Epílogo

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(Un año más tarde)

Ibiza, España



El sol me acaricia la piel y a lo lejos se oyen los gritos y las risas de los bañistas y el sonido de las olas al romperse antes de llegar a la orilla. No estoy seguro de qué hora es porque aquí el tiempo parece haberse detenido desde que llegamos hace cuatro días. Suspiro al notar las manos algo ásperas de Kyuhyun acariciándome el estómago. Abro los ojos. Está tumbado a mi lado, en la toalla de playa, apoyado sobre un codo, y, aunque no puedo asegurarlo porque lleva puestas unas gafas de sol, estoy seguro de que su mirada es sexi y peligrosa.

—Me estás volviendo loco con esa ropa diminuta. —Acaricia una de mis piernas con un dedo—. Debería ser ilegal.

Me estiro más sobre la toalla.

—En realidad, creo que llevo demasiada ropa.

—Define «demasiada» para ti.

—Me molesta la parte de arriba —protesto y me llevo las manos al dobladillo de mi camiseta.

—Ni lo sueñes, conejito.

—¿Por qué no? Aquí todos lo hacen.

—No pienso dejar que todos los tíos salidos te miren el cuerpo.

—Eres un muermo —suspiro—. ¿Sabes que los celos injustificados no tienen nada de atractivo?

Me levanto, probablemente ya estaré rojo como una gamba. No importa cuánta protección use, mi cuerpo se niega a cooperar. Entonces noto las manos de Kyuhyun sobre mis hombros. Se inclina hacia mí y me susurra al oído.

—Levanta los brazos.

Me acaricia la piel con la punta de los dedos y siento un hormigueo cuando levanta con cuidado mi camiseta. Deposita un beso en mi espalda y luego me rodea la cintura con una mano.

—Listo.

Deja caer la tela blanca a un lado y la brisa del mar me hace cosquillas en la piel. Le dedico una mirada traviesa y él se relame el labio inferior.

—Vamos al agua. Ya —ordena haciéndome reír.

Corremos por la orilla cogidos de la mano y nos zambullimos en el agua fría y cristalina de esta cala pequeña y recogida entre las rocas. Me rio cuando me abraza y enredo las piernas en torno a su cintura mientras él se mueve lentamente hacia una zona más profunda.

El sol rojizo se funde con el horizonte y por un momento pienso que el cielo se está desangrando. Hemos visto cada día el atardecer, pero el de hoy es increíble. Kyuhyun me coge de la nuca y me besa. Sabe a sal, sabe a todo lo que siempre he querido. Mientras las olas nos mecen en un suave vaivén, sigue sosteniéndome con una mano por la cintura y con la otra me acaricia la espalda con delicadeza y sonríe sobre mis labios.

—Pues tiene su parte práctica esto.

—Ni se te ocurra pensar que vamos a hacer algo aquí.

—¿No? —Presiona sus caderas contra mí y lo noto más que dispuesto—. ¿Estás seguro? Medítalo un poco más... —susurra ejerciendo más fuerza, y entonces oímos a un grupo de chiquillos reír a lo lejos mientras luchan entre ellos por conseguir subir a una colchoneta. Kyuhyun gruñe frustrado e inspira hondo—. Está bien. Más tarde. En el hotel. Olvídate de dormir esta noche.

Me rio y lo abrazo hasta que el sol desaparece y salimos del agua. Me pongo los vaqueros y mi camiseta blanca. Luego subimos en la moto que hemos alquilado durante nuestra estancia aquí y recorremos la isla disfrutando de las vistas, de la vegetación que cubre la línea de la costa, del olor a salitre, las calles empedradas y las enormes buganvillas púrpuras que trepan por las paredes blanquecinas de las casas como si deseasen llegar hasta el cielo azul cobalto.

Recuerdos de Otoño (KyuMin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora