Capítulo 4

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Anduvieron en silencio por algunas callejuelas y Kyuhyun se esforzó por memorizar el trayecto. No es que aquel pueblo del Condado de Lewis fuese muy grande, todo lo contrario, pero sus calles parecían un laberinto y no se regían por ninguna estructura lógica. Alrededor, solo había hectáreas y más hectáreas de bosque. De esos bosques húmedos y repletos de helechos y musgo entre los frondosos árboles.

—¿Qué ocurriría si nevase?

Sungmin lo miró de reojo, sin dejar de caminar. Llevaba una gruesa bufanda blanca, a juego con el gorro y los guantes, y, por alguna horrible razón, a Kyuhyun le resultaba adorable verlo cobijado entre tantas capas de ropa.

—Pues eso. Que nevaría. ¿Nunca has visto la nieve?

—Claro que sí, joder. Lo que quería saber es si alguna vez se han quedado aislados o algo así.

—Sucede de vez en cuando, pero solo durante un par de días, hasta que las máquinas quitanieves despejan la carretera que conduce al pueblo vecino. —Lo miró divertido—. ¿Te preocupa no poder escapar de aquí?

—Evidentemente.

—Puedes estar tranquilo, la temporada de nieve ya ha terminado.

Aunque acababan de darle la bienvenida a marzo y quedaba poco para la llegada de los meses más veraniegos, seguía haciendo un frío del carajo. Doblaron una última esquina y Min señaló un local donde se leía el nombre de Lost. La persiana estaba medio bajada porque aún faltaba media hora para que abriesen de cara al público. Estaba situado al lado de una carnicería cerrada y de otro pub de aspecto similar.

—Es ahí. —Sungmin dejó de caminar en seco y se giró hacia Kyuhyun, que lo miró sin decir nada. Kyu le sacaba una cabeza de altura y el silencio era tal que podían escuchar sus propias respiraciones—. Por favor, déjame hablar a mí. No quiero preocuparles.

Él estuvo a punto de decirle que tampoco era tan malo como para que sus amigos fuesen a inquietarse. Su madre y sus hermanas lo consideraban «travieso» y su amiga Yoona solía denominarle «capullo» como apodo cariñoso, pero, más allá de que hubiese asistido a más fiestas de las que podía recordar, no creía haber hecho nada terrible a lo largo de su vida. Razón de más para estar tan cabreado por su falta de suerte.

No se lo aseguró. Simplemente se encogió de hombros con indiferencia.

Sungmin entró en el pub seguido de Kyuhyun. El interior estaba iluminado por un montón de bombillas que colgaban del techo; esas bombillas amarillentas estaban dentro de botellas de cristal a las que les habían quitado la parte inferior para poder introducirlas. Eran unas lámparas diferentes, originales. Al fondo, había un par de mesas rodeadas por bancos con forma de ele y recubiertos de mullida tela granate. Y en la esquina opuesta había una pequeña mesa de mezclas de aspecto casero.

Kyuhyun observó la familiaridad con la que Min se movía tras la larga barra detrás, colgaban numerosas pizarras, y los nombres de las cervezas y los chupitos estaban escritos a mano con tiza blanca. Ofrecían un montón de sabores para elegir.

—¿Chicos? He llegado. «Hemos» —se corrigió con un toque de amargura en la voz cuando llamó con los nudillos a la puerta del almacén.

—¡Ya salimos! —gritó Yesung.

—Sí, espera solo… un momento —añadió Ryeowook algo agitado.

Kyuhyun se sentó en uno de los taburetes frente a Min, como si fuese un cliente más, y repiqueteó con los dedos sobre la pulida madera de la barra. Alzó las cejas significativamente y lo miró sonriente.

—Ya entiendo cómo matan el tiempo en este pueblo. Parece que tus amigos se lo están pasando en grande ahí dentro.

—Chsss, ¡cállate! —masculló.

Recuerdos de Otoño (KyuMin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora