Después de la tormenta sale el sol.

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Aca estaba de nuevo. Llorando como una imbécil, en el medio de las calles de Brasil. Esta vez llovía desenfrenadamente y no había traído paraguas, obviamente ¿Quién pensaría que con este hermoso clima en Brasil llovería de esta manera? Bueno cualquiera menos yo. Había dejado mi hermosa ciudad de Buenos Aires hacía ya una semana... una larga semana. Vine aca para disfrutar de las dos cosas que mas quiero en mi vida el fútbol y mi novio, quiero decir, mi ex-novio. De todas las cosas que me habían pasado esta semana esta superaba a todas las otras. Miré al cielo, gris y totalmente nublado. Las gotas de lluvia caían sin parar sobre mi cara, me gustaba sentir el agua sobre mi piel. La fresca brisa golpeaba mi cuerpo de manera que hacía que tropezara mientras caminaba sin ningún destino. Estaba totalmente perdida, mi celular no tenía batería y no traía ni un solo billete en mis bolsillos. Divisé a aproximadamente dos metros en la cuadra del frente un pequeño y aislado bar, me encaminé hacia el mientras sentía el agua dentro de mis zapatos. Cuando logré llegar hasta la puerta entre haciendo sonar una pequeña campana en el local, había un par de personas sentadas en la barra y una pareja en una mesa. Me ignoraron como si nadie hubiese entrado, no me sentí ofendida en lo cierto pero hubiese sido un lindo gesto que alguien me recibiera gentilmente. Le pregunté al barman donde quedaban los baños, al verme hizo un gesto de disgusto pero no le di importancia y me dirigí a los baños. Cerré la puerta detrás de mí y me recosté sobre ella, quería dejar de pensar en aquel pasado que en algún momento les contaré. Me miré al espejo que estaba agrietado en una esquina, me veía fatal. Ya entendía porque el barman me había mirado de aquella manera, tenía unas ojeras enormes, los ojos rojos por haber estado llorando y supongo que el frio también me afectaba, el rímel corría por mis mejillas y estaba más pálida que un fantasma. Me lavé la cara con agua caliente, me veía un poco mejor aunque las ojeras y mi palidez seguían presentes. Me acomodé un poco el pelo desordenado por el viento, di un suspiro de "Esto es lo mejor que puedo hacer", tomé mi bolso y salí de aquel cuarto. Me senté en la barra y pedí un café, era lo único que quería en un día como este. No tenía dinero para pagarlo entonces esperé a que el barman se fuera a la cocina y huí de aquel lugar. Nunca antes había robado, ¿Esto se consideraba como robo? No tengo idea pero igual así me sentí culpable.

Después de un largo tiempo caminando y esperando a que la digna tormenta termine me senté en un banco de esos que están en la calle al lado de una cabina telefónica. Abracé mi bolso como si fuera lo único que tuviera en la vida, prácticamente lo era. De la nada sentí un tirón en mis brazos, me di vuelta y vi un hombre, claramente borracho, tratando de sacarme la cartera. Me levanté y hice lo que nunca pensé que haría en mi vida. Le pegué una patada en las bolas, lo golpeé en la cabeza con el bolso y este calló al suelo. Me quedé totalmente inmóvil. Solté el bolso y me cubrí la cara, miré a mí alrededor como si estuvieran por arrestarme y lo único que vi fue a alguien saliendo de un auto. Me había visto. No había salida de esta, estaba acabada. Era un hombre de cabello castaño, llevaba anteojos, no pude deducir su edad peor parecía de unos 20 o 25 años. Al cerrar la puerta giró hacia mi dirección y me vio, allí totalmente sola sin ninguna salida, con un hombre inconsciente a mis pies. Me miró con confusión y supongo que se dio cuenta que algo grave me había pasado, no solo por mi cara de desesperación sino por mi desagradable aspecto. Caminó hasta que quedo a unos metros de mí y puso una mirada de sorpresa al ver al hombre tirado en la vereda. No estaba reaccionando, ¿Cómo explicaba que había matado a un hombre sin intención alguna? –Te juro por mi vida que fue por defensa propia. –Le dije sin mirarlo a los ojos.

–No te culpo de nada, pero ¿Qué paso? – puso una mirada de preocupación y confusión que de alguna manera se le veía linda aunque no pudiera ver sus ojos por culpa de los anteojos que llevaba puestos.

–Mira, el flaco este me quiso robar. Lo golpeé con mi bolso y cayó al piso, pero para mí está inconsciente, que se yo estaba re borracho cuando apareció. – Él no respondió, sin embargo se agacho y le tomó el pulso al hombre.

–Sabes que tenés razón, esta inconsciente. Así que tenés dos opciones o llamas a la policía o te tomas el palo y te vas– Con esto que dijo me saco la primera sonrisa en todo el día, pero se desvaneció al recordar que no tengo plata ni para el bondi, y a la policía no pensaba llamar. – ¿Querés que te ayude con algo? No pareces muy contenta, che. – Este flaco es divino, pero que mierda le digo "Llevame a tu casa que estoy re abandonada boludo".

–No, no la verdad, no estoy muy bien que digamos. Pero no te quiero pedir nada que te comprometa. – Agarré mi bolso como para irme pero e interrumpió.

–Encerio, tomá si queres llama a alguien que te pase a buscar. ­– Me estiró la mano para darme el celular, pero negué con la cabeza.

–Gracias por todo pero no tengo a nadie a quien llamar. –Hizo una mueca de tristeza y se quedó pensativo.

–Si te dejo aca tirada después me agarra un cargo de conciencia, así que te voy a ayudar vení ¿A dónde te llevo? – La reconcha de su hermana no ve que estoy perdidísima que ni tengo un lugar para quedarme.

–Te cuento, estoy sola, no vivo aca y no tengo hotel para hospedarme y no tengo ni un centavo. Así que si tenés una mejor oferta para ofrecerme te agradezco, pero estoy bien me las voy a arreglar para salir adelante. Mil gracias igual...– Dije un poco avergonzada, no quería verle la cara después de haberle dicho esto.

Hubo un minuto en que lo único que se escuchaba era la lluvia chocar contra el piso.

–Esperá... Quedate conmigo. Digo, no, si queres obvio. Tengo una cama libre en mi habitación, podes quedarte ahí hasta cuando quieras yo me quedo un mes aca, por el mundial viste. – Ah bue, yo me muero acá. Es un bombón. Además que vino para el mundial. Es mucho pedir quedarme con el... pero no me queda otra, o me quedo con él o me quedo en la calle.

–¿Seguro que no te molesta? No me quiero meter en tus vacaciones, en serio. –

–Jaja, no no, no interrumpís nada. Y no vengo de vacaciones...por trabajo más que todo– Comenzó a caminar en dirección al auto y lo seguí, era un poco más alto que yo y tenía un perfil hermoso. Mejor pienso en otra cosa. Abrió el auto y entramos los dos. Al sentarnos se sacó los anteojos. No podía ser...

–Por cierto, soy Fernando. – Me sonrio mostrando unos dientes perfectos y yo mas estúpida no podía quedar.

–Fernando Gago. Sí, creo que ya te conocía. __ Westminster. –

El jugador de fútbol argentino estaba sentado a menos de veinte centímentros de mi. Algo que nunca imaginé fue que tenga que quedarme en el hotel con un jugador de nada mas y nada menos que de la selección. __ preparate porque desde acá empieza una nueva historia. Fernando sonrió y encendió el auto, yo giré la cabeza para la ventana y observé el cielo, que ya comenzaba a despejarse.

Eres mi razón de ser feliz || Fernando GagoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora