-Le juro que no va a volver a pasar...es que el trafico y...
-¡Tienes un mes con el mismo cuento, mujer!, mira, lo siento mucho pero así no podemos seguir...la tienda tiene que atenderse temprano y por lo que veo la palabra temprano es totalmente desconocida para ti.
-Pero...
-Lo siento, no puedo hacer nada más. Estás despedida.
-Pero es que...
-¿Estás sorda?...¡estás despedida!.-Amaia apretó la mandíbula y se irguió mirándolo desafiante.
-¡Pues vale!, al final odiaba este trabajo de mierda.-El hombre, que era su jefe, la miró con los ojos entrecerrados y entró en la pequeña tienda de flores cerrando de un portazo.
Amaia suspiró con toda la mala leche en el cuerpo y le dio una patada a la carretera. ¡Odiaba a ese hombre!, bueno, a ese y a todos los demás. Todos eran iguales, siempre menospreciando a las mujeres y creyéndose superiores...es que si ella fuese chico esto no le pasaría. Sonrió en medio de la rabia, si fuese chico le habría dado un buen puñetazo a su exjefe.
Miró la calle que a esa hora estaba congestionada con el tráfico y se preguntó que demonios iba a hacer ahora. Como no consiguiera un trabajo rápido estaba segura que terminarían echándola a ella y a Isabel del piso donde vivían. Su hija era lo único bueno que le había pasado a sus treinta y tres años. La vida había sido demasiado dura con ella desde que había nacido. Sus padres habían muerto cuando a penas tenia un año de edad y tuvo que criarse con su tía. Pero el esposo de su tía era un borracho que golpeaba a todos los que se le atravesaran, y ella para su mala suerte estuvo "atravesada" sin querer. Sacudió la cabeza tratando de olvidar aquellos días en los que sufrió tanto maltrato, había jurado que nunca le pasaría eso de nuevo, y mucho menos a su hija.
Luego de aquellos traumáticos años se fue de casa con apenas dieciséis años, si, una niña, pero una niña que había llevado demasiados golpes ya. Tuvo que trabajar en cualquier cosa mientras terminaba el instituto, y esos días también fueron muy duros. Todo era tan frio y gris en su mundo... hasta que apareció Manuel. Él había sido su primer y único amor, el único chico que vio diferente a todos los demás, pero él también se fue arrebatándole su inocencia y arrebatándole cualquier resto de amor que pudiera existir en su corazón, lo único que le agradecía era que le hubiese dejado a Isabel, definitivamente lo único bueno que le había pasado en todo su sufrimiento. Aunque fue duro tenerla tan jovencita, no se arrepentía un minuto.
Y solo tenía eso, a su hija y...a la música. Oh si, esa era su pasión. La música era como la medicina que curaba sus heridas, era el bálsamo para cualquiera de sus dolores. Quizás...podría intentar buscar un trabajo en algun local como cantante...Venga ya, habiendo tantas cantantes buenorras te van a coger a ti...meneó la cabeza y siguió caminando. Cruzó a la izquierda entrando a un callejón que le servía de atajo para llegar mas rápido a su casa, tenía que empezar a buscar trabajo desde ya porque sino...de pronto alguien la empujó contra la pared. Amaia miró al hombre horrorizada mientras él le tapaba la boca y con el brazo la aprisionaba. Sintió entonces el frio metal en la cabeza y su corazón empezó a latir sin parar.
-Si haces lo que te diga nada te va a pasar...¿vale?.-Amaia asintió y sintió como las lagrimas salían de sus ojos.-Dame todo lo que tengas...-¿Todo lo que tenia? ¡Pero si tenía zapatos de milagro!.-¡Rápido!.-Exclamó hundiendo más el frio metal en la cabeza de Amaia. Ella desesperada sacó su móvil, nada lujoso pero era lo único que tenia para comunicarse con su hija, y unos cuantos Euros sin los que no salía de su casa.-¿Esto es todo?.-Le destapó la boca.
-Lo...lo siento, no tengo nada más...-Él la miró furioso y la aprisionó de nuevo con el brazo en la pared.
-Entonces tendrás que pagar de otra forma...-Su boca descendió hasta el cuello de ella y Amaia apretó los ojos horrorizada. Dios, no...esto no...¿Por qué tenían que pasarle estas cosas?, ella no le hacía mal a nadie... cuando sintió la mano del hombre adentrándose en su camiseta trató de empujarlo pero él era mucho mas fuerte, se revolvió pero el hombre seguía besándola, haciendo que Amaia sollozara y se sintiera asqueada.