{Capítulo 34}

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AVISO: este capítulo es +16, así que quien no guste leerlo puede saltearlo. Para el que lo lea, le recomiendo que escuche Nothing On You y Good For You de fondo y que use mucho su imaginación.

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Luego de que terminara el baile de graduación, despedimos a nuestras respectivas familias organizando un nuevo encuentro para las vacaciones.

Al momento en que el reloj de mi celular marca las dos en punto de la mañana, es cuando Paulo propone de ir volviendo a nuestras habitaciones y como todo un caballero de buenos modales me acompaña primero a mí.

—Gracias por esta noche tan especial —susurro sonriendo.

—Yo te agradezco a ti, Lu —responde de la misma forma.

—Oye, ¿quieres pasar?

Paulo lo duda un momento para luego asentir mientras se ruboriza ante mi pregunta. Hago un ademán e ingresa al tiempo que se quita el saco, la corbata y los zapatos; por mi parte, realizo la misma acción con los míos y suelto mi cabello para mayor comodidad, hasta que una excelente improvisación de regalo para él se viene a mi mente.

—Paulo, ¿me ayudarías a bajar el cierre de mi vestido? —pregunto dando la vuelta y corriendo mi cabello para dejar mi espalda descubierta.

—Claro —contesta con la voz ronca.

En unos instantes, puedo sentir sus dedos tomando la cremallera para desplazarla a su tope final con algo de nervios y Paulo traga saliva con fuerza.

—Gracias, bombón —digo dándole un beso en la mejilla—. Ahora cierra los ojos y ábrelos cuando yo te diga.

—¿Es necesario? —pregunta cubriéndose el rostro con las manos.

—Sí, y no hagas trampa.

A los segundos, apago las luces de la habitación y enciendo el velador de mi mesa de noche para dar un ambiente de mayor intimidad. Rápidamente voy a mi armario para tomar mi uniforme de animadora y me dirijo al sanitario cerrando la puerta detrás de mí. Una vez dentro quito mi vestido, me coloco la falda un poco más arriba de lo usual para luego ponerme la musculosa y finalmente un poco de perfume. Cuando termino, tomo mis grandes pompones lista para llevar a cabo mi ''coreografía''.

—Ahora siéntate en la cama —le indico sin salir del baño.

—¡Listo!

Ni bien escucho que Paulo ha recibido mi orden, abro la puerta y me dirijo hacia él situándome en frente suyo.

—Ya puedes ver.

—Así que finalmente tendré mi rutina —exclama mirándome en detalle de los pies a la cabeza mientras se muerde el labio—. No sabes cuánto lo he esperado.

Sonrío y comienzo a desarrollar una de las rutinas que hemos practicado con las animadoras pero que nunca hemos hecho en público porque los directivos decían que era ''demasiado sensual''. Me muevo de aquí para allá tomando el cuidado que mi pollera se levante lo suficiente como para que mi atractivo espectador pueda ver un poco más de lo que acostumbra.

Los ojos de Paulo no dejan de seguirme ni un segundo, y agito mis pompones en el aire en señal de que he terminado.

—Estuviste espectacular, colorada —dice poniéndose de pie y aplaudiendo.

—Gracias, Londra. Fue un placer —respondo haciendo una reverencia.

Paulo se acerca lentamente a mí hasta lograr adherirme al muro que tengo a mis espaldas, mientras ubica una de sus manos en mi cintura y con la otra toma mi pierna derecha enredándola a su alrededor. Estando tan cerca, acaricio su pecho al tiempo que él se aproxima a mi cuello y su nariz roza mi piel provocando que no pueda resistir esta situación.

—No hay nada más que me enloquezca que tu perfume de uva —confiesa con su voz llena de lujuria.

Sus palabras hacen que suelte un jadeo inaudible mientras que Paulo empieza acariciando mi pierna desde la rodilla hasta levantar mi pollera y llegar a mis muslos. Al tiempo que evito lanzarme sobre él desesperadamente, lo empujo con suavidad para que caiga sobre la cama y me ubico arriba de sus piernas a horcajadas.

—No sabes cuánto he esperado este momento —exclama Paulo con la respiración entrecortada.

—¿A cuántas más le has dicho lo mismo, rompecorazones? —pregunto jugando un poco.

—A ninguna otra, porque nadie se compara a ti.

En este preciso momento, mi cuerpo pide sus labios y yo le hago caso sin reclamos besándolo con inexplicable pasión, al tiempo que mis dedos se enredan en su rubio cabello despeinándolo pausadamente. Paulo no se queda atrás y me responde de la misma forma acariciando mi espalda hasta llegar a mi trasero.

De un momento a otro comienzo a abrir su camisa para arrojarla por algún lugar de la habitación y lo recuesto debajo de mí tomando el control de la situación. Empiezo acariciando su cuello con mis labios sin besarlo y desciendo por su pecho hasta su abdomen depositando besos mojados en todo el trayecto. Sin poder contenerse, Paulo gime en señal que está disfrutando estar así y algo en mí se enciende aún más.

Luego de unos momentos, él se incorpora para que nuestras miradas queden a la misma altura e introduce sus manos tibias por debajo de mi musculosa quitándola muy despacio. Así, comienza besando mi cuello y se desplaza lentamente a mis pechos mientras velozmente desabrocha el sostén, dejándome con el torso completamente desnudo. Suavemente continúa dejando sus besos en ellos y su contorno provocando que yo arquee mi espalda de placer.

En ese instante, Paulo se las arregla para tomarme de la cintura y ubicarme debajo suyo, con el fin de deshacerse de mi falda y ropa interior. Por mi parte, me dedico a quitarle el pantalón del traje y filtro mi mano para hacer contacto con su erección tocándola suavemente.

—Lu, no puedo más. Necesito hacerte mía —exclama entre jadeos—. Pero no tengo profilácticos.

—Tengo en el primer cajón de la mesa de noche —respondo con lujuria—. Esperé tanto este momento que compré por si acaso.

Paulo lanza una carcajada y rápidamente lo busca para colocárselo. Una vez que tiene puesta su protección, da comienzo al acto moviéndose dentro mío primero con lentitud y luego continúa con más rapidez, pero siempre cuidando de no lastimarme.

Hacerlo con alguien que adoras con el alma se siente realmente increíble, como si fuera algo de otro mundo. Paulo me besa con ferviente deseo y así es como siento que el ritmo de nuestras respiraciones se encuentran en un hermoso compás que va en conjunto, además del fuego que existe entre nosotros. De un momento a otro, ambos comenzamos a agitarnos de tal manera que me aferro a las sábanas, y sin poder contenernos llegamos juntos hasta nuestro punto máximo de placer.

Paulo cae a mi lado exhausto respirando con pesadez al igual que yo, y ambos nos miramos agradecidos de tenernos el uno al otro.

—Gracias por haber compartido este momento conmigo —habla en un susurro—. Te amo, Lucila.

Y yo a ti, Paulo.

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Uf, estuve deliberando internamente conmigo misma si publicar esta parte o no porque me daba vergüenza, pero finalmente lo hice.

Disfrútenlo ♥

Extranjeros | Paulo LondraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora