Promesas

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Se abrazó a sí mismo, deslizando las manos por el estómago. Tenía los ojos enrojecidos e hinchados, y, cada vez que pensaba que había agotado todas las lágrimas, una más caía por su mejilla.

-Tienes que entenderlo, Sungmin.

-No quiero abortar. No puedo abortar.

Siwon se llevó las manos a la cabeza y suspiró hondo.

-¿Crees que me he esforzado tanto para terminar así? -Lo miró furioso-. No pienso quedarme anclado en este puto pueblo contigo y con un bebé. Tengo planes. Tengo una vida que construir.

-¡No sería necesario! -Bajó de la cama, abandonando el calor de la colcha rosada, y caminó hasta estar a su altura. Cuando le había llamado esa misma tarde para contarle la noticia, pidiéndole que fuese a su casa, no imaginó que reaccionaría de un modo tan tajante, tan insensible-. Yo me ocuparé de todo mientras tú estés fuera. Cuidaré del bebé. Y te esperaré hasta que termines tus estudios y vuelvas. Siwon, por favor... No pretendo interferir en tus planes.

-¿De verdad...? Dios, joder. -Se frotó la barbilla con el dorso de la mano-. Pensaba que eras un poco más listo, Sungmin. ¿Esperabas que siguiésemos juntos cuando me fuese a la universidad? Son cinco años. Cinco dichosos años. En mi caso mucho más si consigo entrar en medicina.

-¿Qué soy para ti, entonces? ¿Algo temporal? -Ni siquiera reconocía esa voz extrañamente aguda que escapaba de sus labios.

Siwon pareció calmarse durante unos segundos. Inspiró hondo, bajó la vista al suelo y luego la alzó despacio hasta Sungmin. Había confusión en su mirada; rabia, pero también algo de tristeza. Sungmin odió profundamente su compasión, porque no era un sentimiento solidario, no, en realidad sus ojos tan solo reflejaban lástima, como cuando vas conduciendo y sientes pena al ver en el arcén a un animal herido, pero no paras el coche y sigues conduciendo sin mirar atrás.

-Eso es exactamente lo que intento decirte -susurró-. Te quiero, Sungmin. Te quiero de verdad. Pero no encajas en mi vida, no encajas en lo que quiero conseguir. Pretendo ser alguien importante. Ojalá las cosas fuesen diferentes, pero era evidente desde el principio que lo nuestro no sería algo a largo plazo. Cualquier persona de este pueblo con dos dedos de frente es consciente de ello.

Sungmin sintió sus pulsaciones dispararse. Todavía más. Más y más rápido. Estaba fuera de sí. Su mundo desmoronándose a pedazos a su alrededor como si todos los besos y las caricias se hubiesen sostenido sobre unos cimientos de plastilina. Endebles, frágiles. Y ahora todo se caía y él no sabía cómo pararlo. Era consciente de que ni siquiera había cumplido aún los dieciocho años y que quedarse embarazado había sido un error garrafal que ambos deberían haber evitado, pero no podía dejar de pensar en el bebé. No podía dejar de pensar en él y en el hecho de que lo llevaba dentro de él. Era su obligación cuidarlo, protegerlo.

Se limpió las lágrimas con torpeza.

-¿Sabes? Está bien. No me importa. ¡No me importa no encajar en tu dichosa vida perfecta! Yo tengo mis propios sueños. ¡Puedes irte al infierno!

-¿Tus sueños? ¿Qué sueños? -Siwon bufó.

-Montar la pastelería.

Él rio sin ningún tipo de humor.

-Yo quiero ser médico. Tú quieres ser pastelero. Yo pretendo salvar vidas. Tú pretendes que la masa no te quede muy seca. ¿Notas la diferencia? -ironizó-. Ah, bueno, sí, y ahora quieres tener un bebé. Solo eres un crío iluso.

Sungmin iba a enfrentarse a sus hirientes palabras cuando oyó la cerradura girar en el piso inferior. Su padre llegaba a casa antes de lo previsto. Notó un nudo en la garganta y de inmediato le dirigió una mirada suplicante a Siwon. No le hizo falta más de un segundo para adivinar sus intenciones.

Recuerdos de Otoño (KyuMin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora