El hombre aclara su garganta antes de hablar.
-Velázquez dijo que le llamaras una vez en el auto –me dice.
Me entrega su teléfono celular y el contacto ya está en la pantalla.
Miguel Cabrera se había ofrecido a llevarme personalmente al punto medio. En donde me recogerá Hunter.
Después de que David le hablara él obligó a los hombres a pedirme perdón.
Incluso esperó hasta que José llegara, y lo obligó a disculparse también.
-¿Cómo quieres que lo haga? –me preguntó mientras los señalaba.
Yo sabía exactamente a qué se refería.
Los hombres empezaron a disculparse nuevamente, y a, literalmente, rogar por su vida.
Tenía un nudo en mi estomago, pero no podía mostrar debilidad ahora.
-Creo que ya fue suficiente –le dije-. Estoy seguro que aprendieron la lección.
-No –replicó el hombre-. Este grupo estuvo a punto de matarte. Y los conozco, no se habrían conformado solo con eso. Así que quiero que me digas como quieres que los maten.
Él tenía razón.
Yo también conocía a hombres como ellos.
Matar les parece fácil. Así que terminan por hacerlo "divertido".
No quería que ninguno muriera.
No quería que esa carga estuviera sobre mis hombros.
Pero Miguel no estaba vacilando.
Así que yo no podía dudar ni un segundo.
Parece que David controló la situación con solo un par de palabras, y en un par de segundos.
Así que intento adoptar un poco su postura.
Esa postura rígida que había visto miles de veces.
-No –le digo con firmeza-. Vas a dejarlos vivir, por ahora. Yo lo arreglaré con David.
Le sostengo la mirada al hombre, y termina por desviarla.
-Bien. Como prefieras –había finalizado.
Los dejó vivir. Pero los corrió de las instalaciones.
Y después me prestó un teléfono para llamar a Hunter.
-Estoy bien –fue lo primero que le dije en cuanto contestó la llamada-. Te veo en H-E-B democracia.
Y había finalizado la llamada sin más.
-Te llevaré –me dijo Miguel.
Y subimos a su coche.
Me había pedido disculpas un par de veces más mientras conducía.
-¿Qué? –contesta David por fin.
-Soy yo –le digo.
-Daniel, ¿Cómo estás? ¿Te hirieron?
-No, estoy bien. Ya lo arreglamos.
-Le ordené a Cabrera que matara a todos esos bastardos –escupe-. ¿Lo hizo?
-Ya me arregle yo con ellos, David –le digo-. Gracias.
-Te juro que si te han tocado un solo pelo iré personalmente a matarlos.
-No me hicieron nada. Tranquilo –le aseguro-. Como... ¿Cómo supiste donde estaba?
-Solo hay dos carteles en Ensenada. O estabas con Sinaloa, o estabas con Pacifico.
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Guardaespaldas
RomancePara Dan escapar de las sombras de su pasado parecía sencillo; pero los lazos familiares no son fáciles de romper. Y esta vez no estará solo.