—¿Cómo que ya veremos?
—Ahora necesito dormir un rato.
—¿Eso significa que no vamos a divorciarnos?
Kyuhyun se puso en pie y lo miró en silencio durante unos instantes. Estaba siendo un capullo. Otra vez. En realidad, era la única forma de comportarse que conocía. ¿Qué era lo que pretendía? No estaba seguro. Solo sabía a ciencia cierta que no quería regresar a San Francisco y que, al salir de casa con la excusa de buscar a su misterioso esposo, había hecho una maleta más grande de lo necesario. Por si acaso. «¿Por si acaso qué?» Ni idea. Al principio había pensado en recorrer la costa de punta a punta, parando en albergues, sin horarios ni obligaciones, sin nada por lo que preocuparse. Al fin y al cabo, ahora que no tenía un trabajo, ya no tenía ninguna responsabilidad. Su existencia era como un lienzo totalmente en blanco, sin pasado, sin presente ni futuro. Kyuhyun había esperado que, al cumplir los veinticinco, se sentiría satisfecho al mirar atrás y recordar todos los logros que habría ido acumulando a lo largo de su vida. Nada más lejos de la realidad. Se sentía vacío, y alcanzar aquella cifra y el hecho de ver cómo sus amigos seguían adelante tan solo había acentuado más su desesperación.
Así que llevaba un par de meses cometiendo todo tipo de locuras. Cualquier cosa que se le pasase por la cabeza con tal se sentirse un poco vivo. Se había tirado en paracaídas, se había emborrachado más de lo debido y había hecho todo lo que le apetecía y cuando le apetecía. ¿El resultado? Seguía notando un extraño e incómodo vacío en su interior. Le faltaba algo, el problema era que no sabía el qué. Lo único por lo que había estado dispuesto a esforzarse hacía años que quedó lejos de su alcance y pasó de ser un sueño dorado a un sueño frustrado que detestaba rememorar.
Y ahora estaba allí, en un pueblo anclado en el pasado que no tenía nada que ver con su forma de vida, frente a un chico que despertaba en él cierta compasión. Eso no era bueno. Por favor…, ¡si ni siquiera conseguía conectarse a internet con el teléfono! Pero aun así… aun así aquello era diferente, nuevo, curioso. Esos adjetivos pasarían a la historia en poco tiempo, pero mientras tanto…
—Puede que simplemente me quede por aquí.
—¿Aquí?
—No, en un mundo de purpurina y hadas y caritas sonrientes flotantes —farfulló malhumorado—. ¡Pues claro que sí! Y necesitaré un lugar donde pasar estos días. Es decir, que me quedaré en tu casa. Perdón. En nuestra casa. Es lo que tiene casarse: una vida en común, bienes compartidos, mucho amor desinteresado en la enfermedad y blablablá.
Sungmin tardó en reaccionar. Sus pequeños puños aferraron la colcha de la cama. Kyuhyun no supo por qué, pero le hizo gracia el gesto, como si canalizase toda su rabia a través de algo tan… inofensivo.
—¡No puedes quedarte en mi casa!
—Ya lo creo que sí.
—Es… es imposible.
—¿Por qué?
—Porque ahí vivo yo.
—¿Dónde está el problema? Seré tu simpático compañero de piso. Y ahora largo, necesito dormir un poco, ¿sabes cuántas horas he conducido para llegar hasta aquí?
—No creo que tengas nada de simpático.
—Ahí te doy la razón.
Iba a decirle que antes era más majo. De verdad que sí, Kyuhyun antes lo era. Pero se había cansado de estar siempre de buen humor y de poner una sonrisa cuando en realidad estaba enfadado con el mundo y con la poca porción de suerte que le habían repartido. Ni siquiera le habían dado un trozo del pastel, solo una puta migaja irrisoria.
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Recuerdos de Otoño (KyuMin)
HumorEsta historia no es mía, la historia original pertenece a A. K. Esta es una simple adaptación con fines de entretenimiento. Todos los derechos a su respectivo autor. Créditos de portada: Sharon Lara. ♥️ Nota: Favor de no hacer spoiler, quizás ya has...