{Capítulo 32}

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Lucila

Durante la semana en la que hemos regresado en la academia, las vísperas de Navidad podían sentirse en el aire. Western High School ha adornado sus muros exteriores e interiores con luces en rojo y verde, los villancicos podían oírse a través de los parlantes que se encuentran en los corredores, y el gran árbol navideño luce como nunca en la sala común del primer piso junto a la chimenea.

—¿Ya has decidido el peinado que te harás?

Nicole y Genna han venido a mi cuarto hace unas horas para comenzar los preparativos de esta gran noche: hoy es nuestro baile de graduación. Esta tan esperada velada finalmente llegó, y con un conjunto inexplicable de emociones que se mezclan sin saber exactamente qué son. Además, el saber que vendrán las familias a compartir este momento hace que me sienta aún más ansiosa de lo que ya me encuentro, porque hace tiempo que no veo a mis padres y realmente los extraño mucho.

A lo largo de la semana, estuvimos las tres paseando por el shopping de la ciudad en busca de nuestros vestidos y zapatos ideales, pero cada vez que veía las vidrieras lo único que mi cabeza pensaba era en Samira y que me hubiera encantado haber hecho todo eso con ella.

—Aún no, Gen —respondo mirándome al espejo—. Quizás lo recoja en una media cola.

—Lu, alguien dejó algo debajo de tu puerta —exclama Nicole señalando.

Giro hacia mi amiga algo confundida y rápidamente me encamino hacia la entrada de la habitación. Observo que alguien ha dejado un sobre rosado con perfume, por lo que lo abro con cuidado para ver lo que hay en su interior.

—Hay una nota —digo mirando a ambas caras del papel.

—¡Léela! —exclaman Genna y Nicole al unísono.

—''Buenas noches, colorada. Lamento molestarte en este momento previo, pero quería comentarte que tengo dos sorpresas para ti, así que estate preparada.'' —leo en voz alta—. Este es Paulo, lo sé porque es el único que me llama de esa forma.

Mis amigas gritan de felicidad y luego les hago una seña de silencio.

—Es tan romántico.

—¿Verdad que sí? —pregunto mirando la nota como una tonta—. Lo que no sabe es que yo también tengo una sorpresa para él.

[...]

Siendo exactamente las nueve de la noche en punto, tanto Nicole como Genna y yo nos ponemos en marcha hacia el salón de la academia donde se llevará a cabo el tan ansiado baile con nuestras familias respectivas esperando a nuestra entrada triunfal, aunque unos momentos antes de ingresar siento una voz masculina familiar hablando en mi oído que envía un choque eléctrico en todo mi cuerpo.

—Qué linda estás, colorada.

—Gracias, Paulo —digo girando para quedar cara a cara con él—. Tú estás increíble esta noche.

Paulo sonríe ampliamente ante mi cumplido y sus preciosos ojos azul cielo se achinan, haciendo que aparente ser un niño pequeño. Su impecable traje negro y corbata gris realzan su elegancia provocando que parezca un príncipe salido de un cuento de hadas.

—¿Puedo hablar contigo un momento?

—Seguro —respondo.

Ambos nos alejamos unos pocos metros del resto de grupo pero conservando la atención para el momento en que tengamos que entrar.

—Supongo que habrás leído la nota que he enviado a tu cuarto hoy —dice Paulo mientras guarda las manos en su saco mientras asiento—. Bueno, aquí está tu primera sorpresa.

Paulo extrae de su bolsillo una pequeña caja de terciopelo rojo, que al abrirla deja ver un colgante que posee un dije de una bandera argentina en miniatura con brillantes en ella.

—Dios mío —exclamo lagrimeando de la emoción—. Es preciosa.

—Me ha costado conseguirla porque aquí no es muy común —dice tímidamente—. Pero luego de tanto la encontré.

Sin dejar pasar un segundo, me lanzo a sus brazos y adhiero nuestros labios en un beso como agradecimiento a su tierno gesto. Al separarnos, Paulo toma el colgante y pide que me dé la vuelta para colocarlo alrededor de mi cuello quedando totalmente espléndido.

—Yo también tengo una sorpresa para ti —digo revolviendo en mi bolso y obteniendo su presente envuelto en un sobre—. Sé que quizás no tiene el mismo valor que lo que me has dado pero...

Viniendo de ti cualquier cosa vale oro.

Se lo entrego y Paulo lo abre con delicadeza para tomar en sus manos el contenido del paquete: una escarapela argentina. Teniendo en cuenta que ambos nos hemos obsequiado detalles relacionados a nuestro país nativo, es bastante obvio que una parte nuestra aún vive en Argentina y que no se irá jamás por más que tengamos nuestra vida realizada aquí.

Paulo también lagrimea y vuelve a sonreír como si este momento fuera lo mejor que le haya pasado en su vida mientras se la ubico en la solapa del saco, por lo que me toma de la cintura para acercarme a su cuerpo depositando un dulce beso en mi mejilla, hasta que Nicole nos llama para realizar la entrada grupal. Ambos nos miramos profundamente y entrelazamos nuestros dedos para dirigirnos con el curso.

—¿Qué haremos ni bien estemos dentro?

—Supongo que saludar a nuestros familiares, como si fuera una fiesta de quince años y nosotros las quinceañeras —explico y Paulo ríe ante mi analogía.

—¿Y entonces no me preguntarás sobre tu segunda sorpresa?

Frunzo el ceño confundida sin entender, pero Paulo no alcanza a hablar ya que nos encontramos preparados para entrar. Al momento que se abre la gran puerta de bronce, las centellantes luces nos enfocan al tiempo que la música comienza a sonar y todos los invitados aplauden acercándose a nosotros para felicitarnos.

Y allí estaban mis padres, las dos personas que más amo en el mundo entero, quienes lograron formarme y se esforzaron por lograr crear la mujer que soy ahora. Instantáneamente me arrojo a ambos para darles un gran abrazo por lo mucho que los he extrañado y ellos me lo devuelven con firmeza.

—No saben cuánto he esperado este momento.

—Nosotros también, hija —responde mi padre acariciando mi rostro.

—Estamos orgullosos de ti y agradecidos que hayas conocido a aquel muchacho —confiesa mi padre señalando a Paulo.

Éste, luego de saludar a sus padres, se aproxima a nosotros con una sonrisa pícara en su rostro.

—Buenas noches, señor y señora Carter —dice Paulo estrechando las manos de ambos—. Estuve conteniendo mis ansias por demás de darle la segunda sorpresa a Lucila.

—¿Acaso ellos sabían? —interrogo con mayor confusión.

Por lo visto, mis padres estaban al tanto del plan suyo ya que ambos se miran entre sí como si se tratara de una seña cómplice, hasta que llaman a dos personas y es cuando comprendo todo.

—¿Abuela? ¿Samira?

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Ay, este Paulo es tan tierno que le trajo de regalo a dos de las personas que Lucila más quiere.

Cómo habrá hecho? Entérense en el próximo capítulo jeh

Extranjeros | Paulo LondraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora