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El mayor sentía un dolor intenso, su piel ardía, su ahora frustrado amante lo había mordido entre aquel apasionado beso, causándole una pequeña herida que terminó por sangrar sin control. Fuera de cualquier sufrimiento, esa sensación le gustaba, le excitaba tanto el sabor metálico que se difundía por su boca. En algún punto, Cioccolata logró apoderarse de la lengua de Secco, atrapándola entre sus dientes y mordiéndola fuertemente.

—Haaaa...—Secco se quejó pues el dolor que le producía fue intenso, tanto que sintió unas terribles ganas de llorar, pero se contuvo, intentó pensar en otra cosa, pero el calor del momento, el peso de Cioccolata sobre él y el roce de sus erecciones le dificultaban abstraerse de esa situación tan excitante como extraña.

Después de lo que parecieron siglos, se separaron, era evidente la falta de aire en ambos, pues sus rostros se habían puesto rojos y calientes y sus respiraciones eran agitadas.

Secco tomó grandes bocanadas de aire, no podía soportarlo, estar tan expuesto a Cioccolata y estar en aquella situación, en conjunto con la droga habían alterado todos sus sentidos.

—Mierda, Secco. Eso fue delicioso, ¿disfrutaste el sabor de mi sangre?

Secco cerró con fuerza los ojos, una expresión de desagrado se formó en su rostro y no pudo hacer otra cosa más que escupir a los pies de Cioccolata.

—Maldito sea el momento en que su sucia sangre probé.—dijo.

En lugar de sentirse molesto por aquel comentario, Cioccolata se sintió con más inspiración para continuar.—Ya veo que te encantó... ¿Qué tal si yo...hago lo mismo contigo? Me encantaría probar tu sangre, Secco.

En un rápido movimiento sacó de entre sus ropas (que estaban tiradas en el suelo) un pequeño bisturí, la navaja era nueva y estaba tan pulcra que brillaba con la iluminación blanca de la pequeña oficina.

—¿Estás listo, cariño mío?—se agachó un poco para quedar a la altura de las caderas del menor. Secco tenía miedo, muchas veces había visto a Cioccolata con esa misma expresión de locura en el rostro, pero en ninguna de las ocasiones anteriores había experimentado el terror que estaba apoderándose de su cuerpo en ese instante. No es que fuera un cobarde ni nada por el estilo, solo era que se sentía especial, Cioccolata jamás lo había lastimado y eso lo hacía sentirse importante y querido. Era lo único que lo diferenciaba del resto de las víctimas, él amaba producir dolor y desesperación pero esa sería la primera vez que se la aplicarían a él.

—¿Qué estás haciendo? De-detente...—sus ojos se llenaron de lágrimas que le impidieron ver.

—Sé que se trata de una zona muy vascularizada y que sería peligroso si por alguna razón llego a dañar, no lo sé, tu arteria hipogástrica, por ejemplo.—hizo una pausa y respiró profundamente—Pero... Seré cuidadoso contigo. Tú eres mi compañero. Mi mejor amigo, eres alguien a quien amo de verdad y en realidad no quiero causarte daño alguno, así que...—tomó con su mano izquierda la dura y lubricada erección del menor—Solo te rebanaré un poco, una herida superficial, no te causará ningún daño.

Secco temía lo peor, cerró los ojos y mordió su labio inferior, estaba listo para recibir ese corte sin anestesia alguna que lo haría aullar de dolor, pero este nunca llegó. Al contrario de lo que esperaba, no sintió dolor alguno, pero sí una sensación cálida envolver su erección. Abrió los ojos lentamente solo para encontrarse que su pene estaba cubierto de sangre procedente de su muñeca derecha. Cioccolata había hecho un corte fino pero certero en una arteria de menor importancia y ahora apretaba un poco su muñeca haciéndole escurrir ese líquido brillante de atractivo color.

—¿Qué mierda? Creí que me cortarías el pene.—el color lentamente volvió a su piel.

—Jajaja.—río un poquito el otro desquiciado—¿Cortártelo? ¿Para qué si lo voy a ocupar?

—No te en... Ahhh

Cioccolata introdujo el miembro duro y ahora cubierto de sangre a su boca. Era bastante grande, la causó al principio unas terribles arcadas, pero pronto pudo controlarlas y comenzó a lamerlo con deseo desde la base hacia la punta y repitiendo el proceso a la inversa de la punta a la base. El sabor ácido de los fluidos propios del pene de Secco, combinados con el preocupante sabor ligeramente dulce de su sangre, le generaron gran satisfacción, era delicioso.

Mientras, Secco no dejaba de gemir en un tono bajo, estaba siendo lastimado, humillado y degradado por alguien a quien admiraba profundamente. Sentía tanto odio y tanta vergüenza que le impedían llenarse óptimamente de placer, o al menos le impedían sentir un placer verdaderamente intenso como el que proporcionaría una rica mamada como esa.

—Vamos, no te contengas. Quiero oír esos gemidos de puta.—los labios de Cioccolata chocaron con el rosado y brillante glande del otro, causándole una sensación intensa y placentera que lo hizo moverse involuntariamente.

—No... No me harás rebajarme tanto. Yo... No lo haré.—se negó a pesar de que el tono de su voz sonara de esa forma.

—Ya veo...—entonces Cioccolata comenzó a morder sin piedad el prepucio, lo estiró un poquito y mordió.

—AHHH... NO... DETENTE, DUELE MUCHÍSIMO.—se quejó el otro ante tal estímulo desagradable. Rápidamente Cioccolata dejó en paz el pene de su amante y se apresuró a besarlo para tranquilizarle un poco. Al contrario del beso anterior,  ese era un roce suave y cálido, tierno, si se le puede llamar así.

Curiosamente, ese beso tuvo un efecto maravilloso, Secco se encontraba tranquilo y callado.

—Fuuu, Fuuu, deberías ser menos escandaloso, Secco. Recuerda que esta,os en la oficina y estamos trabajando.—dijo Cioccolata con la voz ronca.

—Es-Tú-Pi-Do—respondió el otro, molesto pero tranquilo.

Cioccolata iba a continuar con sus cosas hasta que unos pasos lejanos retumbaron en el pasillo.

—Mierda, viene alguien.—se vistió tan rápido como pudo y en seguida bajó a Secco del escritorio y lo cubrió con una manta, le pidió que se recostara como si durmiera.

La puerta se abrió en seguida, dando paso a un joven delgado y de estatura promedio, con cabellos entre rosado y violeta y el rostro blanco lleno de pecas.

—¿Qué mierda estás haciendo aquí a estas horas, Cioccolata?—cuestionó el muchacho.

—Trabajo.—respondió el otro intentando no ponerse nervioso.

El jovencito de las pecas no le creyó, sus ojos se pisaron entonces en un bulto en el suelo, aquel bulto de cabellos rubios y grandes ojos azules le veía fijamente.

—Secco, para la siguiente intenta dormir pegado a la pared. Estorbas ahí tendido en el suelo.

—Grrrr.—asintió.

—Bueno, es tarde, váyanse. Carne se quedará un rato en esta oficina por si algo se ofrece.—dijo Vinegar mientras en su cara se formaba un gesto de ira al ver su libro de colorear de ranas consumido a la mitad por el fuego.

Cioccolata cargó a Secco en sus brazos y salió de la oficina.

Sweet as sugar [Cioccolata x Secco]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora