Alfred no entendía los pensamientos de Amaia. Él la miraba mientras ella hacía la lista de la compra ese domingo. Y sus pensamientos eran algo confusos, podía escuchar cosas como:
"Los tomates están muy caros...mejor los sustituyo por..."
"¿Pero este quien se cree además para aparecerse así en mi cita..."
"Si es que la cebolla mejor no..."
"Y además ni siquiera sabe lo que quiere...desaparece cuando le da la gana..."
"No se si alcance para esto..."
-Basta.-Amaia levantó la cabeza y frunció el ceño.
-¿Qué te pasa?.-Le dijo a Alfred.
-Necesito saber la razón por la que aún estás molesta conmigo, y tú cabeza en un lio.-Amaia levantó las cejas con muchísima sorna.
-¿Y a ti quien coño te dio permiso para estar en mi cabeza?.-Se levantó del sofá cabreada.-Es que de verdad, Alfred, no se quien te crees pero deja ya de escuchar lo que pienso, me pone de los nervios.
-Trato de saber como hacer para pedirte disculpas...
-No tienes que hacer nada...-Dijo sin mirarlo y volviendo su atención a la lista.
-¿Ya no estás molesta?.-Dijo con ilusión. Amaia aún no lo miraba y eso lo desesperaba, no le gustaba que hiciera eso porque así le era más difícil saber lo que pensaba.
-Yo no he dicho eso...-Se giró caminando hacia la cocina. Alfred puso los ojos en blanco y desapareció apareciendo a su lado mientras Amaia revisaba los estantes para ver que más faltaba en la lista.
-Amaia, siento lo de ayer, pero de verdad estaba preocupado...-"¿Preocupado o celoso?" escuchó que pensaba ella.-¿Qué?, no, ya te dije...-Ella lo ignoró caminando hacia el refrigerador. –Amaia...-Amaia suspiró poniendo los ojos en blanco.
-Vale ya, Alfred. Deja de tocarme los cojones que no estoy de humor.-Alfred frunció el ceño.
-Eres una humana muy complicada.-Amaia lo miró incrédula.
-¿Yo soy complicada?.-Dijo.- Ja, mira quien vino a hablar, el que desaparece en los peores momentos.
-¿Qué dices?.-Entonces la imagen de lo que había pasado la noche anterior en la cama de Amaia vino a la cabeza de ella y Alfred pudo verla. Apretó la mandíbula sin dejar de mirarla. Pero antes de que pudiera decir algo Isabel entró en la cocina.
-Mamá que es tarde, luego no nos da tiempo de hacer nada, venga.-Amaia le lanzó una última mirada a Alfred y se giró siguiendo a su hija.
Alfred las siguió con el ceño fruncido. Estaba comenzando a entender porque Amaia estaba molesta, pero ¿Cómo explicarle lo que sentía si ni él mismo lo sabia?, lo mejor era evitar ese tema.
Alfred estuvo todo el día pensativo, y sobretodo bastante pendiente de los pensamientos de Amaia, pero a esa hora de la tarde habían armado una guerra. Ella estaba sentada frente a él mirándolo y él intentaba saber que pensaba, pero no podía hacerlo, Amaia mantenía la mente en blanco.
Ella sonrió.
-¿Ya te has cansado?.-Él pareció salir de un trance y la miró.
-Algún día tienes que volver a hablarme...soy tu ángel.
-Si, un ángel muy coñazo...-Isabel los miraba divertida desde el otro sofá.
-A ver, ¿vais a dejar de comportaros como críos y vais a arreglar las cosas?, Alfred, dile a mamá que sientes lo que pasó en la cena...
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