Antepasados (segunda parte)

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Hace cientos de años.

El viajero despertó a medio día, su brazo le dolía horrores así como sus costillas, parece que los aldeanos le habían curado, tomo un poco de fruta que le dejaron y salió.

El día estaba nublado y frio, parece que no tardaría en nevar. Los hombres enterraban nuevas trampas (ayudados por las mujeres) cavando pequeñas fosas y talando árboles. Los niños sacaban agua del pozo y llenaban los barriles. Un anciano se acercó a revisar sus heridas, le felicitaron por su excelente pelea y se pusieron a su disposición. El extranjero dio órdenes, preparando el terreno para la segunda batalla, después de comer se retiró a alistar sus armas, seguro de que el Wendigo regresaría. La espada perdió gran parte de su filo (debido a la piel del animal), le quedaban pocos dardos y el látigo se rompió. Busco su maleta, se colocó unos guantes negros, los cuales contaban con pequeñas púas en la palma, guardo las dagas en su cinturón y se amarro una daga en el pecho, termino por colocarse un largo abrigo negro y regreso a trabajar.

-Todos al salón principal, lleven comida, mantas, leña, todo lo necesario para pasar la noche.

-Sí Señor.

La tormenta estaba por llegar, el cielo oscureció el viento mecía de forma ruda los árboles.

Dos ojos negros observaban el lugar, aun no anochecía, pero su sed de venganza no le dejaba descansar. Con cuidado se desplazó a un costado dela aldea, atento a todo movimiento.

La persona que le hirió se encontraba a media calle, cargando algunos troncos, a su lado unos pequeños y una mujer. Los humanos caminaban en zigzag, esquivando las posibles trampas. Entrar ahí representaba un peligro, tenía que esperar y llevarlo a su territorio.

El destino le sonrió, una de las chiquillas se alejó de sus amigos, la pequeña caminaba detrás de una casa cargando un patito. Sonrió victorioso, la chiquilla estaba fuera del alcance de las trampas; lanzo un rugido y se abalanzó contra la chiquilla.

Los aldeanos vieron horrorizados como la niña era sujetada de su ropa y arrastrada al interior del bosque.

El extranjero no tardo en seguirle, arrojo la madera al piso y cruzo la calle. Corrió tan rápido como sus piernas le permitieron, dejando atrás a sus compañeros.

La oscuridad no tardó en hacerse presente, la tormenta había llegado. El viento helado cortaba su cara, las ramas y nieve le impedían avanzar; costaba trabajo seguir las huellas, las cuales comenzaban a desaparecer. Llego un momento en el cual no supo por dónde ir. Los árboles le rodeaban, el frio calaba sus huesos y no veía absolutamente nada.

¡AHHHHHHH!

La voz dela pequeña hizo eco en el bosque, desenfundo su espada e intento guiarse por el oído, los gritos parecían venir de todas direcciones.

¡AHHHHH!

-¡NO! ¡DEJALA!... ¡VEN POR MI, ANDA!... ¡VEN POR MI!

Se sentía impotente, prometió ayudar a la gente de esa aldea y estaba fallando. La nieve le cubría hasta la rodilla, avanzo unos cuantos metros más hasta llegar a una encrucijada. Los gritos aumentaban, en una de las ramas de un pino encontró al pequeño patito desollado, lágrimas de impotencia bajaron por su rostro...no sabía qué hacer.

Más arriba, oculto en el follaje, dos soles le miraban. No comprendía porque ese humano se esforzaba tanto, esa niña no era nada de él, ni siquiera era un aldeano de la villa...aun así, se atrevió a enfrentar al Wendigo.

ReencarnacionWhere stories live. Discover now