Héroe ~Itachi Uchiha.

C.E.L.O.S.

Está frustrado y harto, a sus cortos once años Sasuke no puede sentirse peor.

Que hizo mal para merecer un amigo tan estúpido. Naruto no deja de confesarse a Sakura, ahora que está de moda que a los niños les gusten las niñas, en lugar de temer que te peguen los piojos, solo por qué ahora comienzan a crecerle esas extrañas protuberancias en el pecho resulta que todo el mundo piensa que son atractivas.

A Sasuke le parece absurdo que a Sakura le han regalado cajas de chocolates, flores y pequeños obsequios bastante estúpidos a su parecer, esto ha sucedido a lo largo de todo el jodido día. Su ceño no podría estar más fruncido que nunca antes, si su vida fuera como antes seguro Itachi o su madre le habrían recordado de la ridícula fecha, por qué por supuesto que recuerda a su hermano. Aún recuerda esa extraña chica tocando a la puerta de la mansión en la villa Uchiha entregando chocolates para su hermano mayor. Y un mes después su hermano pidiéndole a su madre preparar algo de chocolates para devolverle a la chica.

Bueno hoy era ese día, los chicos devolvían obsequios a las chicas que habían dado algún obsequio de San Valentín. Estúpido día odioso.

Lo más irritante de todo el asunto no era ver a los estúpidos niños acercarse a su amiga, no, lo más ridículo y molesto de todo era sin duda ver a la chica aceptando todo sin siquiera chistar.

Sasuke recordó las Miles de ocasiones en que el mismo rechazo los absurdos regalos de sus compañeras. El único obsequió que no le pareció absurdo fue el de la pelirrosa, por qué evidentemente ella lo conocía y le regaló algo que realmente le encantó.

Este shuriken con su nombre grabado que ahora traía consigo a todos lados.

Y como si fuera la cereza del pastel Sakura se sonrojaba y aceptaba con una sonrisa todo lo que le dieran. Era absurdo, no entendía por qué ahora Sakura estaba en la mira de muchos, es decir ella nisiquiera estaba creciendo, seguía siendo una niña flacucha sin nada extraño brotando en su pecho, comparada con esa molesta niña rubia que también insistía en hacerle aceptar sus regalos, ella si que había cambiado en esos últimos años. Era bonita, pero tonta, Sakura es tonta a veces también, pero ella es agradable de alguna manera.

La chica lo miro con timidez al verlo tan ensimismado, tenía aquella duda sobre si el niño Uchiha realmente había olvidado la fecha o estaba esperando a que al terminar el día de entrenamiento durante el trayecto de vuelta a casa el azabache la sorprendiera con un obsequió.

Naruto su rubio y ruidoso amigo ya le había dado un obsequio al principio del día asegurándose de recordarle que era una niña muy bonita y que le gustaba mucho. Sakura se había sonrojado y avergonzado mucho, diciéndole al chico que no jugará ese tipo de bromas,al final los niños de habían abrazado y reído un poco ante la mirada de un horrorizado azabache que no concebía la idea de ver a su amiga abrazando del mismo modo que en varias ocasiones y a la vista de nadie la niña lo había abrazado.

En ese instante cuando ese chico con cabeza de jícara dijo esas palabras fue cuando en su mente encontró la descripción ideal de lo que creía que quería que Sakura fuera en su vida.

-Sakura cuando sea mayor juro que serás mi esposa.

Rock Lee se llamaba y últimamente pululaba alrededor de la chica como polilla con la luz, y ciertamente eran igual de molestas.

Resulta que no deseaba compartir a Sakura con nadie más, mucho hacia con permitirle a Naruto pasar tiempo con ella.

La pelirosa lo miro con los ojos expectantes.

El pulso de Sasuke se aceleró.

-Sasuke, quiero preguntarte algo... Quisiera saber si yo no te gusto.

Aún tragando el gran nudo de nervios en su estómago la niña fue capaz de soltar esas palabras con sus últimos resquicios de su valentía, antes de que sus piernas de volvieran un par de gelatinas y el nudo en la garganta pareciera asfixiarla por la ansiedad de ser rechazada definitivamente.

Quizá fue el exceso de adrenalina en su cuerpo pero cuando tomo la mano de la chica de cabellos rosas nunca espero que la inercia lo llevará a unir sus labios a los de la niña en un rose pequeñito, un toque de labios, un pequeño piquito que había hecho que ambos se sonrojaran y que caminarán de la mano en silencio hasta despedirse.