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Otra aburrida tarde, como todas las de aquel obsoleto Noviembre. Una vez más, Cioccolata limpiaba su material quirúrgico, acomodándolo pulcramente sobre el escritorio. Era la quinta vez durante esa semana, le gustaba mantener sus queridos bisturíes bien cuidados y siempre limpios, aunque no los utilizara muy seguido.

Cuando terminó de desinfectar la última navaja removible soltó un suspiro. Llevaba tiempo sin ser llamado a una misión, lo cual indicaba un ambiente relativamente tranquilo, cosa que le aburría demasiado, creía que mancharse de sangre de vez en cuando era el motivo de su existencia.

En realidad lo era, de ser un cirujano pasó a convertirse en un mafioso con sed de muerte. Era verdad, él vivía para eso.

—¡Maldita sea!—pateó con fuerza el escritorio produciendo un fuerte ruido tan escandaloso como un trueno, el cual despertó a aquel sujeto que dormía en una esquina de la oficina hecho un ovillo. Normalmente nadie lo hubiera notado, quizá cualquier persona lo hubiera confundido con un bulto de ropa hecho bolas, o simplemente habría pasado  totalmente desapercibido, sin embargo, él siempre se encontraba cerca de Cioccolata.

El joven cayó al suelo, al momento en que su cabeza chocó con el suelo gruñó.

—¿Secco, te he despertado?—preguntó el de cabellos verdes apenas echándole una mirada de reojo.

—Grrrr.

—Lo siento.—comenzó a patear el escritorio violentamente, mientras Secco se retorcía en el suelo, completamente molesto, en primera por haber sido despertado de golpe, en segunda porque sufría de migraña y en tercera porque el ruido lo molestaba.

El rubio no dijo nada más, solo clavó sus ojos llenos de odio sobre su compañero, quien disfrutaba de verle en ese estado.

—¿Cómo estuvo tu siesta?—preguntó agachándose hasta quedar a su altura ahí en el piso. Al estar cerca, Secco pudo percibir el aroma de su perfume, una fragancia suave pero varonil, un olor que lo volvía loco, que le causaba placer olfativo. Dulce e intenso.

—Dormí bien ciertamente—respondió—y habría dormido mejor si una maldita basura infeliz no me hubiera despertado puteando al escritorio.

—Tranquilo, Secco. Pronto podrás volver a dormir. Dormir en exceso hace daño, deberías agradecerme por haberte despertado, es hora de almorzar.—Cioccolata se levantó y se acercó al escritorio para buscar algo en el cajón.

—No tengo hambre, me duele la puta cabeza como no tienes idea.

—¿En serio?—lo miró con una extraña sonrisa en sus labios.

—Sí.—asintió rascándose el trasero, a veces Oasis le causaba un poco de comezón en el cuerpo si lo usaba durante varios días.

—Qué suerte tienes de qué YOO esté aquí, puedo ayudarte con eso. Soy médico ¿recuerdas?

Secco lo miró acercarse a él y se encogió creyendo que iba a golpearlo.

—Ten, tomate esto—le entregó un frasco de medicamentos (perdón no sé mucho de farmacología, soy una vergüenza para mí gremio).

—¿Y esto?

—Son para tu dolor de cabeza. A menos que quieras que te la corte.—acaricio suavemente la cabeza de Secco.

—Grrr.—abrió el frasco y se tomó tres pastillas de un jalón.

—Umhhh confías en lo que te has tomado ¿qué te asegura que lo que te tomaste no es veneno?

—Aceptaría mi muerte con gusto.—respondió.

—Me agrada que confíes en mí de esa forma, tú eres como... Como mi perro Firulais. Cuando era un niño tenía un perrito llamado Firulais.

—¿Qué ocurrió con él?—Secco se levantó del suelo, con un poco menos de dolor.

—Lo maté.—respondió.

—Ya veo.

—Oh, Secco. Eres tan...¿seco?—pasó su brazo sobre los hombres del contrario como un deforme abrazo de camaradas.

—Grrrr.

—Oh, lo olvide por un momento.—sacó de la bolsa de su pantalón un pequeño envoltorio y lo abrió con delicadeza, el paquetito contenía en su interior un pequeño cubo de azúcar blanco.

Los ojos de Secco brillaron y rápidamente comenzó a salivar.

—Ten, es todo tuyo, di AAAHHH.

—Aaahhh.—abrió la boca, listo para recibir el cubo de azúcar. Cioccolata introdujo el cubito de azúcar junto con dos de sus dedos, en la boca de Secco. A veces le causaba un poco de asco la mala higiene dental de él, pero ya se había acostumbrado. Sin querer, Secco le mordió los dedos causándole una profunda herida que rápidamente comenzó a sangrar a chorros.

—MIRA LO QUE HICISTE, IDIOTA.–quitó sus dedos de donde los tenía.

—Lo mereces por despertarme.—respondió Secco quitándose un hilo de sangre que escurría por sus labios.

—Bastardo, si no fuéramos tan buenos amigos ya te hubiese matado.—corrió a desinfectar su herida, al menos estaba feliz de ver sangre de nuevo.

Su compañero no dijo nada más, se sentó en el piso como un perro y se dispuso únicamente a mirar a Cioccolata limpiar la sa que que tenía en su mano derecha.

Hubo un silencio incómodo, de algún modo ambos estaban volviéndose locos dentro de ese cuarto de seis por cinco.

—Ahhhh estoy tan aburrido...

—También lo estoy—dijo Secco.

—¿En serio no piensan llamarnos para una misión? ¿Qué les pasa a esos estúpidos?

—No sé, no sé, no lo sé.

—Bien... Ve a dormir por ahora, te llamaré si me avisan de algo. Mientras yo terminaré de colorear este estúpido dibujo de rana que el imbécil de Doppio dejó sin terminar. —sacudió la hoja de papel de un lado a otro.

—De acuerdo, lo que tú digas. Buenas noches.—Secco se dio la vuelta, sin querer, Cioccolata había notado de que su trasero se veía muy grande y al parecer podía notar  a través de Oasis que no llevaba ropa interior.

Fuera de cualquier sentimiento de morbo o atracción homosexual hacia su compañero, le causó curiosidad.

–Oye.

—¿Qué pasa?—el contrario se dio la vuelta para mirarle fijamente—¿Ocurre algo?

—¿Qué traes abajo de eso?—señaló su traje.

—¿Debajo de mi Oasis? Yo...—se sonrojó ligeramente.

—Me causa curiosidad. Digo, puedo verlo porque soy usuario de stand, pero ¿qué es lo que ve una persona normal?

—Cállate, mierda. No hagas preguntas como esas.

—Es un cuestionamiento serio, parece ser que quien no está entendiendo eres tú. No me digas que estás desnudo todo el día.

—Buenas noches, Cioccolata.—se recostó en un rincón y tomó su típica posición fetal para dormir.



Hace tiempo que quería publicar esta chingadera, espero les guste, todo lo que escribí salió bien inesperado así que no esperen una historia concisa con un buen final, pues todo aquí es improvisado. Sobres se lo lavan los ano

Sweet as sugar [Cioccolata x Secco]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora