael a buscar su ipod que había dejado allí ese sabado cuando habían ido al partido, que por cierto ganaron sin problemas.
-¿Podrías hacerme un favor?.-La cara de Amaia parecía apenada.
-Claro, dime...-Se acercó a ella y se dio cuenta de que su pulso como siempre se aceleraba, pero últimamente había dejado de sentirse como un tonto, era como si se hubiese comenzado a acostumbrar a todo lo que Amaia le hacia sentir.
-Ven aquí...-Lo tomó del brazo y lo hizo entrar en la habitación. Alfred nunca había estado allí, ni siquiera había soñado con estar allí. Todo estaba decorado con colores pasteles, muy acordes con la personalidad dulce de Amaia, pero con algunos matices mas duros, que revelaban que su vida no había sido demasiado sencilla.
Miró hacia donde se encontraba la cama y vio allí varios vestidos, era una cama grande...muy grande en donde dos personas podían...
-Veras, es que se supone que hoy saldré con Ángel, y estoy desempolvando un poco algunos vestidos.-Alfred se giró para mirarla a ella y la vio enfundada en un vestido blanco muy sencillo...demasiado sencillo, "sencillamente doloroso", pensó apretando los puños al ver las curvas perfectas de su cuerpo debajo de la fina tela.-Pero con este necesito ayuda.
Se giró para que Alfred se diera cuenta a que ayuda se refería y él apartó la vista enseguida. La visión de su espalda era mas de lo que podía soportar, no podía, simplemente era demasiado...no me lo pidas, por favor...
-¿Podrías ayudarme a subir la cremallera?, es que creo que esta atorada.-El gimió para sus adentros y tragó hondo aspirando un poco el aire que le faltaba, un gran error, porque el olor de ella le inundó las fosas nasales haciendo que temblara.-¿Alfred?.-Lo miró por encima de su hombro.
-Si, claro, claro...-Se acercó, no demasiado, y tomó la cremallera con dos de sus dedos y la tela del vestido con la otra mano, procurando no tocar a Amaia en ningún momento. La cremallera llegaba hasta el final de la espalda en donde se podía ver donde comenzaba el trasero...cierra los ojos Alfred, solo cierra los ojos...comenzó a subirla pero la cremallera parecía estar realmente trabada.
-¿No se puede?.-Escuchó la voz de ella y abrió los ojos. Su pelo estaba suelto y caía sobre uno de sus hombros mientras ella mantenía la cabeza baja. La visión de su cuello era magnifica...sin tan solo pudiera...
-No, no se puede.-No supo si aquello fue una contestación a la pregunta de Amaia o a sus propios en indebidos pensamientos.
-Que lastima, me había decidido por este...
-Espera, creo que ya...-La cremallera cedió subiendo lentamente, Alfred recorrió con la mirada una vez mas la espalda de Amaia y se dio cuenta que no estaba respirando.
-Gracias, cielo.-Se giró sonriente pero terminó frunciendo el ceño.-¿Alfred...?.
-Nada, cuando quieras.-Le dijo sin mirarla a la cara y saliendo de allí como una bala hacia el baño. Amaia se asomó en la puerta confundida viéndolo entrar en el baño. Miró cerrarse la puerta y se acercó.
-¿Alfred?.-Alfred temblaba dentro del baño caminando de un lado a otro.
-¿Si, Amaia?.
-¿Todo bien?.-El comenzó a quitarse los vaqueros...no aguantaría mucho mas.
-Estupendamente.
"Se estaba preguntando que era lo que le pasaba con aquel hombre. El era alto y fuerte, y se veía tan intimidante que..."