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Una intensidad luminosa comenzó a fastidiar mi cara, de a poco abrí mis ojos, me di cuenta que era la luz que entraba por la ventana... un momento, yo no tengo una ventana en ese lado. Me senté de golpe, provocando un fuerte mareo, mierda me dolía horrores la cabeza.

¿Dónde estoy?

Mi duda quedó resuelta, cuando vi entrar por aquella puerta a... ¿Sara? Me miró fijamente, su rostro denotaba molestia, espero no haber dicho nada de lo que me pueda arrepentir.

—Hola—susurré un poco avergonzada, seguro mi rostro ha de estar fatal.

—Buenos días, casi tarde—soltó simplemente. Ay no, esto no suena bien.

—¿Qué hago en tu casa?—gran pregunta la mía.

—Ayer me llamó su amiga— ¿mi amiga? No recordaba haber estado con Lau en ningún momento.

—¿Laura, estuvo conmigo?—quise salir de la duda. Rodo sus ojos.

—No, su otra amiga, Leonellys. Ella se encargó de llamarme, porque me querías ver—No le había costado tutearme, algo tuvo que haber pasado.

—¿Y ella me trajo aquí?—Me interese por saber.

—No, fui a verla y yo me encargue de traerte—Puso sus brazos en su cadera hecho jarro.

—¿Te pasa algo?— pregunté. Diablos, tantas preguntas.

—Es lo mismo que me pregunto yo— fruncí mi ceño
—Por ahora olvidémoslo. Vaya al baño y aséese un poco, lo necesita— continuó, saliendo de la habitación.

Ok. Sarita está molesta conmigo, no cabe la menor duda.
Me levante aun tambaleándome, maldito alcohol, fui hasta el baño y casi caigo del susto.

Que horrible estaba, parecía un panda y mi pelo hecho un desastre. Creo que Sara se molestó por verme tan desaliñada, esta no soy yo.

Abrí la llave del lavabo para poder mojar mi rostro, debía quitar todas las secuelas de la borrachera de anoche, creo que me excedí, no recuerdo absolutamente nada, bueno... El motivo sí.

Malditas zorras.

Me restregué con fuerza el rostro, no debía quedar nada, ojala asi se pudiera borrar el recuerdo de lo que vi en mi casa, en mi propia cama. Mi peor enemiga y mi esposa, intimando en lo que pensé que era nuestro hogar.

Me tome la molestia de agarrar un poco de pasta dental, no creo que se moleste o se dé cuenta, de alguna manera tenía que intentar deshacer aquel aliento alcoholizado. Con mis manos acicale un poco mi cabello para que se viera un poco decente, me vi por última vez en el espejo antes de salir, ya no estaba tan mal.

Fui a la sala y encontré sentada a Sarita con un vaso con agua en una mano y en la otra un analgésico, me los extendió, me acerque y los tome sin antes decir gracias.
Que sensación de saciedad sentí al tomar agua, mi garganta estaba reseca.
Me senté al frente de ella, no dejaba de escudriñarme con la mirada, evitaba sus ojos, no he hecho nada, creo, pero quiero evitar verla.

—¿Mejor?— indagó

—Sí, un poco, gracias— respondí.

—Me alegro, porque tenemos cosas de que hablar—sentencio, ahora cruzando sus brazos.

—Si dije algo o hice algo indebido, quiero que me perdones, no tenía raciocinio— quise justificarme, no se todavía que pasa, pero debía defenderme.

—No es sobre anoche— soltó

—Mmm... ¿Entonces?— Murmuré

—¿Me besaste la vez que me trajiste borracha a casa?— espetó
Palidece al instante
¿Cómo se enteró?

El amor no conoce de géneros (Historia Completa En Amazon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora