Capítulo 9: La nueva Elliana

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Capítulo 9: La nueva Elliana

Elliana:

Volver al trabajo nunca fue tan satisfactorio. Ingrid se pensaba que era una blanda, pero esa faceta mía estaba cambiando. Ya no me dejaría pisotear por los demás, menos por ella y Lillian, su perrito faldero. Era hora de ponerlas en su lugar.

Tuve otro encontronazo con ellas. Al parecer, a Ingrid no le gustó para nada que me defendiera de ella el otro día. Seguía buscándome las cosquillas la condenada. Bien, ¿quería jugar? Jugaríamos.

La mañana había sido muy productiva. Había traducido mucho más de lo que esperaba y, por ello, había adelantado bastante el trabajo de la tarde. Me sentía muy satisfecha conmigo misma, la verdad. Mi trabajo me apasionaba y me sentía afortunada de poder formar parte de aquella editorial.

Mi intención de la tarde era la de continuar tecleando. Sin embargo, cuando fui al baño a cambiarme de compresa, me encontré con Lillian Murray e Ingrid Land. No sé si fue casualidad o no, pero al verme la mirada de ambas mostró todo su desprecio hacia mí. Perfecto, a mí tampoco me caían bien.

—Así que el otro día osaste rebatirla —fue lo primero que dijo Lillian con aquella voz tan chillona.

Me encogí de hombros y pasé de ellas. Lo que menos me apetecía era discutir. Con lo bien que se estaba sin peleas. ¿No podría haber buen rollo?

No obstante, cuando salí del aseo, allí seguían las dos. Mientras la una estaba cruzada de brazos, la otra tenía los puños apretados. Me puse en alerta.

Fui a lavarme las manos, pero me lo impidieron.

—¿Os importa apartaros? —les pregunté con educación. Pero ellas no se movieron. Lillian, en cambio, intentó ponerme en mi lugar. Idiota.

—¿Cómo se te ocurre tratar así a tu superiora? ¿Acaso no ves que podría despedirte?

—Creo que ahora se cree que por salir con Derek Foster tiene la inmunidad total en la empresa —le respondió a su amiga.

Lillian me miró de arriba a abajo e hizo una mueca rara, como si lo que viera no le gustara.

—No entiendo qué ve él en ti. Eres tan sosa. Menudo desastre andante eres —intentó atacarme. Por supuesto, intentarían darme en donde más me dolía: el autoestima.

Respiré con tranquilidad.

—Y tú una zorra y no te digo nada —solté con todo el desparpajo que encontré.

Un silencio se instaló en los baños. Lillian no se esperaba ese golpe por mi parte. Perfecto. Punto para Elliana.

Ella alzó una ceja.

—Vaya, vaya, vaya. ¿Te crees que con eso me harás llorar? —Se acercó a mí y su mirada me puso los pelos de punta—. Te diré algo, insensata, ándate con mucho ojo. Quién sabe cuándo te podrás tropezar.

La muy perra me dio un empujón tan fuerte que me tiró al suelo. No me quedé callada, ya no.

—Es muy triste que una mujer como tú, guapa e inteligente, malgaste su tiempo y energía agrediendo al resto. Ya sé que tienes envidia, mujer, pero contrólate un poco. —Sonreí con suficiencia.

—¿Envidia? ¿De ti? —Alzó una ceja al mismo tiempo que se cuadraba. Soltó una risita—. ¿Acaso no te has visto? ¿Quién querría ser tú? Si no me llegas ni a la suela de los zapatos.

—Además —agregó Ingrid con veneno—, todos sabemos que estás con él por conveniencia. Eres una gran mentirosa.

—Menudo putón estás hecho.

Sueños Enredados (Amor Enredado 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora