-¡Daniel! –grita Sofí cuando me mira.
Cruza la explanada de la facultad prácticamente corriendo, y envuelve mi cuerpo con sus pequeños brazos.
-Creí que te había pasado algo –me dice-. No contestas mis mensajes.
-Estoy bien, estoy bien –aseguro-. Salí de la ciudad un par de días.
-No supimos nada de ti después de la fiesta.
-Sí, lo sé. Me surgió un asunto familiar en California, y pues la verdad es que me olvidé de mi celular.
-Me alegra que estés bien. ¿Entraste a clases?
-Si –contesto sonriendo-. ¿Y tú? ¿Dónde estabas?
-Me quedé dormida –se ríe-. ¿Ya almorzaste?
-No, apenas iba a comprar algo.
-Los chicos están en la cafetería, ¿Vamos?
-Vamos –contesto con la misma euforia que ella.
Volteo hacia Hunter, le sonrío y caminamos por los pasillos rumbo a la cafetería.
Creo que nunca terminaría por acostumbrarme a lo bien que se ve Hunter con cualquier cosa que usa.
Hoy viste una camisa negra de manga corta, lo cual encendió mis sentidos desde que lo vi, pues los músculos de sus brazos quedan al descubierto, y se ve realmente bien.
Después de unas semanas en este lugar la presencia de Hunter dejó de ser algo de que hablar.
Aunque aun levantaba algunas miradas.
Sobre todo de las mujeres.
-La mesa de sociedad está hasta el fondo –me dice Sofí una vez que llegamos a la cafetería.
-¿Tienen una mesa para ustedes?
-Si –contesta sonriendo-. O sea, no es como que sea específicamente para nosotros, pero desde el principio de la historia Sociedad se ha sentado en esa mesa. Es como una regla implícita.
-¿Y qué pasaría si alguien se sienta ahí?
-Pues... no lo sé. Nunca nos hemos topado con esa situación –se ríe-. Supongo que todos entienden bien como funciona.
Sonrío.
Parece ser que en todos los lugares formar parte de la Sociedad de Alumnos era más un titulo social, que académico.
En High School se le conocía como "comité estudiantil", y era el trono de Natasha. Mi mejor amiga.
Era la Blair Waldorf de North Carolina. Incluyendo a la familia millonaria.
Aquí parecía que era lo mismo.
Cruzando la cafetería, había una larga mesa con seis personas en ella.
Tres hombres, y tres mujeres. A todos los había visto el día de la fiesta.
Manuel, Emir y Rodrigo, junto a Grecia, Helena y Anahi. Aun recordaba sus nombres.
Busqué a Ángel con la mirada, pero recordé que él ya no está en la Universidad.
Y aquí, pareciera como si estuvieran preparándose para otra, con el tipo de vestimenta que están usando.
-¡Hey! ¡Hermano! ¡Qué gusto verte de nuevo! –me saluda Manuel, el chico con el que más conviví en la fiesta después de Ángel.
-Adelante, adelante. Siéntense –nos dice Emir.
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Guardaespaldas
RomancePara Dan escapar de las sombras de su pasado parecía sencillo; pero los lazos familiares no son fáciles de romper. Y esta vez no estará solo.