Capítulo 5

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Ya había anochecido cuando regresaron a casa. Kyuhyun no sólo había pasado la mañana en la pastelería, convencido a cualquier cliente que entrase de que se llevara algo más (en cierto momento, Sungmin le pidió que dejase de hacerlo porque empezaba a resultar violento), sino que, además, comió allí y se quedó durante el resto de la tarde, hasta que cerró.

Min, no estaba acostumbrado a tener compañía mientras trabajaba y resultaba extraño compartir aquellos momentos de habitual soledad con alguien a quien apenas conocía. Kyu era... raro. Preguntaba cualquier cosa que se le pasara por la cabeza, como si creyera tener derecho de hacerlo, y no podía estar quieto más de cinco minutos seguidos. Imposible. Se sentaba en la mesa destinada a las reuniones para encargos y, cuando al fin parecía que el silencio se filtraba entre ambos, volvía a ponerse en pie y a parlotear sin parar, aunque nunca parecía decir nada concreto sobre sí mismo.

—¿Y qué se supone que haremos ahora?

Sungmin encendió las luces al entrar a casa.

—La cena. Y nachos con queso para ver el partido. Vendrán Yesung y Ryeowook. El pub no abre los domingos por la noche, y, además, creo que quieren vigilarte.

Los dos se habían dejado caer por la pastelería a lo largo del día para cerciorarse de que no había ningún problema. Y lo sorprendente era eso: que no lo había. Dentro de todo lo malo, la presencia de Kyuhyun no resultaba tan terrible.

—¡Joder! Había olvidado el partido —alzó la voz consternado—. ¿Qué le pasa a mi cabeza? —Cogió el mando de la televisión, la encendió y puso el canal uno a pesar de que faltaba más de media hora para que diese comienzo.

—Tampoco es para tanto.

Kyuhyun lo siguió hasta la cocina.

—Es como si a ti se te olvidase ponerle chocolate a una tarta de chocolate. O algo así. Yo me entiendo.

—Eso no tiene ningún sentido.

Sungmin rió mientras cogía el delantal que colgaba tras la puerta y se lo ataba en la cintura. Después sacó del congelador una bolita de masa de pizza que había sobrado de varias semanas atrás y cogió mantequilla de la nevera.

—¿Qué hago? —Kyuhyun se arremangó el suéter con decisión.

—No es necesario que hagas nada.

—Sí que es necesario, a menos que quieras que me vuelva loco. —Se colocó a su lado, frente a la encimera—. Llevo todo el día quieto. Es insoportable.

Sungmin saco del mueble la harina de maíz y la harina de trigo y lo miró de reojo.

—¡Si no has parado de moverte ni un solo segundo! Pero, vale, te pongo los ingredientes y tú haces la masa de los nachos mientras preparó la pizza. —Vertió en un bol la cantidad necesaria de harina y agregó la mantequilla y sal—. Toma. Mézclalo y añade agua hasta que quede unaasa consistente. Que no se te pegue en los dedos.

—Entendido, jefe.

El tintineante sonido que producía Sungmin con la varita metálica contra el cuenco al remover la salsa de queso era lo único que se oía en la estancia. Los dos permanecieron absortos en lo que estaban haciendo hasta que Kyuhyun empezó a desesperarse y habló:

—¿No tienes música o algo así?

—Odias el silencio, ¿verdad?

—No, claro que no —farfulló, y luego dejó de amasar y lo miró con los ojos ligeramente entrecerrados—. ¿Te has parado a pensar en lo raro que resulta todo esto?

—Cada minuto del día. Y cada segundo de ese minuto.

Sungmin dejó la salsa a un lado, puso a calentar el horno, saco el rodillo de un cajón y estiró su masa de pizza con una facilidad sorprendente.

Recuerdos de Otoño (KyuMin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora