Lucila
Despertarme tan temprano no es algo que me apasione realmente. Lo único bueno es que mañana ya es el último día de la semana y podré relajarme de la mejor manera durante el sábado y domingo.
Mientras cepillo lentamente mi cabello, observo que Samira aún no se ha levantado de su cama cuando en unos minutos tenemos que irnos.
-Sam, despiértate que se te hará tarde.
-No asistiré a clase hoy, amiga -responde adormecida-. No tuve una buena noche.
-¿Ni siquiera irás a desayunar? -pregunto preocupada.
Samira hace un sonido negando mi pregunta, por lo que me pongo de pie para colocarme mis gafas y tomo mis pertenencias para dirigirme hacia el comedor principal.
-Si necesitas algo solo llámame, ¿sí?
-Quédate tranquila, Lu -exclama Samira como si estuviera adolorida-. Estaré bien.
Una vez que me adentro en la cafetería por alguna extraña razón siento las miradas burlonas de Megan y todo su grupito de tontas, pero le resto importancia y me acomodo sola en una mesa del fondo.
Mientras miro fijamente mi plato lleno de cereales y leche, escucho unos pasos que se acercan a mí.
-Buen día, colorada -dice una voz ronca familiar-. ¿Puedo sentarme contigo?
Levanto mi vista a quien me habla sabiendo que es la única persona que me llama de ese modo. Mis ojos se encuentran con un Paulo algo adormecido y con el cabello levemente despeinado sin manera de poder acomodarlo. Sus penetrantes ojos celestes me observan con detenimiento provocando un extraño chispeo dentro mío y prosigue a sonreírme con amabilidad.
-Buenos días, Londra -contesto con gentileza-. Si quieres puedes...
Pero antes de que pueda completar mi respuesta, escucho que Emile lo llama a Paulo para que vaya a sentarse con ellas y con la excusa de querer comentarle algo en privado.
-Ve con ellas, no te hagas problema -digo con algo de resignación.
Paulo me mira como disculpándose y se encamina hacia la otra mesa. A pesar de que no es la persona con la que más hubiera querido pasar el rato, porque siempre desayuno con mis amigos, un poco de compañía no hubiera estado del todo mal; al menos para conversar un poco, porque después de todo no parece un mal muchacho aunque me viva fastidiando y me haya chocado dos veces.
Luego de unos minutos dirijo mi vista hacia la mesa donde se encuentra sentado Paulo y veo la forma en que Emile intenta seducirlo en vano, porque él no le presta ni la más mínima atención. Suelto una pequeña risa, que por los visto se escuchó hasta allí, y veo como todo su grupo me rebaja con la mirada mientras vienen en mi dirección.
-¿De qué te ríes tanto? -interroga Megan ubicándose a mi lado.
-No me reía de ustedes -respondo tomando mi bolso y poniéndome de pie para quedar a su altura.
-Oh, claro que lo hacías. ¿Crees que somos tontas?
-¿Acaso piensan que son tan importantes como para que mi atención se pose exclusivamente sobre ustedes? Ya superen que a nadie le interesa lo que hagan o dejen de hacer, chicas -retruco.
Mientras el resto de la cafetería queda en completo silencio, la mirada de todas emana furia por mi contestación y antes que pudiera hacer algo, Megan toma mi plato de cereales y leche para arrojármelo sobre mi ropa.
-¿¡Qué crees que haces!? -exclamo con enojo viendo mi camiseta empapada.
-Aplicando la ley de la gravedad, querida -responde Megan-. Mira la fuerza de atracción que tiene tu espantosa camiseta con tu desayuno. ¿O es que te cuesta tanto física que no lo comprendes?
Al tiempo que todas sueltan una carcajada, decido abalanzarme sobre ella para desprender toda mi ira, pero antes que pudiera hacerlo unos brazos se envuelven alrededor de mi cintura con fuerza y me sacan de la escena impidiendo mi reacción por instinto.
-No creo que sea buena idea, Lu -dice la voz de Paulo arrastrándome fuera del comedor.
-¡Pero mira lo que hizo con mi ropa! No puedo ir así a clase -refunfuño.
-Tranquila, colorada -me calma corriendo un mechón de mi cabello tras la oreja-. Ven, te acompaño a tu habitación para que puedas cambiarte.
-Bien.
Con poca paciencia busco las llaves dentro de mi bolso pero sin encontrarlas.
-Creo que las olvidé dentro del cuarto y Samira está descansando. No quiero molestarla -exclamo enojada.
Paulo se queda pensando la situación hasta que decide hablar.
-Tengo una idea, aunque puede sonar descabellada -hago un ademán para que continúe-. Puedo prestarte algo de ropa seca.
-¿Hablas en serio? -pregunto incrédula-. ¿Acaso no ves que tenemos ciertas diferencias físicas como la altura?
-¿Se te ocurre algo mejor?
Pensándolo bien, no hay otra alternativa mejor que esa, por lo que asiento dándole la razón y nos encaminamos hacia su cuarto. Una vez allí, me siento en una cama mientras Paulo busca impacientemente en un mueble algo que prestarme.
-Ten, esto es lo más pequeño que tengo -dice arrojándome una remera negra-. Quizás te quede bien.
Paulo me señala el sanitario y me dirijo allí para cambiarme. Luego de colocarme su camiseta, observo que es algo más larga y holgada de lo que habitualmente utilizo pero me agrada cómo me queda.
-Bien, ya está -digo saliendo del cuarto de baño.
Paulo da la vuelta y me mira detalladamente de la cabeza a los pies enviando otro chispazo a mi cuerpo como el de hoy por la mañana.
-Te queda mejor de lo que pensaba, Lu.
-¿Gracias? -digo dudosa ante su declaración.
-Es más, si utilizaras ese tipo de vestimenta todos los días realmente me carcomería la duda saber lo que hay debajo de esa camiseta y mataría por descubrirlo -dice guiñándome un ojo y soltando una carcajada.
Siento que mis mejillas se enrojecen y ruedo los ojos encaminándome hacia la salida con mi bolso colgando de mi hombro.
''Este muchacho no tiene remedio.''
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Hooooola, pipis!!!!!! Acá les traigo el maravilloso capítulo 8. Que lo disfruten mucho mucho ;)
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Extranjeros | Paulo Londra
FanfictionPaulo y Lucila son dos argentinos inmersos en Estados Unidos. Teniendo personalidades muy opuestas, aun así notarán que poseen algo en común más allá de su nacionalidad. ¿Te animas a descubrirlo?