{Capítulo 13}

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Lucila

Sus palabras me dejan helada, y antes de que pueda reaccionar escuchamos que alguien intenta ingresar a la habitación por lo que Paulo se separa bruscamente de mí y yo me bajo del escritorio donde me encontraba sentada.

—Hola, chicos —saluda Wendell—. ¿Qué hacían?

—Hola, Wendell —digo algo agitada—. Estábamos terminando de estudiar y ahora estaba por marcharme.

Sin estar demasiado convencido, Wendell arquea una ceja y asiente ante lo que le acabo de decir. Por su lado, Paulo se encuentra en completo silencio con las mejillas totalmente sonrojadas ante la situación. Antes de que posiblemente comenzara un cuestionario incómodo, tomo mis cosas rápidamente para irme de aquí.

—Bueno, me tengo que ir. Luego arreglamos para otra tutoría —digo dirigiéndome a Paulo—. Nos vemos, chicos.

Antes que pudieran contestarme salgo del cuarto con ligereza.

''¿Qué estás haciendo conmigo, Paulo?''

[...]

Llegó el gran día. Tan solo en unos treinta minutos la academia se enfrentará con su contrincante para disputarse la victoria del clásico de baloncesto.

Las gradas del gimnasio del internado se encuentran repletas de personas, entre ellas quienes alientan a Western High School y quienes apoyan a St. Clement High School. Cada uno de los espectadores se encuentra con carteles, banderas con los colores de sus respectivos equipos y sus voces entonando canciones de aliento resuenan en todo el lugar.

Mientras nosotras nos encontramos sentadas en la primera fila esperando a que comience el juego, el equipo de la academia se encuentra precalentando para luego revisar la estrategia del partido. Por las expresiones de sus rostros, los muchachos se ven algo preocupados pero a la vez confiados porque estuvieron practicando por semanas y hay pocas posibilidades de que pierdan.

—Los equipos de ambas academias deberán acomodarse en la cancha en tres minutos para darle comienzo —anuncia una voz por el micrófono.

En ese pequeño espacio de tiempo, dejo mis grandes pompones a un lado y me dirijo rápidamente hacia Paulo que se encuentra conversando con otro muchacho que va a clase con nosotros. Cuando me ve llegar a él una espléndida sonrisa se hace presente en su rostro.

—Hola, Paulo. Quiero desearte muchos éxitos para el juego.

—Gracias, colorada. Espero que me des suerte —responde guiñándome un ojo y yendo con el resto del equipo.

Luego de ese pequeño intercambio de palabras con Paulo, vuelvo a ubicarme en mi lugar.

—Oh, por lo visto tenemos un romance en puerta —bromea Megan y sus amigas ríen.

—Mejor métete en tus asuntos, y sé muy bien que morirías por estar en mi lugar —le retruco guiñándole el ojo al tiempo que la furia se presenta en su rostro.

Una vez que le cierro la boca a Megan, comenzamos a ver el partido. Tanto los jugadores de nuestra academia como los contrincantes son muy parejos a la hora de competir en la cancha, por lo que se puede ver un duro juego entre ambos. Los muchachos no dejan de correr un segundo de aquí para allá encestando como si fueran profesionales y todas quedamos anonadadas ante la velocidad que tienen al momento de los pases.

En uno de los descansos, nuestro equipo se prepara para hacer la rutina que estuvimos preparando por tantos días. Mientras hacemos la coreografía con las canciones de aliento a la academia, tanto los espectadores como los jugadores observan en detalle cada uno de nuestros movimientos. Al terminar, nos acomodamos nuevamente en las gradas para darle lugar a que termine el gran juego, el cuál va ganando Western por diez puntos de diferencia sobre St. Clement.

Extranjeros | Paulo LondraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora