Capítulo 9

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La rutina que habían marcado siguió intacta durante las dos siguientes semanas. Sungmin advirtió que empezaba a parecerle de lo más normal la presencia de Kyuhyun a su alrededor y, además, este siempre solía echarle una mano. Se le daba genial despachar a la clientela, por ejemplo. Kyuhyun tenía la capacidad de vender cualquier cosa. Cualquiera. ¿Galletas blandas de dos días atrás que sungmin había olvidado quitar del escaparate? ¡Vendidas! (se prometió estar más atento a partir de entonces, porque no dejaba de distraerse y no podía permitirse cometer más errores). Ya le resultaba algo cotidiano verlo untar un palito salado con chocolate con leche. Y también que se marchase antes del atardecer para encargarse de la cena, o que a aquellas alturas confraternizase con más de la mitad del pueblo porque, las noches que se acercaban al pub de Yesung, se convertía en el centro de atención sin apenas esfuerzo.

Era extrovertido, hablador (demasiado hablador) y le resultaba sencillo entablar una conversación con cualquiera que se cruzara en su camino. Sabía qué decir en el momento apropiado. De hecho, su voz adquiría ciertos matices diferentes según a quién se estuviese dirigiendo. Sungmin tenía la extraña sensación de que con él era cauto, suave. Un poco. Solo un poco. Y que le hablaba en un tono más bajo y susurrante que al resto. No estaba seguro de que aquello le desagradara, porque era una especie de línea divisoria que marcaba la diferencia entre él y los demás, que le hacía sentirse ligeramente especial a sus ojos aunque fuese por un detalle tan tonto.

De cualquier modo, después de la noche del licor de cereza, no habían vuelto a tocar ningún tema personal. Min fingía no saber nada acerca de su pasado en el mundo del fútbol y, aunque varias veces había estado tentado de preguntarle por qué guardaba aquello con tanto ahínco para sí mismo, no encontró el momento adecuado para hacerlo. Él tampoco había intentado sonsacarle nada más sobre lo ocurrido con Choi Siwon ni había vuelto a mencionar las cartas de sus padres que había encontrado en la vieja caja de vinilos, así que pensó que era justo no inmiscuirse en sus asuntos.

Los días pasaban volando con tanto trabajo por delante, y cuando se tomaban un respiro, a la hora de comer o de la cena, tan solo veían la televisión en silencio (un silencio extrañamente agradable, sencillo, fácil) o hablaban de tonterías, como lo absurdo que resultaba que Bob Esponja viviese en una piña debajo del mar o los beneficios de comer brócoli (Kyuhyun odiaba profundamente las verduras).

—Así que, suponiendo que se desatase una invasión zombi en el mundo, ¿cuál sería tu estrategia? —Kyu lo miró totalmente serio, como si le importase de verdad la respuesta a esa pregunta (hacía a menudo preguntas tontas del estilo).

—Pues no lo sé. A ver... —Min subió las piernas al sofá y dobló las rodillas mientras cogía un par de palomitas del cuenco. Era sábado por la noche y acababan de ver una película de zombis con un guion que parecía escrito por tres monos con ganas de divertirse—. Hum, ¿lo más lógico? Supongo que irme a una isla.

— ¿Cómo sabes que en la isla no habrá zombis?

—Si hubiese, simplemente me quedaría navegando a la deriva. Mira, esa es una buena táctica. Coger un montón de provisiones, montar en un pequeño barco y esperar hasta que alguien encuentre una cura o algo.

Kyuhyun frunció el ceño.

— ¿Cuántos meses crees que podrías sobrevivir? Se ha desatado una invasión zombi, no tienes tiempo para cargar toneladas de comida.

—Vale, dime cuál sería tu increíble plan, entonces. —Sungmin engulló otro puñado de crujientes palomitas y, al relamerse la sal de los labios, tuvo la certeza de que Kyuhyun estaba atento a aquel pequeño gesto; sintió que se ruborizaba y agachó la cabeza con la excusa de coger más.

Recuerdos de Otoño (KyuMin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora