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Rebecca Pov

Desperté con mi ánimo por el piso, es más, ni siquiera quería despertar, quería dormir por siempre. Aun no entiendo como pude ser tan tonta y llamar a Sara en la madrugada.

Deberían premiarme por ser tan estúpida, ganaría el primer lugar sin duda alguna.

Cerré mis ojos, y mi mente se le dio por recordar el maravilloso día en el que Sarita se entregó a mí. Genial, hasta mi mente me martirizaba, de qué me sirvió tenerla solo una vez, cuando lo que yo quiero es tenerla por siempre.

Mecánicamente llegue al baño, me duché, no me importó que el agua estuviera muy caliente, lo necesitaba, mi corazón se estaba congelando.

Tenía un nudo en el estómago que no me permitió desayunar, simplemente tome mi bolso y monte mi auto, para ir a la oficina.

En el trayecto me dedique a pensar cómo debía actuar con Sara; si tratarla como siempre o ahora con más respeto, ya que tiene novia. Me distraje tanto en mis pensamientos que no me percate en que ya me había pasado la oficina, tuve que dar una vuelta en U para volver. Pierdo el sentido cuando se trata de mi chica ojos color cielo.

Estacione, y antes de subir al ascensor, me tome unos minutos para tratar de calmarme, actuar con normalidad, nadie debía darse cuenta de lo que pasaba. Llegué hasta mi despacho, y mis ojos se percataron de la presencia de Sarita, mientras iba caminando mi mente maquinaba el saludo.

Le digo: hola... no, mejor, buenos días, Sara.

No obstante, cuando estuve cerca simplemente salude moviendo la cabeza. Sí, soy una reverenda idiota. Entré a mi oficina y golpee mi cabeza en la puerta, no creía lo que había pasado. Fui demasiado cortante.

Me senté en mi sillón, pensando qué podía inventar para poder hablar con Sara, después de varios minutos se me ocurrió llamarla, había papeles que firmar, no eran importantes pero me servían de excusa.

Cuando entró, pude observar lo linda que estaba, hasta las ojeras mal disimuladas se le veían bien. Me dolió ver como deseaba irse y regresar después, como si mi presencia la molestara, pero me hice imponer, necesitaba observarla por unos minutos más.

Estaba apunto de terminar de firmar los papeles y se me ocurrió preguntar una estupidez, a veces pienso que mi lengua no está conectada con mi cerebro.

Sentí como se volvió tenso el ambiente, no era mi intensión, pero como siempre todo lo arruino.

Claro que quería su felicidad, conmigo o con alguien más, solo deseaba verla bien, ella se lo merece. Y yo soy tan cobarde para decirle que me gustaría brindarle esa felicidad.

La vi levantarse furiosa, pero antes de salir de mi oficina, se detuvo, giró y caminó hacia a mí, en primer instante pensé que me golpearía, hasta que llego a mi altura y se posicionó entre mis piernas.

Se me aceleró el corazón como nunca, pero mi ritmo cardíaco se acrecentó cuando dijo que no tenía novia, hasta tartamudee de la impresión.

Sus labios envueltos con los míos es el elixir que necesito para vivir, sus besos me saben a gloria, a plenitud. Mientras pasaban los segundos se transformaba en algo más, en pasión, necesidad de volver hacerla mía, mi boca busco nuevos lugares por explorar. Nuestros cuerpos emitían calor, y yo quería que nos quemáramos, volver a tener mi boca en sus labios... en sus otros labios, pero todo se esfumó cuando apareció la inoportuna de Laura.

Nunca había querido matar a alguien como deseaba matar a Lau.

—No seas tonta, nada de hoteles. Mejor aprende a tocar la puerta—recrimine, mientras Sara ya se había levantado de mis piernas.

El amor no conoce de géneros (Historia Completa En Amazon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora