Sellarlo con un beso.

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Corrí hacia el ascensor, donde las puertas ya cerradas eran lo único que tenía a mi simple vista. Resoplé pensando en si Fernando se habría enojado por haberme encontrado con Diego. Quiero decir, nosotros no eramos nada ¿no es cierto? Todo aquello que había ocurrido en esa noche que parecía tan lejana, esa noche que parecía totalmente soñada, era solamente un inútil fantasía. A pesar de tener un mal momento con su mujer, él tenía una familia. Pero soñar siempre está permitido.

Justo en el momento en el que me había decidido a tomar las escaleras, las puertas del ascensor se abrieron, dejando ver el rostro de la persona que más quería ver.

—Perdoname, soy un boludo. Te dejé ahí sola.—tenía una expresión de arrepentimiento, pero podía ver el cansancio en su rostro.

—No pasa nada, Fer. No tengo que esperar nada de vos.

—No, encerio. Lo que hice recién fue una estupidez, no soy nadie para decirte con quienes podes estar.

—Yo no estoy con Diego, estabamos...aclarando las cosas.—le dije esto esperando a tranquilizarlo. Yo no quería nada con Diego.

Yo quería algo con él.

—Está bien, no me tenés que aclarar nada. Yo te creo.—y porfin volvió a sonreir, extrañaba su cálida sonrisa— Vamos, que se está haciendo tarde. Podemos pedir algo a la habitación.

Entré al ascensor y me recosté contra la pared. Sentía sobre mí el peso de la potente mirada de Fernando. Lo miré y le dediqué una dulce sonrisa, la cual me respondió. Ninguno dijo nada, pero ese silencio dijo más que de mil palabras.

Caminamos por el extenso pasillo del tapizado rojo carmesí hasta la habitación 536 y entramos en ella.

Me tiré boca arriba en la cama y cerré los ojos por cinco segundos. El hundimiento de la cama por el peso de Fernando me hizo volver a abrirlos. Me apoyé en mis codos no del todo sentada y lo miré. Tenía la mirada fija en el ventanal, que mostraba una hermosa vista a las costas de Rio de Janeiro. Se me cruzaban imágenes de mí y Fernando completamente solos, compartiendo unos minutos junto a la calmidad de la orilla del mar.

—Mañana jugamos.—soltó él de repente

—Que rápido pasa el tiempo, pareciera que fuera ayer que estaba hasta las tres de la mañana trabajando en una estación de servicio.—me reí de aquel recuerdo, realmente odiaba ese trabajo. Fernando me acompañó con una leve risa.

—_____, te quiero dar algo.—se levantó sin dejarme contestar y se dirigió a su vestidor, dejándome confundida.

Tardo unos segundos, y volvió a aparecer por las puertas del pequeño, pero elegante vestidor.

Me mostró una camiseta. Una camiseta albiceleste que tenía el escudo de la Asociación de Fútbol Argentino. Después, la dió vuelta dejándome ver la parte trasera de la camiseta, que llevaba estampado el número "5" y el apellido del hombre que tenía parado a un metro de mí. 

Me quedé con la boca abierta sin saber que decir, como si me estuviera pidiendo matrimonio.

—Quiero que la uses.—levanté la mirada, para poder verlo a los ojos y quise pronunciar algo, pero me fue inútil— Mañana, en el partido. Te quiero ver con mí camiseta.

—Con gusto, la voy usar.

Me sonrió y se acercó a mí. No necesitó decir nada, por lo que me paré para estar a la altura de él. Acaricié sus hombros suavemente hasta llegar a su nuca. Lo atraje hasta mí uniendonos en un beso. El beso que significó algo inexplicable entre los dos.

El beso borró cualquier duda entre los dos, sólo dejo en claro que en aquél momento ninguno quería nada más que ellos mismos.

Me separé de sus labios, aunque nesecitaba más, y todavía con mis manos alrededor de su cuello logre sentir su respiración junto a mi boca. Tomándome desapercibida me dio un beso corto y suave. Sentí su sonrisa sobre mis labios e hice lo mismo casi como un reflejo

—_____, me volves loco.

Tres palabras. Tres palabras fueron las que me hicieron sentir de todo tipo de cosas inexplicables. Tres palabras que me dejaron muda. Tres palabras que definieron mis sentimientos.

Besé su mandíbula mientras estábamos cómodamente abrazados, yo apoyaba mi cabeza sobre su hombro derecho y él me abrazaba con fuerza, como si no quisiera soltarse nunca.

Estuvimos así un rato,  disfrutando del silencio y del sonido de nuestras respiraciones hasta que yo interrumpí la situación.

—Sería mejor que comamos algo, así descansas bien. Mañana es un gran día.

Él se separo y me miró a los ojos como buscando lo que tanto buscaba, que era aquello que tanto le atraía. Finalmente me soltó sin decir nada y nos pusimos a leer el menú de comida disponible. Cuando nos decidimos, Fernando llamó al servicio a la habitación y pidió la cena.

A los veinte minutos tocaron la puerta y nos entregaron la comida. Decidimos comer en el balcón, al aire libre. 

La luz de la luna se reflejaba en el inmenso Océano Atlántico y una fresca brisa chocaba contra nuestros cuerpos. Nos terminamos la cena entre charlas y risas sin embargo, el cansancio pudo con ambos y sin decir más nos fuimos acostar. 

Él se encontraba ya en su cama, mientras yo lo observaba sentada desde la mía. Me puse de pie y me acosté a su lado, él me sonrió y le respondí de la misma manera. En el momento en el que cerré los ojos, sentí sus labios en mi frente y más tarde sus brazos alrededor de mi cuerpo. Protegida en los brazos de Gago, caí en los sueños para luego despertar entre la sábanas en un nuevo día

POR FIN UN CAPITULO!! BUENO ME VOLVIO LA INSPIRACIÓN ASÍ DE LA NADA Y ESCRIBÍ ESTE CAPÍTULO. OJALÁ QUE LES HAYA GUSTADO Y VOTEN Y COMENTEN QUE ME ENCANTAA! LAS AMO INFINIDADES POR LEER.

ALI XX

Eres mi razón de ser feliz || Fernando GagoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora