Capítulo 18

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Sungmin se llevó a los labios la taza de café con leche y bebió un sorbo. Después, alzó la mirada hasta él.

—Has dormido en el sofá.

—Sí. —Kyuhyun se sirvió un café solo.

Desde aquel primer beso en el coche, bajo la tormenta, no habían vuelto a dormir separados ni un solo día.

—¿Por qué? No creerías lo que dije anoche, ¿verdad? —Intentó que no le temblase la voz—. Estaba nervioso y confundido después de todo lo ocurrido y me sentía un poco solo. —Los ojos oscuros de Kyuhyun estaban fijos en Min—. Te aprecio mucho, pero no te quiero «de ese modo». Olvida que dije eso, por favor. No me gustaría que nada cambiara entre nosotros. Somos amigos. Me importas mucho, Kyuhyun.

Los engranajes del cerebro de Kyuhyun parecieron ponerse en marcha en un momento dado y sopesar las palabras que acababan de salir de los labios de Sungmin. Tardó más de lo esperado en asentir lentamente con la cabeza, después de expulsar el aire que había estado conteniendo. Min le sonrió, a pesar de sentirse de gelatina, muy endeble. Quería cubrirse con el abrigo más grueso del mundo y no dejar que nadie volviese a desabrochar los botones para hurgar en su interior.

—Además, tienes razón. Encontraré a mi media naranja algún día —bromeó para romper el hielo. Kyuhyun no sonrió ni un ápice—. ¿Cómo es eso que suele decirse...? Que, cuando menos se busca, aparece. —Terminó de un trago el resto del café con leche y dejó la taza sobre el fregadero con un tintineo—. ¿Por qué sigues tan callado? Me estás poniendo nervioso.

Kyuhyun acortó la distancia que los separaba con tres grandes zancadas, lo sujetó por la nuca y le dio un beso profundo y húmedo. Sus labios eran posesivos y firmes.

—No me quieres —quiso asegurarse.

Sungmin contuvo el aliento.

—Fue una tontería, Kyuhyun.

—Será mejor que nos demos prisa o llegaremos tarde —concluyó él, y le dio un segundo beso tan intenso que consiguió que le temblasen las piernas.

Min tragó saliva. No importaba cuántos rodeos había dado, aquí y allá, allá y aquí, al final se había metido en la boca del lobo.

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Apenas se dirigieron la palabra durante toda la mañana. Sungmin estuvo tras el mostrador, atendiendo a los clientes. El señor Tom apareció a primera hora, como siempre, seguido de Galia, que se llevó lo que quedaba del pastel de queso para unos turistas ingleses que se hospedaban en el hostal. El resto había desaparecido antes siquiera de abrir, porque Kate, la dueña de la cafetería que desde la feria les hacía un pedido diario, siempre elegía ese dulce.

—Creo que debería hacer dos pasteles diarios de queso. Cuando lo pensamos no contamos con el encargo de Kate —comentó.

—Vale.

Kyuhyun volvió a bajar la mirada hasta los papeles de la empresa que estaba estudiando. Min no estaba seguro de que llegados a aquel punto se pudiese hacer mucho más para potenciar el negocio. Aun así, había mejorado mucho. Tiraba menos comida, apenas le sobraba género al cerrar y, si se daba el caso, pasaba rápidamente por el pub para dejárselo a Yesung. Por lo tanto, compraba muchos menos ingredientes y el gasto se había reducido. Además, varios de los vecinos que probaron sus dulces durante la feria anual habían vuelto para repetir, especialmente un grupo de unas cinco o seis mujeres que acudía todos los días después de dejar a los niños en el colegio.

Heechul se pasó por allí casi al mediodía para ver cómo iba todo. Seguía preocupado y tenía los ojos hinchados y algo enrojecidos. Sungmin intentó calmarlo en la medida de lo posible, porque a pesar de todo era incapaz de culparlo por nada. ¿Que quizás había sido demasiado confiado al creer que Hae-Ri amaba a su padre y permitir que esa boda siguiese adelante? Sí. Pero, como bien había dicho él mismo la pasada noche, a saber dónde estaría ahora de no ser por esa decisión que Heechul tomó en su día.

Recuerdos de Otoño (KyuMin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora