Amor

159 24 0
                                    

Vestía unos pantalones vaqueros de campana y una camisa blanca que se ceñía a esas curvas que habían aparecido en su menudo cuerpo de la noche a la mañana. Sungmin había crecido, convirtiéndose en un chico atractivo que no pasaba desapercibido. Pero eso solo alimentaba más sus miedos. ¿Y si nadie podía ver nunca quién era él realmente? ¿Y si nadie se molestaba jamás en arañar detrás de las primeras capas para conocerlo de verdad?

Aquella noche, sin embargo, había dejado sus preocupaciones en casa. Todos los habitantes del pequeño pueblo se habían reunido en la plaza y sujetaban en sus manos farolillos de papel encendidos que le otorgaban un halo de magia al lugar. Era el día en el que se inauguraban las fiestas anuales que celebraban cada verano, y el ritual indicaba que se debían liberar los farolillos y pedir un deseo.

Sungmin notó la mano de Ryeowook apretando la suya.

-¿Qué vas a pedir? Yo no me decido entre aprobar las asignaturas que me quedan del año pasado o que mi padre deje de perseguirme todo el tiempo. -Wook se puso de puntillas y estudió a los vecinos allí congregados-. Míralo, ahí está, observandonos casi sin pestañear. Es como un pequeño sabueso sin vida propia. ¿Puedes esperar un momento? Voy a exigirle que deje de espiarme.

-Claro.

En cuanto su amigo se alejó un par de metros, alzó la mano y saludó al señor Kim con cariño. A pesar de que siempre estaban discutiendo por cualquier tontería, sabía que ambos se querían y, a su manera, estaban muy unidos. El padre de Wook era, eso sí, controlador y se inquietaba demasiado por las decisiones que su hijo tomaba. Aunque pudiese suponer un incordio en ocasiones (su toque de queda por las noches era mucho menos permisivo que el de él), a sungmin le hubiese encantado que alguno de sus padres se preocupara por su futuro y que le impusieran normas y le enseñaran a hacer las cosas de la manera correcta.

-¡Ay! -protestó al notar un golpe en la espalda, y al girarse se encontró con una cabellera negra y unos ojos de un color similar al chocolate fundido que usaba para bañar su pastel preferido, el del relleno de naranja con base de galletas.

-Lo siento. Lo siento mucho. -Choi Siwon le regaló la sonrisa más bonita del mundo y señaló al chico que reía tras él-. El idiota de mi amigo todavía piensa que es divertido ir empujando a la gente por ahí. ¿Te he hecho daño?

-No, no es nada.

-Me llamo Choi Siwon y supongo que tú eres Lee Sungmin. -Le tendió una mano que él estrechó con nerviosismo-. Creo que no nos habíamos presentado antes.

-Sé quién eres. Te conozco de vista. Del instituto.

Tenía la boca seca cuando él volvió a sonreírle de aquel modo tan arrollador; era como si la curvatura de esos labios tuviese el poder de cambiar el transcurso del mundo. Sungmin, al igual que otros chicos y chicas del pequeño pueblo, sabía perfectamente quién era Siwon. El chico de oro. El chico que tenía una familia perfecta y sacaba buenas notas y jugaba mejor que nadie en el equipo de baloncesto del instituto. Iba un curso más adelantado que él, que acababa de cumplir dieciséis años, y despertaba admiración y envidia a partes iguales.

-Tienes... Tienes una hoja en el pelo. Espera. Deja que te la quite.

Era una señal. Tenía una hoja en el pelo, ¡una hoja! No una mariquita o un chicle de frambuesa, no. Y vale que era una hoja diminuta, del jazmín de la casa de Wook, en la que había estado antes de ir a la plaza, pero el tamaño no era lo importante. Le encantaban las hojas y Choi Siwon había visto precisamente eso en él. No se había fijado en su trasero, sino en la hoja enredada entre su cabello.

-¿Puedes dármela?

-¿Quieres que te devuelva la hoja? -Lo miró divertido.

Su primer impulso había sido pedírsela y guardarla para siempre en un tarro de cristal. Porque era especial. Un recuerdo. Pero enseguida Sungmin advirtió lo estúpido que sonaba aquello. Estaba seguro de que Choi Siwon miraría a sus amigos por encima del hombro de un momento a otro y emitiría una risa burlona ante la ridiculez de sus palabras.

Recuerdos de Otoño (KyuMin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora