Capítulo 6

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A la mañana siguiente, Kyuhyun llamó insistentemente a la puerta. Ni siquiera había amanecido todavía y faltaban diez minutos para que sonara el despertador, pero Sungmin pensó que si no le abría terminaría por echar la puerta abajo.

—¿Qué estás haciendo?

—¿Empezar el día? —Se coló dentro, fue directo a la cocina y cogió el cartón de leche de la nevera—. Creí que te habrías levantado. ¿A que horas tenemos que estar en la pastelería?

—¿Tenemos?

—Eso he dicho.

Todavía somnoliento, Sungmin se frotó los ojos y reprimió un bostezo.

—A las siete. Estaba a punto de levantarme.

—Vale. Me pido la ducha primero.

Min frunció el ceño y negó con la cabeza.

—Eh, conejito, una última cosa. —Se relamió los labios tras darle un sorbo al vaso de leche que acababa de servirse—. Me encanta tu pijama, ¿los venden por packs para matrimonios felices?

Sungmin bajó la vista hasta toparse con los simpáticos renos que invadían la tela algodonosa. Lo miró algo cohibido, sin saber cómo reaccionar, hasta que el prorrumpió en una sonora carcajada y se acabó el desayuno de un trago. Min puso los ojos en blanco y volvió a refugiarse en su habitación.

Aquel mismo ritual se durante los siguientes días.

Kyuhyun se levantaba temprano, aporreaba la puerta hasta que Sungmin se decidía a escapar del calor se las mantas y dejarlo entrar. Discutían por ver quien se duchaba antes (y por el hecho de que Kyu tenía la horrible mania de dejar el baño patas arriba, con el suelo mojado y la toalla arrugada de mala manera). Más tarde, se iban juntos a la pastelería caminando; a excepción de un día en el que Min iba demasiado cargado y Kyu insistió en acercarlo en su coche.

Ya en Pinkup, Kyuhyun lo observaba cocinar en la trastienda y, normalmente, metía las manos donde no debía o probaba las masas y las salsas, sin importarle si estaban crudas o no. Le gustaba comerse algo salado y, después, buscar lo mas dulce que encontrase sobre la encimera. Decía que en el contraste estaba la gracia. Y, curiosamente, sus palabras fueron la inspiración que necesitó para hacer una nueva receta: tarta de plátano y dulce de leche salado.

Sólo hacía una semana que Kyuhyun había aparecido en el pueblo de improviso, así que Sungmin no estaba demasiado seguro de cómo demonios había logrado adaptarse tan rápidamente a esa especie de... esa especie de rutina. Porque el sistema era así: rutinario, ordenado. Tras pasar el día en la pastelería (a menudo Kyuhyun salía a estirar las piernas y dar la vuelta), regresaba a casa, cenaban algo rápido y se dirigían al pub de Yesung. Allí, Kyuhyun se comportaba como si le pagas en para ser "relaciones públicas", aunque nadie le hubiese pedido que hiciese nada y, en los ratos muertos, merodeaba alrededor de la barra e intentaba sacar de quicio a un irritado Ryeowook. Al terminar, antes de ir a dormir, Sungmin adelantaba alguna tarea del día siguiente, como una masa o alguna mezcla, mientras Kyuhyun se encargaba de lavar los platos y le pasaba la bronca porque consideraba que su existencia se limitaba a trabajar y que, en su opinión, la gracia de trabajar es tener más tiempo o dinero para disfrutar de la vida, lo que, en esencia, explicaba que Min estuviese dentro de un bucle infinito.

Sin embargo, el viernes a medio día, Kyuhyun rompió esa misteriosa rutina cuando le pregunto dónde estaba esa famosa cafetería con internet gratis.

—En la plaza, justo al lado de la carpintería. —Sungmin recogió los restos de harina que había sobre la encimera con el dorso de la mano y un trapo.

Recuerdos de Otoño (KyuMin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora