Capítulo 30: Seguridad

7.4K 751 161
                                    

Capítulo 30: Seguridad

Derek:

Estaba tan guapa, joder. Era ella. Su pelo, sus ojos, su boca, su voz.

Notaba cómo mi corazón brincaba de alegría. Había pasado tantos días de agonía que verla allí, sana y salva, me llenó de una calma total y absoluta. Estaba bien. No estaba herida.

Una sonrisa se instaló en sus labios y mi corazón dio otro vuelto. La abracé. No me importaba nada, ni el lugar en el que estábamos ni si había público. Solo quería estrecharla entre mis brazos, sentirla de nuevo. La había echado mucho de menos. Había sufrido mucho en su ausencia.

—Bella flor —susurré con la voz rota.

Instantáneamente, me puse a llorar. Estaba allí, estaba entre mis brazos. Por fin. Me convulsioné por el llanto. Los días anteriores habían sido todo un calvario. No tenerla a mi lado, no saber dónde estaba, me había estado matando lentamente.

—Hombretón.

Oh, madre mía. Había extrañado aquel mote. La abracé con más fuerza y le di un beso en la coronilla.

—Te he echado tanto de menos —murmuré con la voz estrangulada. Nos separé un poco. Quería mirarla—. Por favor, prométeme que no me darás más sustos así. Llevo buscándote casi un mes entero.

Su mano me acarició la mandíbula con ternura. Sus ojos también estaban surcados de lágrimas. Los míos no podían apartarse de ella. Sentía que había vuelto a la vida después de haber pasado una temporada alojado en el mismísimo infierno.

—¿Có... cómo?

Sonreí. Estaba tan en shock como yo.

—Ha sido de casualidad. Debía... debía reunirme y... y...

Ella me calló con un beso, un beso que provocó que un enjambre de abejas revoloteara en mi interior. Sentir la calidez de sus labios bajo los míos fue el mejor remedio que necesitaba para calmar todos mis miedos.

Llevé una de sus manos a mi corazón.

—¿Lo sientes? ¿Sientes cómo late? —Su mirada estaba posada en su mano y un leve rubor se apoderó de sus mejillas. Hostia, cómo me gustaba verla así. Podría pasarme años admirándola—. Es la primera vez que mi corazón late en mucho tiempo. No saber dónde estabas me estaba consumiendo. Yo...

No encontraba las palabras adecuadas para explicarme.

Su mano bajó hasta la mía y las entrelazó.

—Tranquilo, hombretón. Estoy aquí y no voy a escaparme nunca de tu lado.

.   .   .

El apartamento en el que vivía Elliana era bastante pequeño y estaba vacío. Me gustaba la decoración. Era sencilla y para nada recargada. La dueña tenía lo justo para vivir: una pequeña sala de estar, un baño, una cocina y dos dormitorios. Me gustaba. Era acogedor.

—Mara no vendrá hasta la noche, si es que viene —me explicó ella. Desde que nos habíamos reencontrado no nos habíamos despegado el uno del otro. Su mano seguía agarrada a la mía con fuerza.

—Me gusta.

Ella esbozó una bonita sonrisa.

—Y a mí. ¿Sabes? Ella me ha acogido todo este tiempo mientras intentaba ahorrar para volver.

Reí. Era muy propio de ella.

Nos arrastró hasta la sala, que estaba cruzando el pasillo, y nos sentamos. Más bien, me senté yo y la situé entre mis piernas. Tras pasar tanto tiempo separado de ella, lo que menos quería era soltarla.

Sueños Enredados (Amor Enredado 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora