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Tenía todo arreglado: la tienda de campaña, comida, cobijas, ropa, repelente, no hacía falta nada. Solo tenía que esperar a Valeria.

—Amor, lamento decirte que no podré ir— mencionó apenada, cuando llegó a la habitación.

—Qué pasó, ya tengo todo arreglado

—Recibí una llamada, tengo un cliente exclusivo que espera por mí en la oficina y no puedo rechazarlo— comentó.

—Pero es fin de semana—Repliqué

—Viene de otra ciudad, amor. Es muy importante. — argumentó, mostrando tristeza

—Entiendo, no iremos a ningún lado— hablé con desgana

—Puedes invitar a la odiosa de tu amiga— propuso

Lo pensé un poco, Lau tenía pensado invitar a Nat, aunque nada perdía llamándola.

—Lo haré, amor. Que te vaya bien— nos despedimos. Y yo llamé a mi amiga.

Me contestó a la primera. Ella tampoco había tenido suerte, Nat tenía otros asuntos. Le propuse ir conmigo y aceptó.

Ahora solo tendría que conducir para recogerla en su casa y poder ir a nuestro destino.

La montaña estaba a treinta minutos de la ciudad. Era un maravilloso día, un sol resplandeciente, poco tráfico, lo único malo la compañía... bueno no, en sí lo malo era las canciones que escuchaba.

—Bebecitaaaa— no soporte más aquellos alaridos y apague esa música del demonio.

—Oye, ¿qué haces?—rezongó

—Si tú no respetas tus oídos, yo si lo hago. Te puede dar cáncer auditivo.

—Aburrida, a ti te dará cáncer por amargada. Son las canciones del momento.

—Bien sabes, que lo mío son los clásicos. — respondí tranquilamente

—Sí, sí. Música de gente culta y buen oído musical, me lo has repetido hasta el cansancio.

Seguimos discutiendo en el trayecto, por lo menos ayudó para que el tiempo se pasara volando.

La vegetación hacia acto de presencia, robles de gran tamaño, lo suficiente para crear una buena sombra. Lo malo sería los mosquitos, la peor creación del mundo, después de la pizza con piña, claro está.

—Si mis ojos no me engañan las chicas que están tratando de armar su tienda son Ale y Sara— divagó, cuando íbamos caminado por el sendero.

De inmediato fije mi vista al lugar señalado y efectivamente eran ellas.

—Ah sí, por lo visto son ellas

—Vamos a saludarlas —Ya se estaba tardando, era lo que más quería hacer.

—Bueno—aparente estar desinteresada

La doctorcita estaba armando la tienda, mientras Sarita tomaba fotos.

—Hola chicas— saludó Lau

Por la cara de Sara nunca pensó vernos en este lugar, pero ver la mirada de incomodidad que tenía Alexa fue gratificante.

—Buenas, no pensé verlas por aquí— habló nerviosa mi querida empleada

—Se dio de improvisto, invité a Nat pero me rechazó — contestó mi amiga.

—Es por eso que vine yo— Apoyé. No debía saber que estoy aquí por ella, aunque sea devorada por los mosquitos.

—Entiendo — fue lo único que respondió

El amor no conoce de géneros (Historia Completa En Amazon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora