XXI

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Los pasillos de aquella casa le resultaban muy familiares, más incluso que los de su propio hogar en Seúl. Había paseado por allí tantas veces que le era imposible no reconocer cada recoveco de la gigantesca estructura como la palma de su mano. En este caso, y después de no haber podido encontrar a nadie en la cocina ni en el salón, le tocó subir las escaleras hacía el primer piso en búsqueda de la persona propietaria de esa casa.




Oscuridad absoluta le dio la bienvenida, no extrañandose en lo absoluto por la falta de luz en ese sector de la casa. De vez en cuando, él se ponía muy melancólico debido a causas que prefirió ignorar conocer.




La esbelta figura del tailandés fue lo primero que sus ojos vieron al entrar a la única habitación que se localizaba al final del pasillo, siendo que este ni siquiera fue a verlo en cuanto el sonido de la puerta principal abriéndose anunció que ya no estaba solo en casa. Detalló sus gestos con lentitud, encontrándose con unos hombros ceñidos y una mirada fija al ventanal que daba vida al cuarto con la luz que se filtraba a través de él. Evidentemente, estaba esperando una respuesta.




— Lo he dejado ya.




Inmediatamente anunció eso, él volteó.




— ¿Qué has dicho? — abrió los ojos.


— Todo mi equipaje está abajo. — lo miró con severidad. — He hecho lo que me pediste. Dejé a Mark por ti.




John Seo se acercó hacía Chittaphon, que, estoico, no parecía querer moverse.



— ¿En verdad hiciste eso? — apretó sus mangas de seda con fuerza.


— Me dijiste que si no lo hacía, ya no podríamos seguir viéndonos. — estando frente a frente, el alto levantó su mentón con la punta de los dedos. — Y aquí me tienes. Te escogí a ti, ¿satisfecho?




John Seo observó como el contrario se mordió los labios, deslizando su mano por su brazo hasta llegar a sus hombros y tirar de ellos con fuerza. No rechazó ese beso, considero que se merecía eso y mucho más debido a todo lo que tuvo que pasar para llegar allí. Los lloros del rubio nunca le parecieron tan insoportables hasta esa noche, y se alivió de estar en brazos de quien siempre le dio todo desde un principio.




— ¿Te cuidaste, no es así? — preguntó  su acompañante entre jadeos, mientras él mordía sin nada de cuidado su cuello.


— Las últimas veces no. — explicó, sacándose la corbata y, acto seguido, desprendiendo su camisa. — Pero estaba inyectandose. No habrá más sorpresas por su parte.


— Bien. — besó sus labios con apremio. — Porque de ahora en adelante me perteneces.


















































Half » JaeYong; NCTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora