Dos extensas semanas han pasado desde que Samira se ha ido del instituto, y la pesadez de que no volveré a verla me invade sin poder librarme de ella. Además, falta menos de un mes para nuestro viaje de fin de curso a Aspen, el cual haré sin mi mejor amiga, y eso es algo que me molesta aún más. Y para rematar mis sentimientos abatidos, el sábado pasado he realizado una video llamada con mi abuela ya que quería saber de mí y de cómo estaba llevando mi vida en la academia.
''Si tan solo pudiera volver el tiempo atrás, lo haría para regresar a Argentina y quedarme contigo, abuelita.''
Mis padres también me han llamado, pero el domingo al mediodía para saber si necesitaba alguna encomienda o algo en especial. Si supieran que los extraño tanto... pero al menos viven en Estados Unidos, por lo que una vez que termine el secundario podré mudarme a Connecticut con ellos para asistir a la Universidad de Yale.
Hoy ha sido un día completamente tranquilo. El cielo nublado se hizo presente durante toda la semana, y ahora mismo una pequeña llovizna cae suavemente sobre los cristales de la ventana. En realidad, la tarde se presta para dormir la siesta más que para estar realizando ejercicios de física, pero le prometí a Paulo que los haría para la próxima tutoría, es decir, la de mañana. Al cabo de unos minutos, escucho que alguien toca la puerta insistentemente.
-Ya voy -respondo con fastidio saliendo de la cama.
A paso lento, me dirijo hacia la puerta de mi habitación poniéndome un abrigo sobre mi espalda, y al abrir me encuentro con un Paulo sonriente y el cabello algo húmedo por la lluvia, provocando que mi humor mejore de a poco.
-Hola, Paulo -saludo contenta-. ¿Qué haces por aquí?
-Te vi algo triste estas semanas luego de lo de Samira, así que pensé que sería bueno pasar la tarde juntos -explica meciendo su cabello hacia el costado-. Mira, traje helado y chocolate.
Honestamente, este gesto de Paulo genera que la ternura aflore de mis adentros haciendo que me lance entre sus brazos y enrede mis piernas a su cintura para llenarlo de besos por todo su rostro. Que alguien se preocupe por mí es todo lo que necesito en este momento aunque sea por unos minutos, y que sea mi rubio el que lo haga me enloquece aún más. Con las cosas en las manos y yo adherida a él, Paulo se las ingenia para dirigirse a la cama y depositarme allí con delicadeza.
-¿Cómo estás hoy, colorada?
-Normal -explico corriendo mis apuntes y acomodándome dentro de las mantas-. Extraño un poco menos a Sam, pero igualmente no es lo mismo sin ella. Además, han llamado mis familiares.
-¿Los echas de menos? -pregunta tomando el envase de helado en sus manos.
-Mucho. Pero sobre todo a mi abuela que no la veo desde que me he mudado aquí.
Mientras continúo contándole a Paulo sobre todo lo que he hablado con mi abuela, él se acomoda a mi lado también debajo de las frazadas para que comamos juntos el helado que ha traído.
-¿Helado de dulce de leche? -digo sorprendida-. ¿Cómo lo has conseguido?
-Digamos que ayer por la tarde me reincorporé al entrenamiento -me cuenta metiendo una cucharada en su boca-. Una vez que terminamos me escapé de la academia y caminé por todo el centro de la ciudad para buscar una heladería, y en una que queda relativamente cerca encontré helado de dulce de leche. Por suerte la cocinera me ha cedido el refrigerador para mantenerlo sano y salvo allí, si no Wendell lo hubiera hecho desaparecer.
Lanzo una carcajada ya que si estuviera en el lugar de Wendell hubiera hecho lo mismo sin dudas. Continuamos conversando y comiendo con Paulo arropados en mi cama hasta que cae la noche; realmente quedo sorprendida ante la velocidad del tiempo cuando estoy con él, ya que cada vez que estamos juntos las horas pasan volando como si nada, las charlas se convierten en profundas y la magia que deriva de sus palabras hace que no quiera dejar de oírlo.
Luego de unas horas, me acomodo con la cabeza en su pecho al tiempo que acaricia mi cabello en forma incesante provocando que el sueño se apodere de mi cuerpo.
-Son las diez y veinte de la noche -digo mirando el reloj que se encuentra en mi mesa de noche.
-Nos hemos perdido la cena, aunque de todo lo que hemos comido estoy completamente inapetente -responde apoyando su mejilla en la parte superior de mi cabeza.
-Yo igual.
De la nada suelto un gran bostezo y estiro mis brazos hacia arriba, ya que estar así con Paulo me generan ganas de dormir acurrucada a él.
-¿Tienes sueño? -pregunta mirándome dulcemente mientras asiento-. Porque podría ayudar a despertarte.
Le dirijo un vistazo confuso ya que no entiendo de lo que habla, pero ni siquiera me da tiempo a mirarlo que Paulo se encuentra sobre mí con los antebrazos apoyados en el colchón uno a cada lado mío. La punta de su nariz toca la mía y sus espléndidos ojos azules emanan un fuego lujurioso haciendo que mi cuerpo sienta el calor de nuestra piel en contacto.
Paulo se encarga de hacer rozar nuestros labios sin besarme forjando en mí la desesperación y necesidad de que lo haga con pasión, por lo que la impaciencia se adueña de la situación haciendo que lo tome por la nuca y una nuestros labios en un ardiente beso. Sus manos comienzan a viajar por mi espalda, debajo de la camiseta del pijama que llevo puesto, con el fin de encontrar el prendedor del sostén para desabrocharlo. De un momento a otro las puntas de sus dedos se deslizan a mis pechos recorriéndolos con lentitud descendiendo hacia mi abdomen y volviendo, mientras que mis manos también se introducen debajo de su remera para rasguñar su espalda como producto del placer que me provoca esta situación.
Sin dejar de besarme, Paulo muerde mi labio inferior y comienza una guerra insaciable entre nuestras lenguas. Al terminar, baja sus besos por mi cuello, formando demasiadas sensaciones en mi interior, para luego regresar a mi boca y continuar con nuestra magnífica sesión.
-Hasta aquí llego por hoy -me susurra Paulo.
-¿Por qué? -pregunto haciendo puchero-. Ahora me has despertado y te detienes.
-Es que no quiero terminar de explorar tu cuerpo enteramente en unas horas, Lu. Quiero ir descubriéndote despacio, a nuestro tiempo.
La forma en la que habla de mí es una de las tantas cosas que me enamoran completamente de él. Siempre me contempla con tanto cuidado y sus palabras son música para mis oídos.
Paulo se recuesta a mi lado cubriéndose hasta la cabeza con las frazadas y me abraza por la cintura para dormir pacíficamente a mi lado.
-Eres tan única, colorada -dice besando mi cuello.
-Y tú eres todo lo que está bien, Paulo.
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Anticipé un capítulo para que no extrañaran tanto la novela jeh. Por suerte ayer me pude hacer un tiempito para escribir. Estén atentos que se vienen cosas muy muy lindas por delante. Los leo ♥
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Extranjeros | Paulo Londra
FanfictionPaulo y Lucila son dos argentinos inmersos en Estados Unidos. Teniendo personalidades muy opuestas, aun así notarán que poseen algo en común más allá de su nacionalidad. ¿Te animas a descubrirlo?