Capítulo 20

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El viento y las calles empinadas de San Francisco despertaron en él nostalgia y recuerdos, pero hubiese dado cualquier cosa por no estar allí en aquel momento, sino en un solitario pueblo que conocía bien, en medio del bosque, donde vivía ese chico que no necesitaba nada grande para ser feliz. Un sueño. Dulces. El partido de los domingos. Una carcajada. Él. Miradas. El aroma que la lluvia dejaba tras de sí. O una cama sobre la que perderse el uno en el otro durante horas. Todavía recordaba la primera vez que había entrado en su casa, cuando pensó que «no entendía cómo podía ser tan conformista, feliz con tan poco». Si pudiese volver atrás en el tiempo, congelaría ese momento y se diría un par de cosas importantes a sí mismo.

Cuando entró en el apartamento, lo notó extrañamente frío; con esos muebles que seguían una misma línea y los tonos grises que carecían de personalidad. Changmin no estaba en casa, así que se paseó por las diferentes estancias e intentó convencerse de que tan solo se sentía así de raro porque hacía meses que no pisaba aquel suelo. Todo estaba en silencio, nada había cambiado de lugar.

Se dejó caer sobre su cama y estuvo un par de horas contemplando el techo blanco y vacío. Se sentía un poco así. Blanco. Y muy vacío. Al marcharse de aquel lugar se vio tan perdido que había empezado a conducir hacia Canadá un par de horas hasta que se decidió a dar media vuelta, consciente de que el único lugar que seguía perteneciéndole estaba en la dirección contraria. Había dormido un par de horas en un motel de mala muerte antes de proseguir su camino. Y ahora estaba allí, inmóvil y solo.

Ni siquiera reaccionó cuando oyó el chasquido de la cerradura al abrirse la puerta principal, seguido de las voces de sus amigos a lo lejos. Minho se quedó parado en el umbral de la puerta de su habitación y lo miró sorprendido.

—¿Kyu? Joder, ¡has vuelto!

—Déjame pasar. —Yoona entró en la estancia y el colchón se hundió con suavidad cuando se sentó junto a él—. Kyuhyun, ¿estás bien? ¿Qué ha ocurrido?

Hubo un tenso silencio, hasta que Kyuhyun se tapó el rostro con el dorso del brazo y Yoona se inclinó sobre él y lo abrazó muy fuerte. Ni siquiera cuando se rompió el codo a los once años jugando al béisbol se permitió bajar la guardia delante de ellos. Respiró hondo, sintiendo el aire hincharle el pecho, hasta que logró calmarse y pudo mirarlos de nuevo. Minho parecía nervioso. Changmin tan solo lo estudiaba pensativo e imperturbable, apoyado sobre el dintel de la puerta. Y Yoona... Yoona estaba preocupada.

—Kyu, da igual lo que haya pasado. Todo tiene solución. Lo sabes, ¿verdad?

—La flaca tiene razón —corroboró Minho—. Y ahora vamos a tomarnos unas cervezas. Yo invito. ¡Venga, tío, levántate!

—Eso no es lo que Kyuhyun necesita ahora.

—Pero se despejará. Beberá. Y olvidará.

Yoona supo dedicarle a su novio una mirada que significaba exactamente «sal de la habitación», aunque Changmin pareció entenderlo antes que él, porque tiró de la manga de su camiseta mientras daba un paso hacia atrás. Luego cerró la puerta, dejándolos a solas.

—Vete tú también, Yoona. No quiero que me veas así.

—No digas tonterías. —Ella le apartó los mechones de cabello oscuro que caían por su frente y se estremeció al ver el contorno rojizo que rodeaba el oscuro de sus ojos—. Ay, Kyu. Dime qué puedo hacer. Cuéntame qué ha ocurrido.

—La he cagado. Iba a pasar tarde o temprano.

—Encontraremos la forma de arreglarlo.

—No, ¿no lo entiendes? Resulta que el puto problema soy yo y no tengo arreglo. Le fallé. Y, joder, me pasó muchas veces. Demasiadas. ¿Qué coño se supone que voy a hacer con mi vida de ahora en adelante? Empecé a echarlo de menos incluso antes de marcharme.

Recuerdos de Otoño (KyuMin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora