Capítulo 8

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Sentado en el suelo del cuarto de baño, recostado contra la pared, Kyuhyun rio. Sungmin acababa de tirar por el retrete la cena y el licor de cereza y seguía arrodillado sobre las frías baldosas azules. Llevaban allí un buen rato, por si acaso le quedaba algo más en el estómago. Parecía ser que no.

— ¿Qué demonios te hace tanta gracia?

—La pinta que tienes. Tendrías que verte —volvió a reír—. Estás horrible.

—Lo que todo chico quiere oír después de vomitar delante de un desconocido.

—Creo que esto ha afianzado nuestro nexo de unión.

— ¿Por qué siempre que apareces en mi vida termino igual?

—Bueno, he estado más de una semana sin emborracharte desde que puse un pie en esta aldea. Eso debería contar. —Kyuhuyn se incorporó con cierta dificultad y estiró el brazo hacia Min—. Dame la mano, conejito, te acompañaré a la cama.

—Deja de llamarme así. Y puedo solo, gracias.

—No discutas. Venga, andando.

Sungmin puso los ojos en blanco, aceptó su ayuda para levantarse y luego caminó hasta la habitación con Kyuhyun pisándole los talones. Estaba bien. De verdad que sí. Seguía notando el estómago revuelto y un poco los efectos del alcohol, pero nada realmente preocupante. Él esperó frente a su cama mientras Sungmin se cubría con las mantas y ahuecaba la almohada.

— ¿En serio esto es necesario?

Kyuhyun sonrió débilmente y apagó la luz de la lamparilla antes de salir y dejar la puerta entornada. Sungmin respiró hondo un par de veces, intentando calmarse, mientras se concentraba en los atrapa sueños pequeñitos que colgaban del techo. Demasiadas novedades en su vida en tan poco tiempo... No estaba seguro de dónde encajar esas nuevas piezas que habían aparecido de la noche a la mañana en el puzle de su día a día. Se dio la vuelta en la cama, atento a los ruidos que provenían de la cocina: dedujo que Kyu estaba recogiendo la mesa y lavando los platos. Quiso levantarse y decirle que dejara de hacer aquello y se marchara ya al cobertizo, pero el sonido de la lluvia golpeteando contra el tejado era extrañamente melódico y reconfortante, y al final dejó que el sueño se apoderase de él.

La casa estaba en silencio cuando Sungmin despertó. La tormenta había pasado y la frágil luz del sol se reflejó en el cristal antes de que abriese las ventanas de par en par. La lluvia había dejado tras de sí su aroma característico y olía a madera y a hierba húmeda.

Se quedó paralizado en cuanto puso un pie en el comedor.

Kyuhyun estaba allí, durmiendo plácidamente en su sofá.

La manta apenas le cubría parte de la camiseta arrugada que se pegaba a su torso y tenía un brazo estirado hacia atrás. Aquellos labios, rojizos y sensuales, estaban ahora entreabiertos y sus largas pestañas acariciaban la piel bajo los párpados.

Sungmin lo observó durante unos segundos, deslizando la mirada hasta percibir cada detalle, cada particularidad. Tenía un minúsculo lunar debajo de su ojo, un par de pecas alrededor de la nariz que le daban un aire travieso y llevaba las uñas de las manos muy cortas, algo mordisqueadas, nada bonitas...

— ¿Cuánto tiempo vas a estar ahí mirándome?

Min dio un saltito, asustado, e intentó recobrar la compostura.

—El tiempo que quiera. Estás en mi casa. En mi sofá. En mi espacio.

—Dame más drama.

— ¡No puedes estar aquí, Kyuhyun! ¡Era nuestra norma!

Recuerdos de Otoño (KyuMin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora