Capítulo 27: ¿Dónde está?

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Capítulo 27: ¿Dónde está?

Derek:

Estaba perdido. Solo. Vacío. Roto.

El apartamento se veía tan diferente sin ella, carente de emociones. La nota seguía encima de la encimera, en donde la había dejado tras haberla releído por quinta vez, mas no me decía nada nuevo.

Se había ido. Elliana Jones se había marchado y me había dejado completamente destruido. ¿Cómo era posible que de nuevo una mujer hubiese jugado conmigo? ¿Cómo había sido tan tonto de caer en sus redes?

Los días pasaban en una lenta agonía. Trabajaba e iba al apartamento. Las ganas de salir se habían extinto. Por fortuna, en ningún momento me crucé con aquella mujer. Es más, no se presentó en el trabajo aquella semana. En otras circunstancias me preocuparía por ella, por su salud, pero tras haber leído las duras palabras que había escrito en aquella nota...

Estaba roto, roto como un muñeco al que se le ha dado cuerda demasiadas veces. Había jugado conmigo, me había utilizado para su solo fin. ¡Qué rastrero! Y pensar que aparentaba ser un angelito. Era todo un demonio.

Aquel sábado salí a correr a pesar de que llovía a mares. No me importaba. Ya nada lo hacía. Necesitaba pensar, despejar las dudas. A medida que avanzaba por el pavimento resbaladizo, a medida que tropezaba, sentía que el dolor me abandonaba poco a poco.

¿Cómo me había dejado engatusar de nuevo por una cara bonita? ¿Cómo no me había dado cuenta de su engaño? Era patético, tal y como ella me había llamado en su nota. ¿Por qué lo malo debía pasarme a mí? ¿Acaso no había aprendido la lección con Alison?

Llegué a casa empapado, pero con las ideas claras. Intentaría llamar a Elliana y le exigiría que me diera las respuestas que buscaba. No se podía largar así como así. Es más, el apartamento seguía teniendo parte de sus cosas. Si quería dejar de verme, lo justo era que al menos se las llevara. No quería tener nada que me recordara a ella.

Después de darme una ducha corta (incluso se me habían quitado las ganas de cantar bajo la ducha), salí con la intención de llamarla. Y eso hice, solo que no me respondió. Me llevó directamente al buzón de voz hasta que llegó un punto en el que se me comunicaba que el teléfono había sido apagado. Con que esas teníamos, ¿eh?

Bufé.

De pronto, el timbre del portero me sobresaltó. No esperaba visita, la verdad. No tenía ni ganas de atender a nadie. Estaba cansado, hostias. Quería estar solo y hundirme en mi miseria. ¿Tan malo era eso?

A regañadientes, respondí con un apenas audible:

—¿Sí?

—Derek, por fin doy contigo.

Era Kevin, mi buen y fiel amigo.

—¿Qué quieres? —Incluso yo me di cuenta de lo borde que sonaba.

—He vendido para hacernos la manicura, no te jode. Abre, por favor. Llueve que te cagas y necesito hablar contigo. Estoy preocupado.

Bufé, pero al final acabé abriéndole.

Dejé la puerta abierta y me fui al sofá, en donde volví a sentarme. Tenía la mirada perdida cuando mi mejor amigo irrumpió en mi hogar.

—¿Y Elliana? —fue lo primero que preguntó en cuanto se fijó que estaba solo.

Una sonrisa amarga se pegó a mis labios. Solté un suspiro cansado. Me encontraba hecho una mierda. Me sentía un imbécil y un gilipollas. ¿Cómo una mujer podría haberme engañado tanto? ¿Qué tenían las mujeres conmigo, joder?

Sueños Enredados (Amor Enredado 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora