Prologo

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—Ghaa, ghaa... —jadeo cansada la mujer de pelo rojo. Apoyo sus manos en sus muslos sintiendo el sudor deslizarse por su cara e intento aguantar el dolor antes de verse forzada a cerrar un ojo, soltó un resoplido y maldijo ese cansancio.

El pelo largo y mojado se pegó a su cuerpo cuando la oleada de viento caliente ceso, las gemas moradas grisáceas que tenía como ojos estaban apagadas viendo al piso notando cada gota de sudor dejarla. Una pequeña sonrisa se formo en su rostro cuando pensó en lo alocado que resulto ser esto, debía odiarse mucho a si misma como para hacer algo tan exigente como usar el poder de su Bijū en la tercera cola.

Ahh, creo que me he pasado... necesito un buen baño —suspiro cansada dejando que su cuerpo cayera sin negarse a ello.

El piso la acogió agradablemente rodeándola con los pedazos de pasto que no lograron sujetarse apropiadamente al suelo. La mujer parecía gozar de la vista de aquel cielo porque sonreía satisfactoria al verlo.

—¿Qué te pasa? ¿Ya te cansaste tomate? —no soltó un respingo ni nada al oír una voz tan gruesa, prominente y escalofriante. Le resultaba común escucharla después de todo. Sin embargo la burla en el tono sí que podía afectarla porque su satisfecha sonrisa se torció en una mueca y sus ojos se cerraron impidiendo el paso de la luz.

¿Cansada? Aun puedo patear tu peludo culo —saco una carcajada al decirlo con tanto orgullo, logro escuchar un quejido por parte de su compañero, eso la hizo reír mas fuerte—. ¿Ah, te ofendí? Discúlpame Kyūbi —intento aguantar la carcajada, pero su tono burlón molesto aun mas al zorro sellado en su interior—, oye no te molestes, tu querías hablar —ironizo.

—Eres demasiado molesta —comento con pereza y molestia mezclada en su voz.

—Graciaaaas por el halago, se que soy un amor.

Irritado el Bijū dejo de mantener una charla con la Uzumaki de Konoha, gruño por su fallido intento de molestarla, pero no dejo que eso lo afectara al tener algo tan claro en su mente.

—(Pronto... solo un poco más) —frunció el ceño viendo a través de los ojos de la peli roja el mundo exterior. Ansiaba sentirlo con su propia piel, pero debía ser paciente.

Cerro los ojos y relajo su cuerpo intentando relajarse, su respiración se calmo y su mente se enfoco en su trabajo, en su objetivo. El lugar en el que estaba comenzó a enfriarse a medida que lograba calmarse o al menos lo sentía asi, ya no sentía las cadenas que ataban todo su cuerpo de Kitsune, ni las estacas que evitaban que moviera sus nueve colas en esa roca ardiendo.

El alivio que invadió su cuerpo logro separarlo del lugar en el que se encontraba físicamente, pronto pudo sentirse más libre, abrió los ojos lentamente cuando se sintió listo. Brillo dentro de una eterna oscuridad, era mas pequeño en ese lugar, pero se sentía cómodo. Los ojos rojos rasgados lograron diferenciar algo en aquel sitio, un hilo, un delgado y tenue hilo naranja que se deslizaba hacia una luz.

Movió su cuerpo guiándose por lo que sentía, iba directo a la luz tocando una que otra vez el hilo con alguna de sus nueve delgadas, esponjosas y delicadas colas, estas hacían que el hilo brillara un poco más, pero su propio cuerpo se volvía ligeramente más oscuro.

Llego hasta la luz sin dejar que su rostro animalesco expresara lo que sentía, solo se mantenía serio, con el ceño fruncido ante lo que tenía delante, no dejaba que interrumpiera su concentración. Cuando toco la luz tuvo que cerrar los ojos por el fuerte brillo que emitió, inconscientemente movió una pata intentando taparse los ojos, pero no sirvió, termino siendo cegado.

Una fría sensación lo recorrió de pies a cabeza haciendo que todo su cuerpo se erizara, sus garras salieron de sus patas ante el estimulo que sufrió, por poco se cayo al perder el equilibrio, pero logro recobrarlo aunque su cabeza tambaleo.

Hijo de un demonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora