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Horas después, Secco despertó. Había tenido una pesadilla horrible en la cual estaba desnudo y su compañero abusaba de él e intentaba matarlo. Sin embargo se dio cuenta de que no tenía nada que temer, que todo estaba tranquilo; se encontraba acostado en el piso, cubierto por una manta y con su traje-stand intacto (la desesperación lo había hecho llamarlo en sueños cuando el efecto de la droga había pasado).

—Secco, mi dulce Secco. Qué bien que has despertado, me preocupaba un poco que te durmieras todo el día.—dijo el de verdes cabellos acercándose a él.

—Cioccolata.—dijo el otro al verlo con sus brillantes ojos claros.

—Estoy por terminar. Si quieres puedes ayudarme.—dijo.

—¿Había algún trabajo que hacer?—cuestionó, en seguida se puso de pie, pero le costó algo de trabajo ya que su ano dolía y le causaba cierta incomodidad al intentar dar un paso.

—No, realmente no. En realidad solo estoy esperando la hora de salida. Los jotos esos deben venir en camino.

—¿Tiziano y Squalo?

–Si, si. Ellos.–asintió el médico sin darle importancia.

—Ya veo y ¿qué estás haciendo?

—Una labor importante, es algo complicado y difícil, solo las personas más inteligentes son capaces de hacerlo sin errores.

El menor se acercó con su stand debido al dolor en su cuerpo. Se sumergió en el suelo y apareció después a un lado de Cioccolata, así pudo observar lo que el mayor estaba haciendo. Puso micha atención en esa cosa tan simple que tenía entre sus manos, se trataba de una revista de pasatiempos y Cioccolata intentaba resolver un crucigrama.

—Ya veo, es un crucigrama.

—Adi es, me falta la tres vertical. Solo sé que tiene cuatro letras y según la descripción es una cosa fangosa.

El menor se detuvo a pensarlo un poco para después responderle.

—Lodo.—dijo—La respuesta es lodo.

—Mmmm, veamos... Oh estás en lo correcto. Es lodo. Calza perfecto y tienen sentido.—terminó de escribir la palabra en los recuadros y en seguida se lanzó sobre Secco para acariciar su cabeza.

—Eres un buen chico, un chico bueno. En verdad muy bien chico, buen chico, buen chico.

Secco no podía evitar sentir un calor especial inundar su cuerpo, ese calor se extendía desde su pecho hasta sus extremidades, lo hacía sentirse querido y especial. Amaba ser tocado así por Cioccolata, si esa era la forma en que le demostraba cariño, era la única forma de amor que había experimentado en su vida.

—Cioccolata, ¿tú me quieres?

—¿A qué viene eso, mi hombrecito de azúcar?—Preguntó el de cabellos verdes mientras se alejaba un poco de él.

—No es nada... Es solo que pensé que me querías.

El mayor guardó silencio unos segundos, no sabía qué responderle. Le parecía algo triste, Secco toda su vida había sido rechazado y él era el único que le había mostrado interés, a tal punto que en poco tiempo ya se había enamorado de ese chico extraño. Sin embargo no estaba dentro de su naturaleza decirle que lo amaba así que solo lo guardaba para él mismo. Sin embargo creyó que ese era el momento perfecto para externarle lo que sentía, quizá si Secco le correspondía, lograría hacerlo aceptar tener relaciones con él sin necesidad de drogarlo para tal fin.

—No, Secco.—respondió.

El mayor ni se inmutó, sabía perfectamente que Cioccolata ni sentimientos tenía.

—En realidad yo te amo.—dijo finalmente, causando en el cuerpo de Secco una sensación extraña que lo recorrió desde la punta de sus rubios cabellos hasta las uñas de los dedos de sus pies.

—Entonces... ¿Me amas?

—Si, demasiado.–dijo. Se acercó a su amante hundido en el "lodo".

Secco se puso algo nervioso, la presencia de alguien tan admirable e inteligente como Cioccolata lo hacía sentirse algo incómodo y más cuando se ponía a su altura o se acercaba a él.

—Secco, esto que siento por ti...

—Llegamos.—interrumpió en la oficina Tiziano.

—Genial, ya era hora. Llegan cinco minutos tarde y saben que me molesta la impuntualidad.—se quejó Cioccolata.

Los dos hombres que acababan de llegar se dirigieron al escritorio a revisar si había algún odie te, sonrieron al ver que no había nada, lo cual les daría tiempo libre el cual aprovecharían al máximo.

—Meh, no me importa. Sal de aquí y llévate a ese saco de pulgas.—respondió Squalo sentándose en la cómoda silla que se encontraba frente al escritorio.

—No le llames pulgoso a Secco. Puede que parezca un perro pero es más limpio y educado que tú.—dijo Cioccolata enojado. En seguida cargó a Secco en sus brazos y salió de la oficina sumamente molesto.

—¿Estás molesto?—preguntó el menor.

–Si. ¿Cómo no estarlo? Es... Me enoja mucho que hablen así de ti, Secco. Ellos no te conocen y hablan de ti de esa manera, son una basura.

—Tienen razón, soy un raro y doy asco...—dijo.

—Eso no es cierto, eres mi camarada y yo te aprecio, allá ellos si no pueden ver lo maravilloso y genial que eres.

Secco apenas pudo sonreír al escuchar esas palabras.

Cuando llegaron a su casa, Secco decidió tomar un baño, se sentía sucio y cansado. "Pulgoso" en realidad.

Hizo desaparecer a su Oasis pero se dio cuenta de algo extraño. Su ropa interior no se encontraba ahí. Normalmente Secco era cuidadoso en ese aspecto, siempre usaba ropa interior, pero en ese momento se encontraba sin nada de ropa al retirarse el stand.

—Esto es la segunda cosa extraña que he hallado hoy... No sé qué pensar.—se sumergió en el agua tibia dejando que el vapor caliente de esta relajara los poros de su piel. —Ahhhh—sintió dolor cuando al limpiar su cuerpo su mano rozó su orificio anal. La curiosidad lo hizo gritar un poco solo para darse cuenta de que estaba sangrando y que su ano estaba muy sensible. El dolor había sido causado por una estimulación inadecuada y el movimiento fuerte de algo que entraba y salía de el. —Ahhh.., estoy algo asustado.

Secco tenía miedo y estaba en lo correcto de tenerlo.

Al culo de Secco solo le falta bigote para ser señor culo alch, no importa que se lo hayan nerfeado, sigue estando igual de sabrobrobroso aaahhh díganle a Cioccolata que amarre ese perro culazo. 😍💚💚

Sweet as sugar [Cioccolata x Secco]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora