Capitulo 4 - Terminal

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El sonido de las detonaciones resuena en mi cabeza por varios segundos después.

El griterío de las persona se vuelve mucho más sonoro, y un nuevo grupo de gente se acerca a mirar desde lejos.

No sé exactamente como sucede, pero en menos de diez segundos estamos completamente rodeados por patrullas de policías.

Tres camionetas de Estatales, y una de soldados.

Las luces de las sirenas se mezclan con las de los carros neón a nuestras espaldas.

Los oficiales nos apuntan con sus armas. Todos.

Desde el suelo, desde detrás de las patrullas, y desde arriba de ellas.

Es en ese momento cuando Hunter baja su arma.

-¡Suelte el arma! –grita uno de ellos-. ¡Suelte el arma y levante las manos!

Hunter no se mueve ni un milímetro.

La adrenalina que había invadido mi cuerpo hace unos momentos cuando me preparaba para pelear, me abandonaba poco a poco.

Estamos en problemas.

En muchos problemas, y son serios.

Escucho como uno de ellos pide un par de ambulancias por su radio, y comienza a atender a los chicos en el suelo.

Están vivos.

Al parecer Hunter únicamente los hirió en la pierna.

-¡Suelte el arma! –vuelven a gritar en nuestra dirección.

Hunter voltea hacia los lados, y se da cuenta que no hay manera de salir de esta.

Así que deja caer el arma al suelo.

-¡Coloque las manos en su cabeza y tírese al suelo! –ordenan.

Pero Hunter hace caso omiso a la indicación.

Mete su mano en el saco, y justo en ese momento escucho el sonido de todas las armas recargándose, y los policías preparándose para disparar.

Pero Hunter no saca un arma, sino que les muestra lo que parece ser un papel blanco, doblado.

-Voy a entregarle esto, oficial –dice en voz alta y da un paso hacia adelante.

-¡No se mueva! –Grita el soldado-. ¡Las manos sobre la cabeza y tírese al suelo, o dispararemos señor!

Hunter eleva el papel, haciéndolo más visible.

-Solo necesito que lo lea –le dice.

Mis nervios están al tope. Pero él está tan relajado que lo único que me ocasiona es más tensión.

Estamos en México, aquí no dudarán en matarnos. De hecho, me sorprende que aun no lo hagan.

-Voy a dejarlo aquí en el suelo –continua Hunter, al darse cuenta que no lo dejarán acercarse-. Regresaré a mi lugar, y ustedes podrán venir por él.

Y hace exactamente lo que dijo.

¡¿Qué demonios haces?! Vas a hacer que nos maten.

Creo que el shock de la situación no me permite hacer absolutamente nada.

Y al parecer, Ángel a mi lado está igual.

Creo que esto no tiene sentido, y los oficiales sin duda piensan lo mismo.

Uno de los soldados se acerca al papel que Hunter puso en el suelo, mientras el resto nos apuntan firmemente.

Recoge el papel, y lo desdobla.

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