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—AAHHGG.—chilló Secco al sentir aquel pellizco.

—No vuelvas a decir eso, ¿de acuerdo?—dijo el mayor apretándolo más fuerte.

—Cuidado, me lo arrancarás.—la oleada de dolor que lo había invadido bajó progresivamente de intensidad.

—Suena muy bien, iré por mi bisturí♪

—NO... Espera, no sé que me hayas hecho... Mi cuerpo no responde, me cuesta pensar, mi cuerpo se relaja, es como—hizo una pequeña pausa—como si muriera.

Al escuchar esas palabras, Cioccolata se emocionó. No quería matar a Secco, pero sentía que había hecho un muy buen trabajo al llevarlo a ese estado.

—No sé qué esté pasando. Cioccolata, te mataré.

Cioccolata acarició con suavidad la mejilla de Secco, este intentó moverse pero no podía hacerlo.

—Suena tan linda tu voz cuando me amenazas, ¿podrías repetir esa hermosa frase?

—NO TE BURLES DE MÍ, ESTÚPIDO.—gritó Secco e intentó con su poca coordinación golpear a el otro.

Cioccolata lo detuvo y torció su brazo haciéndolo retorcerse de dolor.

—Grrrrr. Eres una maldita mierda.

—Gracias, cariño.—Cioccolata le dio un pequeño beso en la frente, por su parte Secco intentó limpiarse con una expresión de asco en su cara.

—Bueno... Querido Secco, hay que aprovechar que estamos solos. Supongo que el aburrimiento también se apoderó de ti, ve esta situación como algo bueno.

—¿cómo quieres que la mire como algo bueno si siento que voy a morir?

—No te asustes—intentó inútilmente hacerlo sentir tranquilo— esto va a ser muy divertido. Probaremos cosas nuevas y aprenderemos mucho, además de que reforzaremos nuestra amistad.

Secco intentó sentarse en el escritorio, pero su cuerpo no coordinaba sus movimientos. Lo único que logró fue acostarse de una forma extraña, con los brazos a los lados y las piernas extendidas flexionando su cabeza ligeramente hacia la derecha.

—Grrrr...

—Grúñeme.

—Eres un estúpido. ¿Qué mierda es lo que quieres de mí?—preguntó Secco ya un poco asustado.

Cioccolata no respondió al instante, se quedó pensando en una respuesta que no lo alterara, así que se puso a dar vueltas al rededor del escritorio antes de responderle. Esa actitud estaba matando al rubio... Se estaba desesperando demasiado.

—Habla de una maldita vez.– susurró para sí, sin embargo el mayor logró escucharlo y se acercó nuevamente en silencio. Con delicadeza tomó con su mano derecha el mentón de el muchacho que estaba tendido en el escritorio, al verlo de cerca notó que después de todo Secco no era tan feo. Un rostro afilado, con facciones bonitas, ojos tan azules como el cielo y algunas cicatrices de pelea.

—Secco.—por fin decidió hablarle claro—Yo lo que quiero es tu cuerpo.

—¿Qué? Oye no, espera... Tú me salvaste por algo y después de tantos meses resulta que quieres matarme.

—No, no,no,no.—apretó con fuerza las mejillas de el menor—No me estás entendiendo.

—Bien, entonces sé claro.

Cioccolata se acercó a él y lamió la comisura de los labios resecos de el joven y acto seguido plasmó en ellos un intenso beso, profundo y cálido. Secco sintió sus tripas revolverse de una extraña forma, no sabia como reaccionar, intentó apartarlo, pero en su estado le era sumamente difícil moverse o razonar, así que no le quedó otra opción que quedarse ahí esperando el siguiente movimiento del mayor. Pero no ocurrió nada, Cioccolata continuó besándolo. Secco era tan suave y su saliva era tan dulce que logró enloquecer a los sentidos de aquel desalmado hombre.

—Haaa, Haaa... Idiota, me dejas sin aire.—le reclamó el rubio apenas se separaron.

—¿Acaso no te gustó? Esto es lo que yo deseo de ti... No quiero matarte, solo quiero...

—¿Cogerme? No gracias... Estoy enterado de todos tus sucios fetiches con muertos y mutilados.

—Vaya, creí que era un secreto...

–¡Le cortaste el útero a una mujer para utilizarlo como un maldito agujero donde meterla! Yo lo vi.—dijo Secco intentando integrarse sin éxito.

—Debo admitir, que estaba muy estrecha. Nada mal.–recordó aquel acto, el cual apareció en su mente como una película corta. Se emocionó un poco y sonrío.

—No quiero que me uses para eso. Si vas a matarme, hazlo bien, hazlo como lo hacemos siempre. Pero no abuses de mi.

—Mhhh, justo lo que estoy pensando hacer es todo lo contrario... Aunque mi plan no es matarte, me causaría tristeza terminar con tu vida. Estaría solo.

Secco cubrió su rostro con la mano izquierda, no sabía qué decir o hacer, lo único que reinaba en sus pensamientos era el deseo de estar en sus cinco sentidos y no estar en esa oscura oficina encerrado con Cioccolata.

—Déjame, te lo pido como amigo.

—No... Voy a tomarte y te va a gustar.—colocó su cuerpo sobre el frágil cuerpo semidesnudo de Secco. Y comenzó a repartir lamidas en la blanca piel del otro. El dulce sabor del sudor de su amante le prendía, estaba tan jodidamente duro.

—Detente, comprende que los dos somos hombres y estamos en el negocio. Si alguien se entera tendremos la misma suerte que Squalo y Tiziano...—alegó el de ojos claros intentando persuadir a Cioccolata sobre el peligro que significaba ser homosexual dentro de la organización. Lo mismo había ocurrido con dos miembros más de la alineación de asesinato.—Para ahora mismo, maldito pedazo de mierda. En cuanto me recupere, yo...

—Vas a estar lleno de mí leche.—canturreó el otro sujeto.

El de rubios cabellos suspiró, no le quedó más opción que quedarse ahí. Ni siquiera podía usar a Oasis para escapar, lo había intentado durante algunos minutos mientras discutía con Cioccolata, pero al parecer no podía hacerlo aparecer en ese estado.

—No difieres mucho de un muerto. ¿Sabes? Ellos están fríos, pálidos, con el rostro lleno de sufrimiento y los ojos llenos de miradas dolorosas que recuerdan justo al momento de partir de este mundo. Y mírate te ves exactamente igual.

Secco no respondió. Había aceptado ya su destino.

—Vamos, sonríe aunque sea un poco.

El menor ni se inmutó. Cioccolata lo hizo sonreír a la fuerza, poniendo sus dedos a cada lado y estirando su piel, formando así una curva sin expresión verdadera.

Debería estar haciendo tarea... Tengo hambre 💔

Sweet as sugar [Cioccolata x Secco]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora