CAPITULO 20

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Capitulo 20

Iba caminando sola por la calle, cuando me detuve en seco. Volví a retomar la marcha, pero volví a pararme. Me daba la impresión de que alguien me llamaba, y en efecto, alguien me llamaba, y su voz era cada vez más fuerte. Sentí como alguien posaba su mano en mi hombro, me giré, y los ojos marrones oscuros que había estado temiendo desde el día anterior.

-Por fin te alcanzo –dijo el hombre mirándome a los ojos- como me alegro de verte –intentó abrazarme pero yo me aparté bruscamente

-No, no te me acerques –dije

-Pero ¿qué mierda dices? –dijo enfadado

-Lo que oyes, no quiero volver a saber nada de ti –dije caminando hacia atrás

-Oye, no tienes derecho a hablarme así -dijo agarrándome de los hombros y zarandeándome- soy tu padre ¿recuerdas?

-Para mí es como si no lo fueras. Un padre real no nos hubiera hecho lo que tú

-¡Oye! No me hables así, no sabes todo por lo que tuve que pasar por vuestra culpa

-¿Perdón? Nosotros no tenemos la culpa de que tú seas un amargado y un desgraciado. No te diste cuenta de que tenías una familia que te quería, que haría lo que fuera por ti. No, en vez de eso pensaste en todo lo que tendrías que renunciar, en lugar de todo lo que conseguías, y para afrontarlo, te diste nada más ni nada menos que a la bebida.

-No vuelvas a hablarme así –dijo muy enfadado. Sus manos temblaban, y eso hizo que me asustara, ya que siempre que le temblaban significaba que entraba en cólera

-Solo digo la verdad, eres un cobarde –hice una pequeña pausa- ¡y un alcohólico!

En aquel instante sentí como su puño impactaba contra mi cara. El golpe fue tan duro que caí al suelo. Miré la mano con la que me cubría la cara; estaba llena de sangre. Alcé la cabeza para mirar al agresor.

-¡Socorro! ¡Ayuda! –grite con todas mis fuerzas

Pero entonces, mi padre me dio un puñetazo en la garganta, justo en la tráquea, y esto fue suficiente para que no pudiese seguir gritando. Estaba mareada, cada vez me salía más sangre de la boca y la nariz, y gracias a la tensión y a los puñetazos, sentí como iba perdiendo poco a poco el conocimiento. Cerré los ojos, y antes de que cayera completamente al suelo, de mi boca salió la palabra “papá”. No era capaz de abrir los ojos, pero pude escuchar una conversación:

-¿Qué haces imbécil? –dijo una voz masculina que me era conocida

-¡Suéltame cabrón de mierda! –dijo mi padre

-Koldo ve con (Tu) ya le tengo inmovilizado a este –dijo de nuevo de la voz conocida

-Vale –escuché esto y sentí como unos brazos fuertes me agarraban- Eneko dame el móvil creo que será mejor llamar a la policía, y tal vez también a una ambulancia

Escuché esto último, y perdí por completo el conocimiento. Me desperté tumbada en una pequeña camilla. Me incorporé un poco con un tremendo dolor de cabeza. Miré a ambos lados, seguía en la calle, pero me encontraba en frente de una ambulancia, y había varios coches patrulla.

-Por fin te despiertas –dijo una chica rubia que salía del interior de la ambulancia- Hola, me llamo Nora, soy enfermera

-Hola, ¿qué ha pasado? –pregunté tocándome cuidadosamente la mandíbula ahora hinchada con la mano

-Verás dos chicos vieron que un hombre te pegaba, así que fueron en tu rescate

-Y ¿sabe quiénes eran aquellos chicos?

-Bueno, puedes preguntárselo tu misma, están aquí –dijo señalando a dos chicos que se acercaban, y luego volvió a meterse en la ambulancia

-(Tu), menos mal que estás bien –dijo Koldo abrazándome

-Eneko, Koldo, me alegro tanto de veros –dije levantándome y dándole otro abrazo a Eneko

-Menos mal que estábamos ahí, aquel hombre de estaba dando una gran paliza –dijo Eneko

-Si, pero ¿qué fue lo que pasó? ¿Por qué empezó aquel hombre a pegarte? –preguntó Koldo

-Yo… -tartamudeé, no estaba lista para que nadie supiera la verdad- verán es que… -en aquel momento Nora interrumpió

-Chicos, creo que deberían dejar que (Tu) descansara, han sido unos golpes muy feos

-Claro –dijo Koldo- Nos veremos pronto (Tu) –dijo mientras él y Eneko se alejaban

-Tranquila, no creo que sospechen –me susurró Nora y la miré perpleja- tuvimos que ver tu identificación, y vi que eras la hija del agresor

-Ah… -dije mirando al suelo con vergüenza

-¡Eh! No te pongas así, tú no tienes la culpa de nada

-Lo sé, pero es que no es fácil asumir que a la persona a la que más miedo tienes en esta vida es tu padre porque es un alcohólico que en cualquier momento puede perder el control de sus actos

-Lo se –dijo Nora, parecía que no sabía que decir para animarme- mira (Tu), eres una chica muy guapa, amable con la gente, y por lo que veo tienes buenos amigos. Eso es lo que tiene que importarte –se quedó pensativa un instante mirando al suelo- y ¿sabes qué? Aun que creas que no, tal vez lo mejor que puedas hacer es contar la verdad; pensarás que es una estupidez, pero te aseguro que te sentirás mucho mejor pudiendo compartir esto con alguien más

-¿Eso crees? –pregunté perpleja

-Si –dije abrazándome- mira, lo mejor que puedes hacer ahora es volver a casa, creo que ya estás en condiciones de caminar –dijo ayudándome a levantarme

-Gracias Nora, me alegra haberte conocido –dije dedicándole una sonrisa

-Lo mismo digo –dijo devolviéndome la sonrisa

Me despedí de Nora, y empecé a caminar por la calle, pero antes de tomar el camino a casa, miré a un coche patrulla, y dentro estaba mi papá que no paraba de pegar los cristales del coche con los puños y gritaba sin cesar. Dentro de mí albergaba furia y odio, tanto que no pude evitar esbozar una pequeña sonrisa al verle dentro de aquel auto. Tal vez tendría suerte, y lo llevarían a la cárcel o a un centro de desintoxicación, y no tendría que volver a verlo jamás.

Fui caminando hasta casa, pero me paré antes de abrir la puerta. Lo cierto era que no deseaba estar sola en aquel momento, había sido un día demasiado intenso, y más que nunca deseaba estar con alguien. Así que me metí en la camioneta que me regalaron mis padres por mi decimo-octavo cumpleaños, y lo puse en marcha. Por mi cabeza pasó la idea de ir a casa de Andrea, pero de pronto recordé una cosa, así que bruscamente di media vuelta y me dirigí en la dirección opuesta. No conocía muy bien en camino, pero seguí a mi instinto, y al final llegué a mi destino. Aparqué el coche, fui a la puerta de la casa, y toqué la puerta esperando a que me abrieran. De pronto se abrió, y alguien salió a recibirme.

-Hola (Tu), ¿pasa algo? –dijo

-Hola Louis, ¿puedo quedarme aquí esta noche?

Un choque afortunado Donde viven las historias. Descúbrelo ahora